El filósofo y sinólogo norteamericano explica en Borrachos cómo nos intoxicamos en nuestro camino hacia la civilización.
Un buen vino con ese trozo de carne al punto, la cerveza helada con los colegas, el vermut del domingo con la familia, ese cubata bien frío cuando sales de fiesta, la sangría en las fiestas de tu pueblo, el chupito para los valientes… ¿Qué haríamos socialmente sin el alcohol?
Aunque la mayoría de la gente de hoy en día considera que el gusto de la humanidad por el alcohol es un error evolutivo, el filósofo y estudioso de la religión Edward Slingerland observó cómo la bebida desempeñó un papel importante en el desarrollo de la humanidad. Ayudó a un primate agresivo y desconfiado a construir sociedades a gran escala principalmente cooperativas e innegablemente exitosas. Slingerland sostiene que la embriaguez ha sido un rasgo definitorio de nuestra existencia desde que éramos cazadores-recolectores vagando por las praderas. Aunque el comportamiento no es exclusivamente humano –especies tan variadas como los murciélagos, las moscas de la fruta, los delfines y los renos utilizan sustancias para alterar su mente–, somos, con diferencia, los más adeptos a la bebida.
Nacido en Maplewood (Nueva Jersey) hace 54 años, Edward Slingerland estudió en las universidades de Princeton, Stanford y Berkeley. Su libro Borrachos: cómo bebimos, bailamos y tropezamos en nuestro camino hacia la civilización (Deusto, 2022) explora la propensión de los humanos a alterar nuestras mentes utilizando no sólo alcohol, sino también psicodélicos y otras drogas. Para Slingerland, sin embargo, el alcohol es el “rey de los intoxicantes”, ampliamente producido y consumido en casi todas las sociedades humanas porque fomenta la cohesión social, la confianza y la creatividad. Aunque es consciente de los problemas físicos y sociales que causa, afirma que sus beneficios menos conocidos son la razón por la que seguimos consumiéndolo. Slingerland es autor de seis libros académicos y dos de divulgación. También es autor y coautor de numerosos artículos académicos que han aparecido en publicaciones como Nature, Ethics, Annual Review of Psychology y Journal of the American Academy of Religion. Su libro de 2003 Effortless Action: Wu-wei as Conceptual Metaphor and Spiritual Ideal in Early China fue galardonado como “Mejor primer libro de historia de las religiones” por la Academia Americana de Religión.
Desde 2005 es profesor en la Universidad de Columbia Británica, originalmente en el departamento de Estudios Asiáticos hasta 2021, cuando se incorporó al departamento de Filosofía. Slingerland es el director de la Base de Datos de Historia Religiosa (DRH), una enciclopedia en línea, cuantitativa y cualitativa, de historia cultural religiosa. Sus especialidades de investigación e intereses docentes incluyen los Estados Combatientes (siglos V a III a.C.), el pensamiento chino, los estudios religiosos (religión comparada, ciencia cognitiva y evolución de la religión), la lingüística cognitiva (teoría de la mezcla y de la metáfora conceptual), la ética (ética de la virtud, psicología moral), la psicología evolutiva, la relación entre las humanidades y las ciencias naturales o la lengua china clásica.
En consonancia con su amplia gama de intereses, Slingerland trabaja simultáneamente en los departamentos de filosofía, psicología y estudios asiáticos de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver (Canadá). Estudioso de la antigua China, ha publicado una aclamada traducción de las Analectas –los dichos e ideas atribuidos al filósofo Confucio– y ha escrito extensamente sobre cómo los conceptos religiosos pueden informar a la ciencia cognitiva y a la teoría evolutiva.
Slingerland divide su tiempo entre Vancouver y el norte de California. Mientras hablábamos largo y tendido por videoconferencia, la soleada silueta de Vancouver, enmarcada por las montañas nevadas de North Shore, asomaba por las ventanas de su apartamento. Era mediodía, así que este periodista optó por acompañar la charla con un poco de hachís charas.
¿Cómo pasó de los estudios asiáticos a la antropología de la bebida?
