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Ingenierías

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Somos los únicos animales conscientes de que moriremos sin remedio, y junto a las angustias derivadas de saberlo sería frívolo omitir sus compensaciones, pues la estética, la moralidad y el conocimiento faltarían en otro caso.

Somos los únicos animales conscientes de que moriremos sin remedio, y junto a las angustias derivadas de saberlo sería frívolo omitir sus compensaciones, pues la estética, la moralidad y el conocimiento faltarían en otro caso. Lord Byron, que se iba a dormir con rulos y bigudí para despertar con todos los cabellos en orden, lo resumió en su Don Juan diciendo: “La verdad es amarga, el árbol de la ciencia / no es el árbol de la vida”.

Pero han sido ramas del saber las responsables de cuadruplicar nuestra esperanza de vida, y quien sabe si de cambiar a fondo el rumbo, creando unos pocos inmortales en vez de innumerables mortales como hasta ahora, creando células regenerativas en vez de reproductivas. Eso evitaría la senilidad y el más patético de todos los esfuerzos, que es disponerse a luchar por la existencia precisamente cuando el cuerpo dejó de respaldarnos. La ingeniería genética quizá nos depare algo análogo al andrógino platónico, que se autoinseminaba hasta decidir divorciarse, convirtiendo así un mito sobre el comienzo en hoja de ruta futura. Cosas inauditas se han conseguido con la actitud del observador diligente, que tras estudiar cómo funciona la Naturaleza construye artefactos capaces de imitarla, y si alguna vez diésemos con un viviente que creciera sin agostarse empezaría otra historia.

La profesión de cazafantasmas

Por lo demás, en grandes letras el periódico de ayer calificaba como “monstruoso” el hallazgo de la primera célula nacida en laboratorio, y la biología molecular inquieta hasta el punto de producir una legislación internacional insólita, donde resultan prohibidas muchas cosas todavía imposibles, confirmando el prejuicio que ha acabado por reinar sobre el quimismo. Muchos creen a pies juntillas que lo natural auténtico está reñido con él, aunque el agua –el ser eterno y fértil por excelencia– combine dos átomos de hidrógeno con uno de oxígeno. Fritz Haber (1868-1935) “creó pan del aire” averiguando cómo fijar el abundantísimo aunque elusivo nitrógeno con una síntesis del amoniaco, y los fertilizantes derivados de ello nos permitieron llegar a los ocho mil millones, a menudo gordos o muy gordos, cuando las existencias de guano estaban a punto de agotarse. A pesar de que esto le convierte en el máximo benefactor material de la Humanidad, pocos le conocen, y varios prefieren recordar que contribuyó también al empleo de gases en la Gran Guerra.

Las drogas serían artificiosas por químicas, como los transgénicos, y es ilícito aplicar ingeniería a esos campos, mientras campa por sus respetos una ingeniería social que aspira abiertamente a purificar el mundo de clases, razas y criterios. El Libro de la Revelación –más conocido como Apocalipsis– abrió camino fantaseando con el exterminio de “las gentes principales y los comerciantes”1 , y el clero cristiano –por supuesto también el islámico– combatió al disidente como foco miasmático, mediante cruzadas que en principio dejaron de ser admisibles al llegar la secularización industrial. Pero no fue así, y las iniciativas depuradoras se agigantaron desde que Francis Galton, un primo hermano de Darwin, dotó generosamente la primera cátedra de Eugenesia, proponiendo aplicar al ser humano los principios de la cría vegetal y animal.

Decelerator Helmet, obra de Lorenz Potthast presente en la exposición +Humanos del CCCB.
Decelerator Helmet, obra de Lorenz Potthast presente en la exposición +Humanos del CCCB.

De ahí al prestigio del totalitarismo había un paso muy corto, y las mayores atrocidades recordadas se hicieron creyendo o bien que todo es herencia, raza, o bien que todo es educación, condicionamiento. En ambos casos, las operaciones de limpieza recayeron sobre mesías de corte apocalíptico, que multiplicaron los campos de concentración para preservar a su Hombre Nuevo del contagio con cepas decadentes, y si no llega a ser por Inglaterra, y eventualmente Norteamérica, es dudoso que hubiese sobrevivido en Europa un solo gobierno democrático, quintaesencia de lo corrupto y anacrónico a juicio de bolcheviques y nazis.

Con todo, nuestros jóvenes rara vez se plantean el brote totalitario como lo que fue –una reacción ante las inseguridades del proceso democrático–, y tienden a ignorar hasta qué punto sus genocidios se justificaron con razones de corte científico, planteadas como leyes de salud social. Podemos negar que sea científica la distinción entre renovados y decadentes, de la cual penden todos los programas eugenésicos, y añadir que el cultivo del conocimiento reclama una libertad despreciada sistemáticamente por el totalitarismo2 . Pero los hilos del guiñol autoritario son lo bastante finos como para resultar invisibles, sobre todo en fases de milenarismo larvado, y fue la democrática Norteamérica quien más personas esterilizó a la fuerza por consejo de Galton, lanzando de paso una cruzada contra el alcohol y otros euforizantes que sería el único experimento eugenésico mundial, en teoría estrictamente científico.

