Pasar al contenido principal

Camino a Kerouac

El llamado movimiento beat tuvo en Jack Kerouac a uno de sus máximos exponentes. El presente artículo repasa la biografía del autor de En el camino, novela convertida en paradigma de una generación que tuvo en las drogas y en el sexo su marca de identidad.

Atleta, patriota y presidiario

Jack Kerouac nació en Lowell, Massachusetts, en 1922. Era el hijo pequeño de una familia que provenía de la ciudad canadiense de Quebec. Cuando tenía cuatro años perdió a su hermano de nueve. Este hecho marcaría su infancia y el devenir de la familia. Su madre se refugió en la religión y su padre, que les abandonó, en el juego y la bebida. Ambos progenitores serían de una gran importancia en la vida de Kerouac. La prematura muerte de su padre le unió un poco más a la figura materna, de la que nunca pudo desvincularse.

Por sus dotes como jugador de fútbol americano, mereció una beca que le permitió estudiar en Columbia, donde conocerá a Allen Ginsberg y a William Burroughs. En 1942 se enroló en la marina mercante y, en 1944, su amigo Lucien Carr mata a su amante y Kerouac es acusado de ayudarle a eliminar las pruebas, por lo que es detenido y encarcelado. Su padre no quiso pagar la cuantía necesaria para sacarle por lo que “tuvo que cumplir prisión preventiva en la cárcel del condado del Bronx”. Por idéntico motivo se casó con Edie Parker, que “consiguió un préstamo de su fondo fiduciario para pagar la fianza de Jack”.

Tras unos meses viviendo con su circunstancial esposa y su suegra, regresa a Nueva York, donde frecuenta a Burroughs, Cassady y Ginsberg, con quienes enseguida forja una sólida amistad. El epistolario publicado nos muestra a un Kerouac lleno de inseguridades, propenso al alcohol y las mujeres: “Bill [Burroughs] y yo hablamos poco. Hubo mucho alcohol y locura encantadora, pero estoy seguro de que no encanto a Bill. Al final nos quedamos solos y fuimos en busca de mujeres”.

Alcohol y otras drogas

Pese a que el escritor sería un confeso consumidor de hachís, marihuana, LSD, peyote, morfina, codeína, heroína, ayahuasca, éter, bencedrina, Dexamyl, Obetrol y un amplio abanico de anfetaminas, nunca abandonaría la ingesta de todo tipo de bebidas alcohólicas, que a menudo alternó con otras sustancias donde prevalecía la marihuana. En sus diarios describe monumentales juergas que duraban varios días sin saber cómo: “Hoy, en casa, todo lo que sé es que estoy asustado de mí mismo [...] por haber vivido tan bien durante cuatro días con dos dólares”. En sus diarios abundan las anotaciones de sus innumerables borracheras. En marzo de 1948, anota: “Hoy decidí dejar de emborracharme, al menos de la manera en que lo hago habitualmente. Es curioso no haberlo pensado antes: empecé a beber a los dieciocho, y ahora que llevo ocho años bebiendo ocasionalmente, comienzo a no poder soportarlo ni física ni mentalmente. Fue a la edad de dieciocho, por otra parte, cuando la melancolía y la indecisión llegaron a mí –no es casualidad el vínculo–. Las resacas sacan de mí lo que yo llamo el ‘personaje andante’. Es de lo más fácil para mí derrumbarme mental y espiritualmente cuando bebo. Así que basta –me va a costar mucho apegarme a ello, pero tengo que hacerlo–. Parezco tener una pobre constitución para la bebida –y una más pobre aún para la idiotez y la incoherencia–”. Con apenas veinticinco años ya arrastra molestias intestinales, oculares y una flebitis recidiva que intenta paliar con sus paseos de costumbre.

Un hombre religioso

"Confeso consumidor de hachís, marihuana, LSD, peyote, morfina, codeína, heroína, ayahuasca, éter, bencedrina, Dexamyl, Obetrol y un amplio abanico de anfetaminas, nunca abandonaría la ingesta de todo tipo de bebidas alcohólicas"

A través de sus diarios constatamos su obsesión por escribir (anota el número de palabras que redactaba cada día) y los infructuosos intentos de vender sus novelas. Algo que, finalmente, logra: “La sensación que he tenido desde que vendí mi novela a Harcourt Brace es igual a lo que sientes cuando entras en una casa de putas por primera vez, a los diecisiete años, con tus dos dólares, y sabes simplemente que vas a ‘conseguirlo’, y sientes una tonta y nauseabunda excitación en el estómago”. Kerouac evidencia una contradictoria personalidad llena de zozobras. Preocupaciones religiosas de un fanatismo casi enfermizo con anotaciones trufadas de salmos. Tras la publicación de su primera novela, La ciudad y el campo (1950), Kerouac escribe: “Te agradezco, Dios, con todo mi corazón, por esta inmerecida buena fortuna [...], que llega años después de que te rezara para conseguirla. […] Y te prometo, Dios –y creo que lo sabes–, que continuaré siendo consciente de mi deuda con la vida misma y que seré agradecido pase lo que pase. Enséñame a seguir siendo tuyo, y no del mundo; y acumula tu gracia sobre mis escritos, tal como lo has hecho. Enséñame a ver. Enséñame a orar. […] Enséñame a no temerte, sino a comprender tus misteriosos deseos, para poder obedecer”. Quienes le conocieron sabían que “estaba profundamente marcado por la educación que había recibido de sus padres en el pequeño pueblo canuck de Lowell”.

