Daniel Pinchbeck (Nueva York, 1966), uno de los comunicadores estadounidenses que más ha influido en la llamada revolución psicodélica presente, nos recibe para hablar de su último libro, How soon is now?, en el que propone un modelo alternativo de sociedad que nos permita evitar la hecatombe medioambiental y avanzar como especie.
En su primer libro narró su viaje iniciático por varios continentes para sumergirse en las culturas y tradiciones chamánicas contemporáneas del planeta. Ceremonias de ayahuasca en la Amazonia ecuatoriana, la religión de los bwiti de Gabón en torno a la iboga, los rituales con hongos psilocibos de los mazatecas mexicanos o el festival Burning Man de Estados Unidos, consagrado, principalmente, al LSD. En ese lejano 2002, Pinchbeck abordó la psicodelia y el chamanismo desde el periodismo en primera persona, y conectó con lucidez muchas ideas que contribuyeron enormemente a lo que ha venido a llamarse el renacimiento psicodélico que estamos viviendo en el presente.
Nacido y criado en Manhattan, desde los noventa ha escrito en revistas como Rolling Stone, Esquire, New York Times Magazine o Harper’s Bazaar sobre temas “marginales y minoritarios”. En el año 2000 fue a Burning Man a hacer un reportaje y desde entonces ha asistido quince años seguidos. En ese año 2000, cuenta en su nuevo libro: “No tenía ni idea de que la contracultura psicodélica de la Costa Oeste había evolucionado hacia un estilo tan espectacular desde los días de los acid tests de los sesenta. El festival fue una iniciación por sí mismo”. Desde entonces su nombre ha estado vinculado a esta nueva ola con diferentes iniciativas editoriales, audiovisuales y literarias; Pinchbeck escribió la introducción a la reedición de La experiencia psicodélica, de Timothy Leary, Ralph Metzner y Richard Alpert; una suerte de guía para el viaje psicodélico utilizado profusamente en la década de los sesenta y reeditado en el 2007.
Su vocación de escritor se origina en un entorno familiar bohemio: su madre tuvo una relación con Jack Kerouac, y su padre, nacido en Londres, fue un pintor abstracto, sin éxito en vida, afincado en el barrio neoyorquino del SoHo, cuando era refugio de artistas. Explica cómo su trayectoria intelectual evoluciona de la “visión científico-materialista” en la que creció a preguntarse: “¿Es esto todo o hay algo después de la muerte, otros niveles de la conciencia humana u otras dimensiones que podemos experimentar?”.
“Todas estas experiencias psicodélicas me confirmaron la perspectiva chamánica o esotérica: que sí existen esas otras dimensiones y que el mundo físico y el psíquico están completamente entrelazados, mucho más de lo que la ciencia pueda entender en este momento”, cuenta en la entrevista, que se produce en un restaurante marroquí, propuesto por él, del East Village de Nueva York, frente al edificio que aparece en la portada del disco Physical Graffiti, de Led Zeppelin, de 1975.
De la cosmovisión de los mayas, los dibujos geométricos que aparecen sobre pastos o la física cuántica, entre otras cuestiones, se ocupó en su segundo libro, 2012: The Return of Quetzalcoatl (2006). “Estudié las profecías de estas culturas indígenas y sentí que en nuestra sociedad hemos reprimido todo este tipo de saberes de nuestro sistema de conocimiento. Entendí que debía acercarme a estos temas más seriamente. Estas profecías indican que estamos en un proceso de transformación”, afirma.
Ahora está inmerso en la promoción de su tercer ensayo: How soon is now? From personal initiation to global transformation, donde plantea la megacrisis ecológica a la que nos enfrentamos como un rito iniciático al que se enfrenta la humanidad, una oportunidad para evolucionar al siguiente nivel de conciencia colectiva. La mañana del encuentro es una otoñal, templada y gris del mes de enero, víspera de uno de esos días cargados de expectación y, este año, también de pesadumbre: la coronación política del nuevo presidente de Estados Unidos.
Su nombre se identifica con la psicodelia, ¿cree que desde su primer libro en el 2002 el gran público acepta mejor estos conceptos o sigue siendo una especie de nicho cultural?
