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El cannabis crece en la pequeña pantalla

Ficciones seriales, largometrajes y documentales sobre el cáñamo se multiplican en las plataformas Netflix, Filmin o Amazon. Analizamos novedades y revisamos clásicos que han abierto el camino.

Una serie coral, urbana y en la que cada episodio es diferente al anterior no nos llamaría demasiado la atención si no fuera porque todos y cada uno de los personajes, y de los capítulos, tienen como nexo de unión a un dealer de marihuana, The Guy (‘el tipo’), un hombre barbudo y discreto que va de punta a punta de Nueva York en bici para cumplir con sus clientes, quienes por un motivo u otro, ya sean hombres o mujeres, jóvenes o entrados en años, de buena familia o de clase popular, quieren fumar cannabis. Mientras ellos esperan a que llegue el silencioso pero afable repartidor, nosotros somos espectadores del rostro humano de la cultura del cáñamo.

Con esta premisa, Ben Sinclair y Katja Blichfeld lanzaron en Vimeo y en 2012 High Maintenance, que mantuvieron en esa plataforma hasta 2015 y a lo largo de seis capítulos bajo el formato de webserie y que transformaron, gracias a su éxito, en uno de los secretos más disfrutables de HBO. Ahora, tras tres temporadas en la casa de Los Soprano, The Wire o Juego de tronos, estrenan su nueva temporada el próximo 7 de febrero de 2020, 8 de febrero en España, en uno de esos lanzamientos que demuestran que la narrativa sobre el cannabis sabe ir más allá de los tópicos del thriller sobre tráfico de drogas y de la comedia estereotipada de fumetas. Y que está en alza.

Ciertamente, a High Maintenance le queda muchísimo recorrido mediático para lograr convertirse en un fenómeno de masas, tal y como ha sucedido con las series antes citadas, pero también es cierto que la propuesta de Sinclair y Blichfeld se ha ganado con muy poco el apoyo unánime de la crítica televisiva estadounidense. ¿Cuáles son la bazas de este serial que, en pocas palabras, nos habla de gente esperando al repartidor de cannabis? Para empezar, un modelo narrativo sintético –los episodios son de treinta minutos, la duración estándar de una sitcom– que se pregunta quiénes y cómo son los consumidores de marihuana en el siglo XXI y que, con ello, nos descubre una miríada de vidas que pueden ser las de cualquiera, las nuestras incluso. En suma, risas, melodrama, giros inesperados de guion y, sobre todo, mucha dosis de empatía.

La naturalidad a la hora de hablar del cannabis, de sus consumidores y de los avances en esta materia en la sociedad del siglo XXI son el punto fuerte de buena parte de los seriales producidos para las diversas plataformas de streaming, compañías dominantes en el asunto de la ficción episódica.

A estas alturas poca duda cabe del relevante rol que tuvo a la hora de abrir camino el serial Weeds (2005–2012), creado por Jenji Kohan para Showtime y en el que Mary-Louise Parker interpretaba a una viuda madre de dos niños cuya vida daba un giro copernicano cuando comienza a vender marihuana para mantener a su familia. Durante su emisión, la serie ganó dos premios Emmy, un Globo de Oro y un premio del Sindicato de Guionistas (WGA); un éxito que se dilató, además, al formar parte posteriormente de la programación internacional de Netflix. Hasta hace bien poco, porque Weeds ya no se puede encontrar en esa (ni en otra) plataforma del ámbito español. Pese a ello, hay buenas noticias para los seguidores del serial ambientado en Agrestic –ciudad californiana de ficción– ya que Lionsgate TV, compañía que produjo la serie original, anunció el pasado noviembre que está preparando una secuela que se fija de nuevo a la familia Botwin pero diez años después de los eventos del anterior relato y en una sociedad, por supuesto, más avanzada, ya que la producción, distribución y consumo de marihuana es legal.

Un asunto de familia

Family Bussiness
Family Bussiness

Sin duda, que en noviembre de 2016 California aprobara en referéndum la legalización de la marihuana recreativa supuso un punto de inflexión creativo para la industria audiovisual estadounidense y global, al permitir también con ello que las ficciones sobre la marihuana abandonarán ciertos clichés y ciertos nichos de espectadores, abriéndose, en consecuencia, a nuevos públicos y formatos. 

Es el caso de Descolocados una de las últimas comedias de Netflix, creada por Chuck Lorre (Dos hombres y medio, The Big Bang Theory), protagonizada por Kathy Bates, y cancelada a principios de 2018. La serie sigue a Ruth, una mujer que, tras pasar media vida manifestándose en favor de la marihuana terapéutica, abre su propio dispensario cuando se hace efectiva la legalización del cannabis en California.