Human Version, obra de Yves Cellie de la exposición +Humanos.
Human Version, obra de Yves Cellie de la exposición +Humanos.

Progresión y regresión

El país pasaba entonces de la Gilded Age –“la edad del Barniz Dorado”, creada por los magnates llamados barones bandidos– a la Progressive Era, donde el mismo anhelo de salud pública sostuvo iniciativas como purificar la democracia suprimiendo el derecho de voto para negros, inmigrantes y desarraigados. Mientras Europa continental y Rusia entregaban las riendas del destino a autócratas redentores, Norteamérica veía surgir una alternativa al bipartidismo en la alianza del Prohibition Party con el Ku Klux Klan de los años veinte y treinta, cuyos ocho millones de afiliados superaban por diez mil cualquier respaldo previo o posterior del grupo. El pacto fructificó en 1919, con una prohibición general de bebidas alcohólicas, pensada para “cerrar las puertas del infierno, devolviendo la sonrisa a madres y niños”.

Así nació el crimen sindicado en Norteamérica –como habían nacido las tríadas chinas en 1839, al prohibirse el opio–, y el cine nos sigue deleitando con películas sobre Bugsy Siegel, Legs Diamond, Dutch Schultz, Lucky Luciano y otros psicópatas de vida casi siempre muy breve. Pocos imaginaron que globalizar la guerra contra las drogas, como logró el presidente Nixon en 1971, convertiría a Capone en un chantajista de poca monta, comparado con los distribuidores de cocaína y heroína surgidos al amparo de una “contrainsurgencia” financiada por la CIA en el Sudeste Asiático, América Latina y Afganistán. También Pablo Escobar iba a ser un pequeño patrón comparado con los cárteles establecidos hoy en México, donde la corrupción permitió borrar del mapa un autobús con cuarenta y tres estudiantes. En los últimos siete años, el número de personas asesinadas allí supera la suma de muertos militares en las guerras de Irak y Afganistán,3 con protagonistas como los Zetas, un grupo formado en origen por el equivalente de nuestros geos que resucita el sacrificio a lo azteca, actualizando el cuchillo de obsidiana con motosierras.

Francis Galton, padre de la Eugenesia.
Francis Galton, padre de la Eugenesia.

Las consecuencias involuntarias de la acción son su única tarjeta de visita veraz, y ser mortales uno a uno no ha impedido que sea inmortal por ahora un espíritu civilizado, legítimamente orgulloso de inventos tan útiles como el derecho y la ciencia. Sin los ingenieros seríamos gente pobre en términos materiales, y lo que podemos exigir en asuntos como conservantes y estabilizantes es claridad en la composición de cada artículo. Si se prefiere, vida y química son inseparables, y es superstición pensar que lo llamado ecológico prescinde de agricultores y criadores dedicados inmemorialmente a una manipulación selectiva de semillas y especies, cosa tan natural a su vez como el tomate o el maíz antes de hacerse comestibles. Lo artificioso es suponer que el genoma o la euforia deben mantenerse ajenos para siempre al ingenio, y lo pagamos con innumerables personas que atraviesan los últimos días atiborrándose de drogas feroces, cuya única virtud es no ser analgésicas. “Todo –me decía hace poco alguien con cáncer de páncreas– antes de hacerme dependiente”. Por supuesto, esa persona depende de siete u ocho pastillas, pero como no le provocan bienestar se siente libre.

Transigiendo entretanto con quienes abogan por tratar razas, clases, criterios y hasta alcaloides como focos infecciosos, se nos olvida distinguir entre higiene y falta de respeto por la libertad e integridad del prójimo. Aunque la abundancia de proteínas e información nos vaya civilizando, la fantasía del paraíso celestial se prolongó en la de un paraíso terrenal –pendiente solo de que nadie discuta las órdenes del Guía–, y las nuevas generaciones no acaban de darle portazo al mesianismo. Como el Guía tampoco podría dar los primeros pasos sin el apoyo de alguna rabia ciega en sus guiados, nunca está de más recordarles que no hay solución simple, y mucho menos final, para ninguna de nuestras carencias. Solemos tener lo que merecemos, sin perjuicio de ir pasando fases más y menos afortunadas, en buena medida gracias a la química.

“El tipo judío”, composición fotográfica hecha por Fancis Galton en 1885 para sus estudios eugenésicos.
“El tipo judío”, composición fotográfica hecha por Fancis Galton en 1885 para sus estudios eugenésicos.
 
  • 1“Venid y reuníos para el gran yantar de Dios, a comer la carne de los señores y los líderes” (19:17-18). No será necesario cocinarlos, pues están ya tostados por las llamas telúricas de su venganza, que consuma el triunfo de los últimos sobre los primeros”
  • 2“Nosotros preguntamos siempre: libertad ¿para qué?”, empezó aclarando Lenin en 1919 al delegado del PSOE, Fernando de los Ríos
  • 3Según cifras oficiales del Instituto de Estadística mexicano, entre los años 2007 y 2014 murieron 164.000 civiles, frente a 103.000 que suman los conflictos de Irak y Afganistán.

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