En enero recibimos en esta escuela de pensamiento fragmentario la visita de George Santayana, pero traicionamos con una mala traducción su más célebre lema: Those who cannot remember the past are condemned to repeat it (fulfil it, en algunas ediciones), es decir: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo (cumplirlo)”, y no: “Un pueblo que ignora su historia está condenado a repetirla” (La vida de la razón, I, XII, 1906). En el mismo texto figura esta variante: “La historia se escribe siempre mal, y por eso es necesario volver a escribirla”. La miscelánea Átomos de pensamiento, en la que I. D. Cardiff condensó toda la obra del autor de El último puritano, nos da un pretexto añadido para admirar de nuevo esa sonrisa de la inteligencia que tanto echamos de menos en su país natal. “Gracias a la inteligencia, el hombre ve todas las cosas futuras como si fuesen pasadas, y todas las pasadas como si estuviesen presentes”, afirma en uno de sus Soliloquios (1922). Los siete primeros aforismos proceden de su último libro publicado en vida: Dominaciones y potestades (1951); los nueve restantes, del póstumo Mi anfitrión, el mundo (1955).
Santayana revisitado

No se puede ser ballena en una lata de sardinas.
Paseando por un parque zoológico, podemos admirar la dignidad de los animales, exceptuando a los monos y a los curiosos espectadores.
La mayoría de los despotismos terminan siendo tolerantes en materia religiosa, es decir, dejando que cada secta oprima a los que nacen en su esfera.
Toda utopía moral o política puede ser defendida en oposición a los vicios de nuestra sociedad; la dificultad estriba en apoderarse de semejante meteoro y encajarlo en un sistema de gobierno.
La razón no rige nunca el mundo, pero a veces se hace escuchar en la conciencia.
El ejercicio habitual de la libertad presupone paz, pero el precio de la paz es la supresión de casi todas las libertades. La historia del liberalismo, virtualmente clausurada, ilustra esta paradoja.
Siempre que los judíos piensan algo –dice Spinoza– aseguran que se lo dijo Dios.
El amador perfecto debe renunciar a la persecución y a la esperanza de posesión de lo amado.
A cada reformador le desagradan los otros reformadores.
Los hechos son accidentes. Todos podrían haber sido distintos. Todos pueden llegar a ser distintos. Todos pueden venirse súbitamente abajo.
Lo que perpetúa las hostilidades es la vendetta de la fe contra la inteligencia.
Yo podría perdonarlo todo, menos la ignorancia y la arrogancia de creer que una manera de ser es la única posible o justa.
Las personas no se hacen mejores o peores a medida que envejecen; siguen siendo las mismas. Pero ya no nos cautivan sus virtudes, ni nos interesan sus vicios.
Los viejos lugares y las viejas personas, cuando habita en ellos el espíritu, poseen una vitalidad inasequible para la juventud; poseen justamente el equilibrio que nace de las amplias perspectivas y los anchos cimientos.
Te puede interesar...
¿Te ha gustado este artículo y quieres saber más?
Aquí te dejamos una cata selecta de nuestros mejores contenidos relacionados: