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De Italia a Perú: ñoquis de ida y vuelta

Ñoquis de yuca con cannasalsa huancaína, rúcula y avellanas

Ya que esto de la globalización ha hecho un poco más pequeño nuestro planeta, vamos a cruzar el charco en un periquete para mezclar dos de las culturas gastronómicas más ricas y originales del mundo. Además, le daremos nuestro toque cannábico para que podáis hacer el viaje con ellos y llegar al Machu Picchu sin esfuerzo.

Ingredientes para cuatro personas

Ñoquis

  • 1 kg de yuca
  • 200 g de harina integral
  • 3 huevos frescos
  • 80 g de parmesano rallado
  • Salpimienta y nuez moscada molida

Salsa huancaína

  • 200 g de queso fresco mezcla
  • 6 galletas de soda (cracker)
  • 60 g de queso semicurado de cabra
  • De 2 a 4 cs de pasta de ají amarillo
  • 200 ml de leche evaporada
  • 50 ml de AOVE suave o girasol
  • 1 cc de azúcar moreno
  • Sal al gusto

Complementos

  • 1 manojo de cebollino o el tallo verde de las cebolletas tiernas
  • Un puñado de rúcula
  • 40 g de avellanas tostadas
  • 4 cc de lino dorado

Elaboración

Para cannabizar esta receta viajera he seleccionado la variedad Burguer Dawg del banco G-life que regalamos con la revista de agosto del año pasado. Es una híbrida que nos traerá felicidad y euforia en los primeros momentos para después pasar a un estado de relajación y creatividad supremas. Para extraerle todos sus encantos, vamos a hacer un aceite de girasol cannábico con el que posteriormente elaboraremos la salsa huancaína. Como este proceso tarda bastante, será lo primero que hagamos.

Ñoquis de yuca con cannasalsa huancaína, rúcula y avellanas

Comenzaremos llenando un bote con los restos de manicura o cogollos, dependiendo de la potencia que queramos obtener. Cuando ya no quepa más hierba, terminamos de llenarlo con el aceite de girasol, lo tapamos y lo guardamos en un sitio ausente de luz y humedad. Lo dejamos allí durante 4 o 5 semanas, agitándolo cuidadosamente cada 4 o 5 días. Y para finalizar el proceso lo filtramos con un colador de tela y lo reservamos.

Para los ñoquis habrá que cocer la yuca en agua ligeramente salada. La pelamos bien y la cortamos en trozos grandes. La cocemos hasta que esté muy tierna, pinchando con un tenedor para comprobarlo. Seguidamente, la escurrimos y dejamos que se temple. Cuando esté templada, la hacemos puré. Podéis hacerlo con un pasapuré, con un tenedor o con las manos, siempre y cuando os quede con el menor contenido de grumos posible. Si os encontráis algún hilo de fibra, lo retiráis. A este puré le añadimos la salpimienta al gusto, la nuez moscada, el parmesano rallado y los huevos. Mezclamos bien con las manos limpias o con guantes. Cuando esté bien mezclado, poco a poco vamos incorporando la harina hasta obtener una masa homogénea y fácil de trabajar. A continuación espolvoreamos con harina una superficie para que no se pegue y cogemos un poco de masa y la extendemos en forma cilíndrica. Una vez tenga el grosor de una longaniza cortamos rodajas de un dedo de ancho más o menos. Para colocarlos, lo mejor es una bandeja grande con papel de horno y harina espolvoreada. No debemos montar unos encima de otros, sino que los colocaremos extendidos en una sola capa dejando un pequeño espacio entre sí. Los reservamos cubriéndolos con film de plástico.

Ñoquis de yuca con cannasalsa huancaína, rúcula y avellanas

A continuación prepararemos nuestra salsa huancaína. Esta salsa es la base del famoso plato peruano papas a la huancaína o de la no menos conocida causa limeña. Su origen se sitúa en la región de Huancayo, capital de la región de Junín, en el centro del país. Hay varias teorías sobre ella, pero una de las más populares es la que la relaciona con una salsa que se elaboraba para dar de comer a los trabajadores de la construcción del ferrocarril entre Lima y Huancayo. Se trata de una salsa fría a base de queso y ají amarillo. Su elaboración es muy sencilla si compráis la pasta de ají ya hecha: solo tendréis que poner todos los ingredientes, excepto el cannaceite y la leche evaporada, en un recipiente para batirlos. La cantidad de pasta de ají dependerá de vuestra tolerancia al picante. Os aconsejo echar poco e ir probando. Lo trituramos todo con la batidora y vamos añadiendo la leche y el aceite poco a poco para que emulsione. Probamos el punto de sal y de picante, rectificamos al gusto y reservamos.

Por otro lado, ponemos una olla grande a calentar con agua salada para cocer los ñoquis. Cuando empiece a hervir, los vamos vertiendo poco a poco para que no se peguen y queden sueltos. El punto de cocción de los ñoquis es muy fácil de averiguar, ya que flotan cuando están en su punto. Así, vais echando y sacando cuando suban a la superficie del agua. Lo mejor es sacarlos escurridos directamente al plato para no manipularlos mucho, ya que son muy tiernos y se rompen con facilidad. Una vez tenemos los platos con los ñoquis cocidos aún templados, los cubrimos generosamente con nuestra psicodélica huancaína. Para terminar, le ponemos un poco de rúcula en el centro y espolvoreamos por encima el lino, las avellanas rotas y el cebollino picado.

Una vez emplatado, solo queda desearos buen viaje. Hasta la próxima, amigos y amigas.

La dosis correcta

Se estima que medio gramo por persona si no es usuaria de cannabis es una dosis suficiente para sentir los efectos. Si eres consumidor habitual la tolerancia hacia la sustancia activa hará que necesites el doble: un gramo. No olvides que durante la digestión el THC se convierte en una molécula más potente que propicia una experiencia retrasada y hasta tres veces más intensa que con una cantidad similar fumada. Si cuando fumamos o vaporizamos podemos apreciar los efectos a los 10 minutos y estos nos pueden durar hasta 4 horas, cuando comemos el efecto deseado tarda entre 30 y 90 minutos en mostrarse en todo su esplendor y puede llegar a mantenerse hasta 8 horas. Como es sabido, en ayunas el efecto es mayor. Dado que no todas las hierbas son iguales y que todos somos diferentes, estos consejos sobre cantidades y efectos son orientativos. Es al comensal al que corresponde encontrar su medida. La prudencia siempre es buena consejera.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #280

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