“Mi hipótesis de que la cerveza antecedió al pan mantiene que el gusto por la intoxicación motivó el sedentarismo y el inicio de la civilización”
Parece aleatorio, pero en realidad el interés creció orgánicamente a partir de mis anteriores trabajos. En el pasado había trabajado el concepto de la filosofía asiática basado en la idea de una acción que no requiera esfuerzo, el wu-wei que significa “en ausencia”, en el que pierdes tu conciencia como agente y todo se vuelve espontáneo para ti. En la filosofía china encaran esta tensión sobre como puedes intentar no intentarlo, se fijan en esos momentos en que la espontaneidad es una necesidad y la llave para triunfar y se preguntan cómo esforzarse en ser espontáneos. Evidentemente, hay allí una paradoja. La parte del cerebro que intentas apagar es la que se activa. En la antigüedad china encontraron una gran variedad de ritos y respuestas para eludir esta paradoja, como meditar. Me di cuenta en un momento, durante la escritura de mi libro anterior, que un modo de evitar la paradoja es también la bebida. El alcohol apaga también partes del cerebro, así que empecé a pensar en ello como una herramienta de otras culturas para superar el intentar no intentarlo. El alcohol apaga nuestro cerebro sin usar el cerebro. Así que había una gran conexión entre mi anterior trabajo y éste.
¿Cómo se le ocurrió este ensayo?
Empecé a investigar en la literatura científica y antropológica del alcohol y encontré que no tenía sentido para mí la historia científica estándar sobre por qué nos gusta beber. Me pareció incorrecto que fuera todo un error evolutivo. Así que una vez empecé a analizar la literatura científica al respecto gané más motivación. Tardé un año de investigación y un año de escritura, que coincidió con la pandemia. Como trabajaba entre Canadá y Estados Unidos, porque mi pareja es de allí, cada vez que volvía a Canadá me tocaba hacer en solitario una cuarentena de dos semanas. Lo encontré solo útil para la escritura.
Una escritura, la de Borrachos, divulgativa. Rigurosa y erudita, pero menos académica que sus textos anteriores.
Sí. Y lo cierto es que disfruté escribiendo para una audiencia más amplia.
El alcohol nos domesticó
“La gente bebe porque el alcohol tiene algunos beneficios básicos como la reducción del estrés. Pero los dos motivos principales son el aumento de la creatividad y el aumento de lazos sociales”
¿Puede resumir las tesis del libro?
Que el gusto humano por la bebida no es un error evolutivo y que este no se descubrió por azar. Parece que antes de la agricultura estaba el interés en asentarse para que fermentara la bebida. Hay dos modos en los que el presente encara la bebida como un fallo evolutivo: que nuestro gusto por la bebida es una especie de hackeo, también que nuestra relación con la bebida es azarosa, que alguien por error descubrió el proceso de fermentación. De hecho, hay muchos motivos evolutivos por los que el gusto por el alcohol ha permanecido en nuestro acervo genético y en nuestro repertorio cultural. Mi hipótesis, sostenida en el libro, de que la cerveza antecedió al pan mantiene que el gusto por la intoxicación motivó el sedentarismo y el inicio de la civilización.
¿Por qué la gente bebe a pesar de los costes físicos del alcohol?
Porque tiene algunos beneficios básicos como la reducción del estrés. Pero los dos motivos principales son el aumento de la creatividad y el aumento de lazos sociales.
La famosa sociabilidad que da el alcohol.
Sí, por eso a los desconocidos se los suele recibir con abundantes cantidades de alcohol. Superar con éxito una noche cargada de alcohol es tal vez la mejor manera de ser aceptado en un nuevo entorno social.
“Por eso a los desconocidos se los suele recibir con abundantes cantidades de alcohol. Superar con éxito una noche cargada de alcohol es tal vez la mejor manera de ser aceptado en un nuevo entorno social”
¿Qué tipo de fiestas locas había en la Antigüedad?
En el libro hablo de rituales egipcios en los que todos bebían en el templo hasta quedarse dormidos y entonces, en mitad de la noche, los sacerdotes se escondían tras las estatuas para despertarlos a todos con trompetas y sonidos amplificados por las estatuas. Hay todo tipo de rituales dionisíacos de la Antigüedad relacionados con el etanol, en Egipto y en Grecia. En todos los lugares y épocas el alcohol y otros intoxicantes –kava, cannabis, setas mágicas, tabaco mezclado con alucinógenos– tienden a ser la ofrenda principal en los sacrificios a los antepasados y dioses, así como el centro de los rituales comunitarios. Lo que me llama la atención en realidad no es el uso que se le daba en la Antigüedad, si no el uso normal que le damos hoy en día en contextos sociales. La mayoría de los beneficios que te he mencionado antes suceden a un nivel muy cordial.
