Dinero y felicidad suelen ir, por desgracia, de la mano, aunque, para gozo de los pobres mortales que llegamos justitos a final de mes, la televisión y la gran pantalla siempre nos han recordado que los ricos también lloran.
En los últimos años, tal vez como revulsivo a las desigualdades que se incrementaron tras la Gran Recesión de 2008 y con el golpe de la pandemia, el audiovisual ha recibido con los brazos abiertos los relatos basados en un concepto tan sofisticado como perverso: la Schadenfreude.
Según la definición de la RAE, este vocablo de origen germano da nombre al placer malicioso que sentimos cuando alguien sufre un percance. Para los televidentes y los cinéfilos más al día, la Schadenfreude es el elemento clave de películas como Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), El hoyo (2019), Joker (2019), Puñales por la espalda: El misterio de Glass Onion (Rian Johnson, 2021) o El triángulo de la tristeza (Ruben Ostlund, 2022), y de series como Succession (2018-2023) o, por supuesto, The White Lotus (2021-), cuya tercera temporada llega a Max el próximo 17 de febrero. Todas, ficciones sobre las miserias de la clase acomodada, pero asimismo historias en las que se giran las tornas y los depauperados toman el poder. “Eat the rich”, esto es, cómete al rico, dice el eslogan revolucionario, hoy reconvertido en algo más que una tendencia narrativa.
Desgracias y venganzas

La primera temporada de The White Lotus (2021) estaba ambientada en un resort en la isla hawaiana de Maui.
Es al filósofo Jean-Jacques Rousseau a quien se le atribuye, apócrifamente, el origen de la proclama en los convulsos años de la Revolución Francesa: “Cuando el pueblo ya no tenga qué comer, se comerá a los ricos”, dijo supuestamente en mitad de la agitación popular. Así las cosas, puede que el escritor de El contrato social no solo sea responsable de sentar las bases de la teoría política contemporánea, sino también, en cierto modo, de que ver a los ricos sufrir en el paraíso nos dé tanto placer catódico y fílmico.
De un tiempo a esta parte, cualquier relato de crítica social pasa por este modelo narrativo en el que las desgracias de los millonarios desembocan en la inversión de la pirámide social, aunque la colección de películas en la que la guerra de clases “tiene un recuento de víctimas”, como dicen desde el sello Arrow Video, posee una genealogía amplia y diversa. En El sirviente (1963), Joseph Losey pone en escena las relaciones de poder entre un aristócrata y su criado, mientras que en Teorema (1968), Pasolini sacude la moral burguesa con la historia de una familia cuya vida queda trastocada con la llegada de un joven efebo. En Escuela de jóvenes asesinos (1989), de Michael Lehmann, Winona Ryder y Christian Slater se cargan a un grupo de pijas del instituto; y en Funny Games (1997), de Michael Haneke, dos psicópatas ponen en práctica una home invasión que dejó impronta en el cine. En Snowpiercer (2013), la adaptación del cómic de Jacques Lob y Jean-Marc Rochette a cargo de Bong Joon-ho, la lucha de clases se escenifica en un tren que gira alrededor de un planeta congelada tras una hecatombe nuclera; mientras que Stoker (2013), de Park Chan-wook, y El sacrificio de un ciervo sagrado (2017), de Yorgos Lanthimos, reformulan el teorema ‘pasoliniano’ del ángel de venganza contra la moral pequeño-burguesa en clave contemporánea.

En la segunda temporada, el hotel de la cadena turística White Lotus estaba situado en Taormina (Sicilia).
Con la pandemia, la necesidad de catarsis ante la monopolización del capital ha exacerbado la tendencia, tanto en el cine –El menú (2022), Infinity Pool (2023), Saltburn (2023), además de la citada El triángulo de la tristeza, la más paradigmática de todas, en la que Ruben Östlund vomita literalmente su cabreo hacia las clases privilegiadas–, como en las series. Si Succession incidía en las miserias de la todopoderosa familia Roy, en El decamerón, Kathleen Jordan se apoya en Boccaccio para hablar de la pandemia, las élites (renacentistas) y la inversión de roles sociales al ritmo de New Order y Depeche Mode. El referente de esta singular serie de Netflix obviamente es The White Lotus.
El resort televisivo por excelencia

El 17 de febrero se estrenó la tercera temporada de The White Lotus, ambientada esta vez en Tailandia. El subtítulo “El karma llega para todos” promete grandes aventuras.
“Originalmente quería hacer una serie sobre una pareja en luna de miel, –contaba Mike White en Deadline sobre su primer borrador de The White Lotus– porque no conoces a la persona con la que estás hasta que te encuentras en esta situación (de vacaciones)”.

The White Lotus se estrenó en HBO en el momento adecuado. No estábamos de vacaciones ni de luna de miel, sino saliendo de la cuarentena de covid. Era julio de 2021 y esta serie sobre resorts de lujo, gente privilegiada e imperfecta y un asesinato misterioso en el paraíso hawaiano caló entre el público de todo el mundo. La primera entrega de la ficción obtuvo 20 nominaciones a los Emmy, la segunda serie con más nominaciones ete año después de Succession de HBO (25) y empatada con Ted Lasso de AppleTV+. Ganó diez, incluido el de mejor serie limitada o antológica, además de la promesa de una nueva temporada, que llegó a HBO el 30 de octubre de 2022 y también barrió en los Emmy: cinco premios, incluido un segundo galardón para Jennifer Coolidge por su papel de la descerebrada millonaria Tanya McQuoid-Hunt.
Con la temporada 3 de The White Lotus, Mike White vuelve a cambiar de escenario ¡y de continente!, pero conservando esa inquina contra los privilegiados que ha hecho de la serie todo un éxito de la extinta HBO, ahora reconvertida en Max.
Echaremos de menos el hotel de Sicilia de la pasada temporada, sin duda, pero el plantel de su reparto nos augura diversión a lo largo de los siete episodios de esta nueva temporada: Natasha Rothwell repite como la masajista Belinda Lindsey, a quien conocimos en el resort de Hawái de la primera temporada; Leslie Bibb, Carrie Coon y Michelle Monaghan dan vida a Kate, Laurie y Jaclyn, tres amigas de toda la vida en un viaje de chicas; Walton Goggins es Rick Hatchett, que viaja con su novia Chelsea (Aimee Lou Wood), mucho más joven que él; mientras que Jason Isaacs y Parker Posey encarnan a Timothy y Victoria Ratliff, de vacaciones en Tailandia con sus tres hijos, Saxton (Patrick Schwarzenegger), Piper (Sarah Catherine Hook) y Lochlan (Sam Nivola). Entre el staff del resort, Lalisa Manobal interpreta a Mook, una mentora de salud para los huéspedes; Lek Patravadi es Siritala, uno de los propietarios del White Lotus tailandés, y Tayme Thapthimthong es Gaitok, guardia de seguridad del establecimiento.
Está por ver el juego que dará el exótico escenario de Tailandia y las interacciones de este singular grupo humano, más allá de la promesa de Mike White de que la temporada 3 “va a ser más larga, grande y loca”, pero de algo sí que estamos convencidos: es más que probable que haya una cuarta entrega. No hay nada confirmado todavía, pero al parecer, según comentó el pasado noviembre Casey Bloys, presidente y consejero delegado de HBO y Max Content, a Deadline, el showrunner ha propuesto a los ejecutivos de la plataforma una nueva historia para su ficción. La desgracia de los ricos parece que no se acaba nunca, sobre todo si es ofrece horas de diversión para los menos agraciados.