Delirios en serie
Ahora que las series son reseñadas –aplaudidas incluso– por los críticos de cine, el guionista, que siempre ha sido la clave del asunto, se ha erigido además en estrella, con libertad para disparar su imaginación en todas direcciones, en ocasiones más allá de lo que permite el cine.
Ahora que las series son reseñadas –aplaudidas incluso– por los críticos de cine, el guionista, que siempre ha sido la clave del asunto, se ha erigido además en estrella, con libertad para disparar su imaginación en todas direcciones, en ocasiones más allá de lo que permite el cine.
Abono ideal para que florezcan todas las ramas del fantástico, para construir futuros imperfectos, presentes espectrales, pasados alterados. Aquí va una pequeña cartografía, forzosamente incompleta, de distópicas, fantasiosas y/o perturbadoras joyas televisivas de última generación con las que arriesgarse a que a uno le explote la cabeza.
‘Mr. Robot’: sombras en el código
“Todos nuestros héroes son falsos; el mundo es un gran engaño; queremos estar sedados, porque somos cobardes; que se joda la sociedad”. Eso piensa el protagonista del serión geek de Sam Esmail, un discapacitado social cuyo mundo se escribe en código. Es el mundo donde transcurre un ciberthriller existencialista y conspirativo que arranca como un capítulo de Black Mirror y se va expandiendo. Como la mente de este atormentado hacker, cruce de Lisbeth Salander y aquel paranoico Harry Caul de La conversación, que sigue una dieta de treinta miligramos diarios de morfina y se debate entre la corporación donde trabaja y el Robin Hood de la generación Anonymous que le recluta para un bosque de Sherwood virtual donde todo son sombras. ¿Todos nuestros héroes son falsos?
‘Sense8’: conexiones imprevistas
Ocho personajes sin aparentemente nada en común en sendas esquinas del mundo descubren que, por alguna enigmática razón, mantienen un vínculo mental, emocional, cognitivo, que les permite conectarse y compartir experiencias y habilidades. Sense8, el artefacto new age de los Wachowski y su nuevo cómplice Straczynski, es un folletín descompensado, irregular como las tramas, tan diferentes entre sí, en las que están inmersos cada uno de sus protagonistas, pero también una apuesta de ciencia ficción pura a la par que excéntrica, que transita por caminos tan esquinados por el género como el de la reivindicación LGBT. Conviene darle tiempo. La alianza de los padres de Matrix y el creador de Babylon 5 no puede tomarse a la ligera.
‘Doctor Who’: el viajero infatigable
Un extraterrestre conocido como “el doctor” viaja a la carta por el tiempo y el espacio en una nave con aspecto de cabina telefónica y, por dentro, infinita. La idea –precisamente, por excéntrica– fue tan buena y su desarrollo tan versátil, que ya han dado para medio siglo, y Doctor Who, clasicazo de la british sci-fi nacido en 1963 y reseteado en el 2005, está como nunca. Mérito en buena parte del showrunner Steven Moffat, el mismo que le ha dado un smartphone a Sherlock Holmes para traerlo al siglo xxi. Pero también del formidable Peter Capaldi –recuerda: el Señor del Tiempo no muere, se regenera–, con el que el doctor ha ganado canas sin perder un pelo del encanto que le insuflaron David Tennant y Matt Smith.
‘El Ministerio del Tiempo’: abriendo puertas
Lope de Vega, que no conoce a Leño, es noqueado en un duelo poético por un enfermero del SAMUR que recita: “No sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí; otros por menos han muerto. Maneras de vivir”. Hay detalles como ese a patadas en El Ministerio del Tiempo, creada por los hermanos Olivares y convertida en hype en las redes porque mucho tienen de irresistible las aventuras de estos lampistas temporales que para viajar a reparar pasados alterados en vez de máquinas usan puertas, del mismo modo que la serie, en vez de efectos especiales, tira de gracia e ingenio. Sería excesivo buscarle equivalencias con ese Doctor Who que tiene de referente, pero es sci-fi pura y con denominación de origen.
‘Jonathan Strange & Mr Norrell’: magia y ucronía
Si Doctor Who es el alfa y omega, esta adaptación de la novela de Susanna Clarke es un instant classic del fantástico made in Britain. Ucronía decimonónica, cuenta la rivalidad entre los dos magos del título. Mr Norrell es una rata de biblioteca que, tras siglos de desuso, ha recuperado la magia y se ha erigido en el guardián de las esencias que dicta la posición oficial sobre la misma, usada como arma de guerra. Strange es un discípulo desprejuiciado e impetuoso que reclama una libertad que Norrell veta apelando a sus riesgos, a los que él, secretamente, ya ha sucumbido. Pertrechada con un sentido de la maravilla progresivamente siniestro, sus sabrosos apuntes sociopolíticos hacen de ella mucho más que una versión adulta de Harry Potter.