Nunca me identifiqué con un nicho, simplemente estaba intentado entender el mundo de la mejor manera posible. Creo que tengo la tendencia de ser un pionero o alguien que puede recibir diferentes frecuencias e informaciones que otros no están preparados para recibir todavía. Breaking open the head salió en el 2002 entendido como un replanteamiento literario del chamanismo y de la experiencia psicodélica. El libro contribuyó a este nuevo renacimiento, que es hoy un movimiento global materializado de muchas maneras, incluida gran cantidad de investigación científica que ha demostrado los increíbles beneficios que los psicodélicos pueden tener cuando se utilizan adecuadamente. Como el uso de la psilocibina para tratar trastornos obsesivos-compulsivos, la ketamina para la depresión o el MDMA para el estrés postraumático. Es un paradigma distinto a sustancias farmacológicas como los antidepresivos. Usados correctamente, los psicodélicos tienen capacidades curativas, no solo de tratamiento. Viendo el impacto que mi trabajo ha tenido, espero que cosas similares sucedan con mi nuevo libro. Al principio puede que sea demasiado, o que se mofen de mí, pero creo que en los próximos años habrá una conciencia generalizada de que este sistema no puede continuar si nosotros queremos continuar. Entonces la gente buscará respuestas y alternativas que el libro está presentando.
Aunque se ha avanzado mucho, todavía hoy existe un estigma alrededor del consumo de psicodélicos.
Los psicodélicos pueden abrir tu visión del mundo o liberarte de asuntos viejos; pero el ego también los puede asimilar. Son herramientas increíblemente potentes para explorar la mente humana. Precisamente, al ser herramientas no son, en sí mismas, la solución
Parece que está desapareciendo, pero todavía hay áreas donde se mantiene. Hace poco hice una entrevista en una televisión y me sorprendió que el tono del entrevistador en torno a los psicodélicos era un poco despectivo, pero para eso estoy aquí haciendo lo que hago. En mi libro también intento dar una visión equilibrada, no todo es bueno en los psicodélicos. Pueden tener efectos negativos. Pueden abrir tu visión del mundo, ayudarte a comprender mejor o liberarte de asuntos viejos. Pero el ego también los puede asimilar. Con el paso del tiempo me di cuenta de que ciertos aspectos de mi personalidad se estaban acentuando y haciéndose peor. Me hice más impulsivo e irritable. No es algo para todos todo el tiempo, obviamente. Son herramientas increíblemente potentes para explorar la mente humana. Precisamente, al ser herramientas no son, en sí mismas, la solución.
¿Cómo ha planteado su tercer libro?
Las profecías y saberes indígenas indican que estamos en un tiempo de transformación. Si estamos en un nuevo nivel de conciencia, ¿cómo se traduce esto de manera tangible? Si queremos considerar cambios significativos para el mundo en la buena dirección, ¿cómo lo haríamos? He querido crear una especie de modelo o plantilla para entender la situación en la que estamos de una manera sistémica y amplia. Considerando aspectos técnicos, económicos y sociales, y cómo deben reflejarse en nuestra conciencia colectiva, creencias y valores.
Intento ser un pensador de sistemas, como el autor Buckminster Fuller. Por esquematizar señalaría tres grandes áreas que deben cambiar, como tres ruedas que giran juntas. Una es la infraestructura técnica. En el libro hablo de energía, industria y agricultura como las áreas que más están impactando en la ecología del planeta. Para que eso cambie tiene que cambiar nuestro sistema económico y político. Y al mismo tiempo tiene que haber una evolución de nuestra conciencia. Esas tres áreas tienen que evolucionar conjuntamente.
Sabemos que tenemos que pasarnos a las energías renovables. Podríamos tener un sistema cien por cien renovable. Las proyecciones indican que esto podría pasar en cien años, pero si hubiera una movilización por el clima de una escala similar a la que hubo durante la segunda guerra mundial, esto podría llegar en un corto periodo de tiempo. Después del ataque de Pearl Harbor, Estados Unidos reestructuró todo su sistema industrial para adaptarlo a una producción en tiempos de guerra y además subió los impuestos a los más ricos a un noventa y cuatro por ciento, porque se dieron cuenta de que era el momento de actuar o morir y de unirse ante la posibilidad de acabar bajo un régimen nazi.
En todos sus libros menciona a Buckminster Fuller.