Convertido rápidamente en el punto de encuentro del barrio, como si fuera el mítico bar de Cheers, los dimes y diretes entre Travis (Aaron Moten), el hijo de la protagonista, y su madre, entre esta y sus empleados, y entre la protagonista y la ristra de excéntricos secundarios habituales en este tipo de productos –desde un veterano del ejército con síndrome de estrés postraumático a un par de desquiciadas estrellas de internet o el encargado del local contiguo, que odia el dispensario–, Descolocados tenía a priori el caldo de cultivo ideal para el éxito… Si no fuera por un guion repleto de lugares comunes, chistes vulgares y poco afortunados. Tal vez por las malas críticas de la prensa especializada y por el poco fervor de los usuarios, Netflix fulminó el serial de veinte episodios cuando no llevaba ni un año en antena. Pese a ello, aún está disponible en la parrilla española de la plataforma.

Disjointed
Disjointed

De manera muy similar, y con el debate de la legalización del cannabis terapéutico como ruido de fondo, desde Francia y también en Netflix llegaba en junio de 2019 Family Business, mini serie creada por Igor Gotesman de seis episodios de unos 30 minutos de duración y sobre los Hazan, una familia parisina propietaria de una carnicería kosher que decide reconvertirse en el primer establecimiento de venta de marihuana del país.

Con Breaking Bad como influencia nada velada, pero con un marcado tono cómico, Family Business es también el retrato de la comunidad judía francesa y los chistes y guiños a costumbres y jerga son constantes. Un ejemplo: el producto del que hace gala la familia, se denomina pastraweed, suma de pastrami y cannabis. Las bromas y tira aflojas de sus protagonistas parecen que han gustado, porque Netflix ya ha anunciado que habrá segunda temporada.

El documental, el mejor terreno para el oro verde

Los relatos audiovisuales sobre el mundo del cannabis han encontrado en el cine documental el mejor abono con el que presentarse desde las plataformas de televisión a la carta, ya sea en formato largometraje como serial, con un tono didáctico o vinculados al género del true crime.

En Netflix, aparte de la salvaje Dope, serial sobre la lucha de las fuerzas del orden contra las drogas que ha estrenado hace pocos meses su tercera temporada, encontramos Montaña homicida, un true crime a cargo de Joshua Zerman igual de espeluznante que el anterior y en el que se investiga el lado oscuro del cultivo de cannabis a partir del ejemplo de las otrora idílicas montañas del condado de Humboldt, en California, hoy un lugar que nos retrotrae a los años más bestias de la fiebre del oro. A lo largo de seis capítulos de 43 minutos, trabajadores de la zona, miembros de bandas, familiares de personas asesinadas o desaparecidas y agentes de la ley ofrecen su testimonio sobre la realidad más violenta que se vive en esa área, conocida como el Triángulo Esmeralda ya que allí se produce entre el 60 y el 80 por ciento del cannabis que se consume en Estados Unidos. A pesar del sensacionalismo y de algo de cacofonía narrativa, Montaña homicida es un solvente trabajo periodístico y una de las producciones sobre el cannabis más interesantes de la plataforma.

Hay más títulos de cine de no-ficción en Netflix dedicados al mundo de la marihuana que se escapan del true crime para abrazar otras temáticas. Por ejemplo, The Legend of 420 (2017), de Peter Spirer, y sobre el proceso de despenalización al cultivo de la marihuana que ha acompañado la legalización del consumo de cannabis en California. Asimismo, Weed the People (2018), de Abby Epstein, ahonda en el uso terapéutico del cannabis en pacientes de enfermedades terminales o que sufren patologías de tipo neurodegenerativo; mientras que Rolling Papers (2015), de Mitch Dickman pone en relación cannabis y periodismo a partir del caso real del diario The Denver Post, que gracias a una rompedora sección dedicada a la cultura del cannabis consiguió lidiar con la crisis que azotaba a los rotativos a principios de 2010.

Grass is greener
Grass is greener

La última incorporación documental a la parrilla de Netflix que expone las bondades del cannabis como materia prima de la creatividad es Grass is Greener (2019), de Fab 5 Freddie, uno de los popes de la cultura hip-hop neoyorquina y acérrimo defensor de sus beneficios y de alguna que otra teoría algo descabellada. La tesis del cineasta propone una genealogía de la marihuana vinculándola con las culturas de la población negra y de la población mexicana y con dos focos urbanos, Nueva Orleans, cuna del jazz, y El Paso, en Texas. Sus argumentos se apoyan en la idea de que la campaña reaccionaria contra el consumo de cannabis posee un sustrato racista, dado que los principales usuarios de la sustancia eran miembros de estas comunidades. El desfile de voces de Grass is Greener, de imágenes de archivo de Louis Amstrong al magnético Snoop Dogg o a B-Real de los carismáticos Cypress Hill, defendiendo el vínculo entre su consumo y no pocos movimientos culturales, además de la despenalización de su consumo recreativo, altamente castigado en estados como Luisiana, han de servir, sino para vencer, al menos para convencer de que la cultura del cannabis es un fenómeno masivo.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #266

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