¿Cómo sociedad menospreciamos el colocón?
Vemos el colocón como algo hedonista, relacionado con el vicio, que solo se hace por placer y del que solo se obtienen daños. Sí, durante miles de años subestimamos el valor del colocón para aumentar la creatividad o los lazos sociales, para ayudarnos en la transición de pequeñas sociedades a grandes civilizaciones.
Mejor regular
“En todos los lugares y épocas el alcohol y otros intoxicantes –kava, cannabis, setas mágicas, tabaco mezclado con alucinógenos– tienden a ser la ofrenda principal en los sacrificios a los antepasados y dioses, así como el centro de los rituales comunitarios”
¿Sus tesis sobre el alcohol son también validas con la marihuana?
Hasta cierto punto sí. El cannabis tiene efectos cognitivos similares al alcohol, en algunas culturas se emplea como substituto. Pero hay un motivo por el que ha triunfado más el alcohol y eso es porque el cannabis tiene dos límites. El primero, que es muy difícil de dosificar, al fumarlo es muy difícil saber la cantidad que realmente llega a tus pulmones, y, si te lo comes, tarda un buen rato en hacer efecto, lo que también dificulta la dosificación. Otro problema es que el cannabis tiene efectos muy distintos sobre la población. A mí, al margen de las variedades, me pone paranoico y me da sueño. Hay gente a la que por suerte le da energía y ganas de bailar. El cannabis tiene efectos difíciles de prever. Pero está culturalmente muy relacionado con las culturas, lo hemos tenido con nosotros casi tanto tiempo como la cerveza, aunque, como digo, cuesta de prever el resultado de sus efectos.
¿Y con la cocaína?
La cocaína en realidad no está en el mismo grupo que el alcohol y la marihuana. No es algo que intoxique, es solo un estimulante. Tiene efectos en las endorfinas, pero no se relaciona con tu córtex frontal como lo hace el alcohol o el cannabis. No te da efectos de creatividad ni los beneficios sociales, es solo una cafeína concentrada muy cara. La cocaína no es un sustituto social del alcohol, tiene efectos muy distintos.
Teniendo en cuenta todo lo que hemos hablado, ¿no sería mejor regular las drogas que prohibirlas?
Absolutamente. La política prohibicionista ignora los beneficios sociales. Este es un tema de actualidad en Canadá. Respecto al alcohol, hay una nueva política de sanidad pública que sugiere que deberían beberse dos copas a la semana, que es lo mismo que nada. Dicen que no es una política prohibicionista, pero sí que lo es. La prohibición del alcohol es una posibilidad real en Canadá y creo que es un error porque no se fijan en el beneficio social. El principal problema es mirar el alcohol con las lentes médicas, únicamente. Sí que fisiológicamente puede decirse que tiene efectos negativos en el cuerpo, pero eso implica ignorar los beneficios mentales y el rol social. Hay lugares como España en los que cuesta imaginar un plato sin el vino que le toca. Creo que una política prohibicionista en nuestros países eliminaría los beneficios sociales.
¿Porqué se acusa al colocón de un falso misticismo?
Eso forma parte de los prejuicios adquiridos contra el uso de drogas, hasta cierto punto basados en el clasismo. En el libro hablo de Mircea Eliade, quien señalaba que los chamanes que usan drogas psicodélicas o cannabis están haciendo trampas, tomando un camino poco auténtico, un camino que, en cambio, a Eliade y a los que piensan como él, les parece correcto si se hace a través de la meditación. Esto está basado en un prejuicio en el que nos imaginamos a nosotros mismos solo como mentes, sin pensar que habitamos cuerpos. La meditación y la privación del sueño son técnicas como beber alcohol o fumar cannabis, solo son distintos modos de sintonizar nuestros cuerpos. Decir que uno es auténtico y el otro es falso es realmente un prejuicio clasista más que algo científicamente defendible.