El sistema necesita una profunda actualización. Votar cada cuatro años es ridículo cuando todo cambia a la velocidad de la luz. Me intriga mucho la idea de que internet pueda albergar una especie de democracia global
Junto a Oscar Wilde y Hannah Arendt, los tres pensadores han sido quienes más han influido en mi libro. En los sesenta, Fuller se dio cuenta de que tenemos una tremenda capacidad tecnológica, pero nuestras ideologías políticas y económicas nos impiden hacer que el sistema funcione para todo el mundo. Él entendió que tenía que haber una revolución en el diseño de todas las áreas. Su obra es un gran modelo para reflexionar sobre nuestra situación actual. Nuestro gobierno solo es un artefacto diseñado. Los padres fundadores hicieron lo que pensaron que era lo mejor en ese mundo, en el que todo iba mucho más lento. Ahora, con la velocidad a la que se mueve todo, el sistema necesita una profunda actualización. Votar cada cuatro años es ridículo cuando todo cambia a la velocidad de la luz. Me intriga mucho la idea de que internet pueda albergar una especie de democracia global donde la gente pueda conocer lo que está sucediendo, apoyar iniciativas o dejar de hacerlo cuando aparezca nueva información.
¿Cómo explora esos cambios en lo económico?
Hay muchos modelos de sociedades tribales que son pacíficas y no jerárquicas. Hay sociedades budistas donde nadie siquiera posee tierras. Poseer tierras es algo muy moderno. De alguna manera lo que argumento en el libro es que podemos aprender mucho sobre las culturas indígenas. Podríamos usar las herramientas que ha creado el capitalismo, como las economías de escala, el marketing o la distribución eficiente, para hacer un cambio global rápido. James Ehrlich, de la Universidad de Stanford, ha creado unas poblaciones regenerativas. Son viviendas modulares que se pueden fabricar y transportar y que integran cultivos hidropónicos, compost, energía renovable... Se pueden usar en comunidades de refugiados y la gente podría ser autosuficiente.
¿Y a nivel de conciencia?
Por ejemplo, los medios son como una máquina que produce subjetividad, conciencia. La gente tiende a no darse cuenta y todo el mundo cree que es un pensador libre, pero los pensamientos que uno tiene están en gran medida fabricados por los medios consumidos. Mucho dinero ha sido invertido para reforzar determinados comportamientos y también para que la gente no sepa que esos patrones de comportamiento han sido programados. Me refiero al hiperconsumo, por ejemplo. En los últimos años hemos visto la tremenda promesa que supone internet, pero la manera en que se ha desarrollado indica que esas promesas se han visto apropiadas u obstaculizadas por otros. Por ejemplo, Facebook es una herramienta pública pero está en manos privadas, incrustada en todo el sistema financiero corporativo. Esta red social no permite tomar decisiones de manera colectiva. Si tienes un grupo con cien mil personas, o un millón, imagina si pudiéramos hacer cosas juntos como boicotear a Monsanto o dejar de usar plástico. Podríamos sortear a los gobiernos y trabajar juntos.
Habla también de las habilidades psíquicas del ser humano.
Creo realmente, lo sé gracias a mis propias experiencias, que los humanos poseemos extraordinarias habilidades psíquicas. A lo mejor de forma inconsciente hemos creado esta crisis para poder acceder a estas habilidades latentes. Según algunas teorías, en el punto en el que nos encontramos ahora en cuanto a nuestras habilidades psíquicas, es como estábamos en el siglo xviii con la electricidad. Sabían que existía, pero no sabían qué hacer con ella, como transmitirla o almacenarla. Una vez que aprendimos a usarla, pudimos acometer cambios enormes en un corto periodo de tiempo. Solo hay que ver nuestras películas, los relatos populares cuentan lo mismo una y otra vez. Títulos como Matrix, Avatar, Star Wars y Harry Potter siempre van sobre el héroe que tiene que ir a una escuela para iniciarse y aprender a usar los poderes de su psique para enfrentarse a las fuerzas del mal. A lo mejor eso es algo real, como un arquetipo enterrado profundamente.
Menciona los ritos iniciáticos: experiencias que dan pie a un cambio en la conciencia colectiva, y lo vincula a la crisis ecológica a la que nos enfrentamos.
