Con el término exploitation se designa un subgénero de ficción, tanto en el cine como en la literatura, que se caracteriza por la explotación de temas relacionados con el comportamiento sexual humano, la violencia, las drogas y otros elementos que resaltan los intereses lascivos de la naturaleza humana.
La ficción de explotación –que nació en EE. UU. durante la década de los años 30 del siglo pasado– presenta escenarios eróticos o violentos de una manera irreal o magnificada, sin ser calificada como obscenidad o pornografía, lo que resulta clave en el éxito comercial de sus distintos formatos, especialmente dentro del mercado estadounidense: revistas pulp, cómics, cine, televisión, etc.
Este subgénero de ficción se vale de distintas temáticas lascivas, en ocasiones inmorales, que funcionan como elementos complementarios de la trama central de la obra. Por tanto, el erotismo en general, el sexo implícito, el sexo explícito, el sexo real, el semidesnudo, el desnudo, la homosexualidad, el transgénero, la masturbación, el sadomasoquismo y otras sexualidades no convencionales o alternativas, la ciencia ficción, el horror, la muerte, el asesinato, la masacre, el consumo de bebidas alcohólicas, el crimen, la delincuencia juvenil, el suicidio, la guerra, la mutilación, el canibalismo, la interracialidad, la prostitución, el abuso sexual, el secuestro, el crimen organizado, el desastre, los accidentes de tráfico, la detonación de armas, el maltrato animal, el aborto inducido y el ocultismo son algunas de las temáticas preferidas dentro de este subgénero.
Como no podía ser menos, el uso lúdico o recreativo de cannabis es uno de los temas exploitation preferidos, quedando de manifiesto en libros y películas como Marihuana, Reefer Madness (también titulada Tell Your Children y The Burning Question), Assassin of Youth, Marijuana Girl, etc.
Los venenos eufóricos (1936)
También en España hubo autores que se apuntaron a esta tendencia. Apenas unos meses antes del estallido de la guerra civil, el higienista y sexólogo Ángel Martín de Lucenay, pionero en la divulgación de ciertos temas considerados en la época como moralmente inaceptables, describía los efectos del “brutal cáñamo indio” en su libro Los venenos eufóricos con estas palabras tan propias de una ficción exploitation:
El cáñamo indio en cualquiera de sus formas ejerce sobre el organismo una acción aguda y rápida. Según la opinión de muchos investigadores, la iniciación en el uso de esta droga se obtiene por el deseo de intensificar las funciones sexuales y de experimentar voluptuosidades eróticas mientras se fuma el hatchis [sic]. No en todos los casos se observan estos resultados, si bien el fumador o el bebedor pueden evocar ciertas imágenes de esa naturaleza, de la misma manera que se forjan otros fantasmas de diferente significación.
Lo cierto es que, si bien al principio los deseos sexuales aumentan y existe un estado de erotismo muy acentuado, al cabo de poco tiempo, aunque los deseos no cesen, los mecanismos musculares sólo responden a las excitaciones psíquicas en expresiones muy débiles y poco duraderas.
Las primeras impresiones son de ansiedad, de inquietud y de angustia. Luego se experimenta una agradable sensación de bienestar seguido de una euforia estúpida, pues el narcómano siente deseos muy vehementes de reír y bromear con cualquier motivo. La risa suele ser convulsiva y el individuo parece como enloquecido, impresión que se acentúa más en virtud de unas reacciones extrañas de seriedad y de tristeza. Existe también un estado de confusión mental que no permite aclarar las ideas. En períodos sucesivos, a medida que el tóxico va obrando sus efectos, ese estado desaparece, y ahora todo resulta fácil de resolver: negocios, proyectos, amores, luchas, etc. Entonces se adquiere la certidumbre de que nada es imposible y todo puede realizarse, incluso las empresas más audaces y descabelladas.
[...]
Las facultades intelectuales quedan reducidas a la nada. En estos toxicómanos se desarrollan los instintos más perversos y feroces, mostrándose terriblemente irascibles. En uno de estos accesos no tienen inconveniente en asesinar a la primera persona o animal que se ponga por delante, haciéndoles responsables de sus disgustos. Es una locura perfectamente definida con todas sus características de violencia, agresividad y estados maníacos. La manía persecutoria es muy frecuente. El hatchischino [sic] es un sujeto siempre peligrosísimo, porque todas sus crisis se resuelven en algún acto delictivo más o menos grave, aunque algunos autores niegan esta particularidad. Lo que ocurre es que la embriaguez causa la degeneración más completa del sentido moral [...]
La pasión por el hatchis [sic] suele ser hereditaria por la impregnación de las células fecundantes de los dos sexos, ya que las mujeres también consumen esta substancia, si bien en menos cantidad que el hombre por ser menos vulnerables a sus efectos. El fumador o bebedor de cáñamo indio o de kiff hasta llegar a la embriaguez frecuente termina paralítico y sin fuerza alguna, acaso por causa del enorme dispendio de energías a que estimula el empleo de la droga. Es uno de los vicios más tiránicos, resultando imposible la supresión brusca del veneno, pues ello determina en todos los casos la demencia furiosa o la muerte del narcómano. He visto dos fumadores de cáñamo en Egipto que habían realizado los hechos más brutales. Uno de ellos consistió en atar a un banco a una niña de doce años haciendo que un asno practicase con la criatura una cópula monstruosa. Después la remataron descuartizándola, y la carne la vendieron en un campamento de nómadas diciendo que era de ternera.
[...]
Los preparados a base de cáñamo indio producen siempre excitaciones sexuales muy intensas y erecciones violentas y duraderas, aunque, como sucede con los demás estupefacientes, la realización de esas ilusiones sólo tiene lugar mediante vigorosos esfuerzos de la imaginación que se ve forzada a crear fantasmas eróticos y anhelos voluptuosos que jamás pueden ser disfrutados prácticamente.
Los primeros camellos detenidos en España
Ignoramos hasta qué punto las descripciones de Martín de Lucenay pudieron pesar sobre el ánimo de las autoridades gubernativas en un momento tan efervescente de la escena política española. Lo que sí sabemos es que ya se había producido una detención en España relacionada con la venta de cannabis. Concretamente 825 gramos yerba. Los detenidos eran un matrimonio de artistas en horas bajas, que antaño había formado un dueto cómico de cierto éxito conocido como Los Imán. Y no sólo fueron detenidos, sino que su foto se publicó el 27 de octubre de 1935 en el popular semanario gráfico Crónica con un pie de foto en el que se destacaba su precario estado económico: “Hoy viven casi en la miseria y para procurarse unas pesetas trataron de vender «marihuana» que habían traído de Méjico”. Tal era el perfil de las primeras personas detenidas en España por comercio ilícito de una sustancia considerada estupefaciente y sometida a control internacional.