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Buñuelos voladores de Carnaval

Buñuelos de viento con Zkittalicious Auto

Frutas de sartén, en Argentina; merveilles, en Francia; fritule, en Croacia; zeppole, en Italia; chirivicos, en Asturias. Son algunos de los nombres que tiene este manjar carnavalero que está presente en casi cualquier país del mundo. En cada sitio tienen su versión, su receta, su manera de comerlo y su época de consumo. Aquí vamos a ver nuestra propia versión psicotrópica, muy sencilla de preparar y apta para cualquier aprendiz de repostería.

Ingredientes para cuatro personas

  • 4 huevos frescos grandes
  • 150 ml de leche entera de vaca
  • 2 cs de ron añejo cannábico
  • 4 cs de AOVE (masa)
  • 250 g de harina de repostería
  • 3 cs de azúcar blanca
  • 2 cc de levadura en polvo
  • Una pizca de sal
  • AOVE suficiente para freírlos (medio litro más o menos)
  • Azúcar molido en polvo para espolvorear

Elaboración

Desde el siglo ii aC, cuando Catón el Viejo incluyó una receta de buñuelos –a los que llamaba “globos”– en su libro De agri cultura, hasta nuestros días ha llovido un poquito, pero nuestro gusto por las masas fritas mantiene a este manjar en plena forma después de veintitrés siglos. En Carnaval, en las ferias de pueblos y ciudades, en Navidad, en Semana Santa… En fin, cualquier excusa es buena para comerse unos buñuelos.

Además, los de esta receta son voladores y podrán transportarnos al instante a cualquier destino deseado, gracias a esta maravilla que regalamos con el número 290 de la revista en febrero del año pasado. Tiene un nombre algo complicado, pero merece la pena aprendérselo: se llama Zkittalicious Auto y está deliciosa. Es un híbrido autofloreciente bastante potente (20% de THC) y con una producción muy decente en condiciones adecuadas (500-550 g/m2). Posee aromas dulces y afrutados, que harán las delicias de cualquier paladar, y tiene efectos relajantes combinados con un poco de euforia mental, que nos harán pasar una tarde de lo más entretenida. Así que, manos a la obra:

Buñuelos de viento con Zkittalicious Auto

Empezamos con la extracción cannábica, que es lo que más tarda. En este caso vamos a hacer una tintura de ron añejo. Como ya hemos explicado en alguna ocasión, la tintura es muy fácil de elaborar. Basta con unos 20 g de flores u hojas con tricomas por medio litro de ron, en este caso. Se introduce todo en un bote hermético y se guarda en un lugar sin luz ni humedad. Lo dejaremos allí durante al menos 30 días moviendo el bote de vez en cuando. Pasado este tiempo, lo filtraremos con un colador fino y ya tendremos la tintura lista para el consumo.

Ya podemos ponernos con esta elaboración buñuelera extrasencilla. Ni que decir tiene que, si queremos cambiar la leche de vaca por leche vegetal, podemos hacerlo sin ningún problema. En cualquier caso, comenzamos tamizando la harina y la levadura para después añadirle el azúcar y reservarlo junto con una pizca de sal. Después, cascamos los huevos en un bol, le añadimos la leche, la tintura de ron añejo y el AOVE para la masa, y mezclamos todo muy bien hasta que esté completamente homogéneo. A continuación, vamos incorporando y mezclando poco a poco lo que habíamos tamizado antes, es decir, la harina, la levadura, el azúcar y la pizca de sal que teníamos reservados.

Una vez mezclados los ingredientes secos con los húmedos ya tenemos nuestra masa hecha. Debe quedar perfectamente mezclada y sin grumos. Solo queda freírla para que nos salgan los preciados buñuelos. Para este menester ponemos al fuego un perol o sartén honda con el AOVE para la fritura. No debe coger mucha temperatura; lo ideal serán unos 150º. Podemos hacer pruebas echando un poquito de masa para ver cómo reacciona con la temperatura del AOVE; se debe freír despacio. Para que nos salgan los buñuelos redonditos, necesitaremos dos cucharillas de café: una la llenamos de masa, con la otra ayudamos a despegarla y, finalmente, la verteremos en el aceite de la fritura.

Una vez en el aceite, observaremos que flotan y cuesta darles la vuelta: aquí está el kit de la cuestión, amigos y amigas. Hay que intentar que queden igual de dorados por todos los lados. Al principio nos costará un poco, pero os aseguro que cuando acabemos de freír la masa al completo, ya seremos unos expertos y podremos montar nuestro propio puesto en cualquier feria. Conforme vayamos friendo, los vamos poniendo en una bandeja o plato cubierto con papel de cocina para que absorban el exceso de aceite. Por último, le espolvoreamos el azúcar molido por encima y los colocamos en el recipiente donde vayamos a servirlos. Podemos acompañarlos de chocolate caliente, crema, nata o comerlos tal cual, eso ya es cosa de cada uno. Espero que os gusten y tengáis un vuelo muy agradable. ¡Hasta la próxima!

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #302

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