‘Penny Dreadful’: ‘crossover’ de clásicos
Cuando Alan Moore parió esa cima del cómic y el steampunk que es La liga de los hombres extraordinarios, empezó a cocerse una película en la cabeza de cada lector. La que se hizo es indecente, pero John Logan, dando salida al arsenal de referencias góticas acumuladas en su mente de adicto al fantastique, ha recuperado el espíritu de aquellos tatarabuelos de los Vengadores en este crossover victoriano que junta a Frankenstein, Drácula, el hombre lobo y otros ilustres integrantes del museo del classic horror. Como aquellas ensaladas de monstruos de la Universal pero con glamour, conocimiento de causa y Eva Green, sin la cual, nada sería lo mismo. Ha ido de menos a más, y su segunda temporada, escalofriante y con un ampliado aparato referencial que llega hasta la Suspiria, de Argento, es para enmarcar.
‘American Horror Story’: caleidoscopio de terror
Fue primero un cuento con casa encantada. Pero AHS cambia de piel en cada una de sus temporadas, concebidas como historias independientes, pese a contar siempre con buena parte del mismo reparto. Es un caleidoscopio que va convocando todas las declinaciones del terror: por el artefacto mutante de Ryan Murphy y Brad Falchuk han desfilado fantasmas, serial killers, extraterrestres, mad doctors, brujas y freaks. Su quinta encarnación, primera sin Jessica Lange, transcurre en un hotel que es un catálogo de lo bizarro, gobernado por una sosias postmoderna de la vampira Bathory a cargo de una Lady Gaga tan recargada como la propia temporada, hemoglobínica y grandguiñolesca. No es apta para paladares selectos, pero para yonquis del género, es droga dura.
‘Hannibal’: delicatesen y ‘gore’
Anthony Hopkins lo hizo monstruo clásico, y no desentonaría en Penny Dreadful de no ser por el anacronismo. Pero Hannibal Lecter bien merecía una serie propia como la delicatesen que le ha dedicado Bryan Fuller, que se barroquiza y retuerce a medida que el doctor, sin más moral que la del depredador, se va desmelenando, rejuvenecido en la piel de Mads Mikkelsen, más sibilino y salvaje si cabe que nunca. Y como, en palabras de su perseverante y devastado perseguidor Will Graham, “la elegancia es para él más importante que el sufrimiento”, en Hannibal, gore y alta cocina se confunden y se exacerba aquello de De Quincey: los crímenes más grotescos son mostrados como obras de arte. Seguirá cancelada si nadie lo remedia. Pero se aconseja rebañar el plato.
‘Fargo’: sangre en la nieve
Si el Hannibal televisivo competía con el recuerdo del cinematográfico, al Fargo de Noah Hawley le tocó evocar el clásico de los Coen, su peculiar universo, pero con una historia nueva. Aprobó con nota y además parió un villano de antología. La segunda temporada riza el rizo, con un nuevo relato que vuelve a saber diferente manejando texturas y olores conocidos y casi los mismos ingredientes: crímenes imprevistos; asesinos parlanchines y asesinos silenciosos; mentirosos compulsivos; gente corriente que descubre la adicción de escarbar en su lado oscuro; policías familiares y bondadosos, y la cretinez mostrada como una impagable aliada del mal. Todo aderezado por ese humor absurdo que proyecta un halo de extrañeza, un contraste tan impactante como el de la sangre en la nieve.
‘Wayward Pines’: de camino a ‘Twin Peaks’
En el mapa de esa América norteña de pueblos perdidos entre montañas cuyo aspecto acogedor abriga siempre oscuros secretos, cabe Fargo y también Wayward Pines. M. Night Shyamalan produce y dirige el piloto, puerta de entrada a la enigmática localidad que da título a la serie. Allí, un desconcertado Matt Dillon pronto descubrirá que nada cuadra, todos fingen y que escapar le va a resultar más difícil que a Truman huir del show que protagonizaba sin saberlo. La ultrarreferencial adaptación que ha hecho Chad Hodge de las novelas de Blake Crouch remite también a Perdidos o El bosque, pero es, sobre todo, la última derivación de Twin Peaks. Y un buen aperitivo mientras esperamos el anunciado regreso de David Lynch a nuestro pueblo loco favorito.