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Nietzsche (1842-1900)

Esta vez, el visitante no requiere presentación. Las ocho primeras cargas de profundidad proceden de Aurora (1881), donde declara: “Quien se sabe profundo, se esfuerza por ser claro”; las dos siguientes, de La gaya ciencia (1882); las seis penúltimas, de Más allá del bien y del mal (1885); las dos finales, de Crepúsculo de los ídolos (1888). Continuará.

Es costumbre europea tratar con ironía todos los grandes intereses, porque se está tan ocupado a su servicio que no hay tiempo para tomarlos en serio. (162)

Si tratamos de observar el espejo, no encontramos sino objetos reflejados en él. Si queremos hacernos una idea de los objetos, no vemos más que el espejo. He ahí la historia universal del conocimiento. (243)

Vender la virtud al más alto precio, sea como profesor, funcionario o artista, convierte el talento y el genio en asunto de tenderos. Hay que procurar no convertir la sabiduría en astucia. (308)

Empezamos por olvidar la costumbre de amar al otro, y terminamos por no encontrar en nosotros nada digno de ser amado. (401)

Poco a poco he visto claro el defecto general de nuestra educación: nadie aprende ni enseña a soportar la soledad. (443)

Qué gran ventaja poder dirigirse a los demás como un desconocido. Los dioses nos arrebatan la mitad de la virtud al despojarnos del incógnito a cambio de la fama. (466)

Honrados con nosotros mismos y nuestros amigos; valientes frente al enemigo; generosos con el vencido; corteses, siempre. Así nos quieren las cuatro virtudes cardinales. (556)

Hay pérdidas que comunican tal excelsitud, que el alma se abstiene de cualquier lamento, como si paseara en silencio bajo altos y negros cipreses. (570)

A: “Te alejas de los vivos cada vez más deprisa; pronto te excluirán de sus listas”. B: “Es el único modo de participar del privilegio de los muertos”. A: “¿Qué privilegio?”. B: “No tener que morir”. (262)

Antes, forjábamos reputaciones; ahora, no basta, pues el mercado se ha vuelto demasiado grande: hace falta gritar. Así pues, también las buenas gargantas gritan hasta quedar afónicas, y las mejores mercancías son ofrecidas por voces roncas; ya no hay genio alguno que no esté obligado a anunciarse en el mercado a voz en grito. Mala época para pensadores, que deben encontrar silencio en medio del ruido, y hacerse los sordos hasta terminar siéndolo. (331)

La madurez adulta significa reencontrar la seriedad con que jugábamos de niños. (94)

Cuanto más abstracta sea la verdad que se quiere transmitir, más necesario es atraer hacia ella los sentidos. (128)

Si luchas con monstruos, procura no convertirte en uno. Si miras mucho tiempo el abismo, también el abismo mira dentro de ti. (146)

Aquello que se hace por amor acontece siempre más allá del bien y del mal. (153)

Lo que amamos es a fin de cuentas nuestro deseo, no lo deseado. (175)

Otra vez la vieja historia. Acabada la casa, se advierte que mientras la hacíamos aprendimos sin darnos cuenta algo que deberíamos haber sabido al principio. El eterno y molesto “¡demasiado tarde!”. La melancolía de todo lo terminado. (277)

Para vivir solo, hay que ser un animal o un dios, dice Aristóteles. Falta el tercer caso; hay que ser ambas cosas: un filósofo. (3) 

Muchas cosas, quede dicho de una vez por todas, quiero no saberlas. La sabiduría marca límites también al conocimiento. (5)

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