Es un tema recurrente en todo mi trabajo. Las sociedades anteriores a la civilización moderna ponían énfasis en la experiencia iniciática. Tendemos a creer que eso era una ingenuidad o algo cultural sin importancia, pero de hecho esas experiencias tenían una función mucho más profunda, como algo necesario para que el individuo alcanzara la madurez y así se hiciera responsable, no solo de sí mismo y sus necesidades, sino frente a la colectividad. Al tener una experiencia transpersonal, mística o visionaria, con la ayuda de los mayores que aporten un contexto que le dé significado, entonces uno se da cuenta de que su vida solo es una parte de algo mayor. Creo que hay una necesidad profunda para algo así. De alguna manera estamos biológicamente programados para la trascendencia. Carecer de esas experiencias nos lleva a actuar destructivamente: adicciones, guerras... Refiriéndose a la primera guerra mundial, Walter Benjamin pensaba que la humanidad tenía el impulso de alcanzar la fuerza cósmica. Podía hacerse colectivamente con ceremonias constructivas o a través de épocas de destrucción. Parece que ahora es ahí hacia donde nos dirigimos, porque tenemos las herramientas que lo permiten. Desde hace mucho tiempo ya sabemos que nuestra actividad es completamente destructiva para el planeta, pero no hemos podido detenerla o interrumpirla. Es como si en un nivel del subconsciente estuviéramos creando una crisis para forzar nuestra trascendencia.
Por un lado sí que vemos un despertar mundial, pero por otro también hay una reacción hacia un mayor racismo, machismo, más emisiones y saqueo de recursos naturales... Son dos enormes fuerzas enfrentadas.
A lo mejor las cosas tienen que alcanzar un nivel extremadamente grave para que nos despertemos y hagamos los cambios necesarios. Cuando el ser humano se acomoda puede caer en un estado de parálisis. Mientras podamos acudir al Starbucks a pedir un frapuccino la gente no hará nada. Mucho se ha revelado en estas elecciones. Las élites financieras y culturales no han hecho nada por la colectividad. Han creado estas burbujas de jets privados, vacaciones en Gstaad –la exclusiva estación de esquí de Suiza– o el propio Burning Man. Eso ha creado una enorme frustración entre quienes no se sienten incluidos. La desigualdad económica empeora, con Obama saltó por los aires, el medioambiente está más agotado y cada vez hay menos empleos de calidad... Si no pertenece a una pequeña élite, la gente está vetada de participar en alguna de las industrias creativas, que son las que permiten que el yo único pueda expresarse.
Si no es el cambio climático, será el plástico en los océanos o el colapso de la vida en ellos; si no es eso, será la deforestación y el fin de la biodiversidad. No puedo evitar el pesimismo. ¿Dónde podemos encontrar la esperanza?
Por el bien del futuro del planeta y de la humanidad, una de las mejores cosas que puede pasar sería un colapso económico global; necesitamos ralentizar este monstruo del desarrollo
Es obvio que somos una especie muy creativa e innovadora. Podemos acometer enormes tareas en un periodo corto de tiempo. Hace doscientos o trescientos años teníamos un impacto insignificante sobre el planeta. Descubrimos la electricidad, los combustibles fósiles y fuimos capaces de transformar la naturaleza geofísica del planeta, así que no hay razón por la que no podamos hacerlo de nuevo o hacerlo mejor. Nos enfrentamos a un peligro muy serio, pero eso también podría ser el acicate para una transformación positiva. Es casi mejor que haya ganado Trump y no Hillary, así todo se empujará hacia los extremos. Bajo el régimen neoliberal de Obama y Clinton, las desigualdades aumentaron, seguíamos invadiendo países, cometiendo ataques y asesinatos ilegales, y la ecología planetaria se iba al carajo. Hillary era una entusiasta del fracking. Por el bien del futuro del planeta y de la humanidad, una de las mejores cosas que puede pasar sería un colapso económico global; necesitamos ralentizar este monstruo del desarrollo. Estamos perdiendo entre ciento cincuenta y doscientas especies cada día, un diez por ciento de la biodiversidad del planeta cada diez años. ¿Cuánto puede continuar esto antes de que acabemos con el entramado de la vida y no haya posibilidad de continuar?