El sentimiento de culpa y su tendencia a la depresión también están presentes en su diario: “Me siento viejo y acabado [...], únicamente trabajo y me siento más solo que nunca […]; es como si fuera a morirme pronto”. Poco antes de morir, Kerouac concedió una entrevista a The Paris Review, de reciente traducción, donde vemos que su religiosidad también giró hacia el budismo, la filosofía oriental e incluso la numerología: “Estoy bastante obsesionado con el número nueve, pese a que me dijeron que mi número debería ser el siete, porque soy piscis: trato de hacer nueve flexiones al día, es decir, me paro de cabeza sobre una esterilla y toco el suelo nueve veces con las puntas de los pies sin perder el equilibrio”.

En el imprescindible compendio de entrevistas de Jean-François Duval sobre la generación beat, Allen Ginsberg apunta que Kerouac era un romántico de Estados Unidos, país que contemplaba “como un gran poema”. Para Ken Kesey, su amigo “trasformó Norteamérica a los ojos de los propios norteamericanos […] Lo que escribió Jack afecta a toda la nación, a todo el pueblo norteamericano, con esa nueva conciencia que adoptaba de sí mismo y todos los sentimientos que impregnaban la época”. Sin embargo, “Jack era demasiado vulnerable y tenía muchos defectos”.

El autor de Aullido (1956) reconoce que el mito de Kerouac “no tiene nada que ver con su muerte. Es simplemente porque escribió mucho y su obra es considerable. Yo no soy más que un alumno de Kerouac, mi poesía procede de la suya, es una imitación”. Y cuenta la influencia que tuvo su obra en otros mitos yanquis como Bob Dylan. “Para Bob, la poesía de Kerouac ha sido una inspiración decisiva. Él mismo me contó que en 1959 había leído un libro de poemas de Kerouac, Mexico City Blues, y hasta qué punto lo había impresionado. Le pregunté por qué motivo exactamente, y me respondió: ‘De todos los poetas estadounidenses que he leído, Kerouac es el primero que escribe con ritmos propios”.

En el camino

Kerouac recorrió Estados Unidos de costa a costa. Fruto de estos viajes junto a Allen Ginsberg, Neal Cassady y William Burroughs, nació su famosa novela En el camino (1957), de la que Francis Ford Coppola compró los derechos y produjo su adaptación al cine dirigida por Walter Selles en el 2012. Gracias a sus viajes a México para visitar a Burroughs, nació el relato Tristessa (1960), donde Kerouac narra el platónico enamoramiento de una prostituta, en una atmósfera de morfina. El relato detalla la sordidez del hampa y los efectos del opiáceo en la percepción amorosa y el deseo sexual, todo ello salpicado de arrebatos religiosos y sentimientos de culpa que le acompañarán siempre: “En el libro no puse que al final me la tiré […] No fue una conquista, porque se quedó frita enseguida por la morfina. De hecho, yo me había recorrido toda la ciudad hasta los barrios bajos para llevársela: ‘Aquí tienes lo tuyo’. ‘Shhhhhh’, me dijo ella, y se metió un chute. Entonces me dije: ‘Ah..., esta es la mía’, y así conseguí mi pequeña recompensa perversa. […] Tristessa significa ‘tristeza’, pero su nombre real era Esperanza. Ahora está casada con el jefe de la Policía de Ciudad de México”.

Otras obras de Kerouac son Los subterráneos (1958), que compuso en tres días a base de bencedrina “a partir de Memorias del subsuelo (de Dostoievski)”; Doctor Sax (1959), escrita en un váter de México “para poder aislarme de los otros huéspedes del apartamento”: el libro tiene “un estilo bastante alucinatorio, porque lo escribí fumado de marihuana todo el día”; El poemario Mexico City Blues (1959) se escribió bajo los efectos de opiáceos; “El poema 230 […] lo escribí enteramente bajo el efecto de la morfina. Entre cada verso de ese poema pasó una hora [...] del cuelgue de morfina que tenía”; Big Sur (1962), que narra “una historia bastante sencilla”, un delirium tremens alcohólico, y Satori en París (1966), “que es el primer libro que escribí con una copa en la mano (coñac y whisky de malta)”. También fue Kerouac quien mecanografió en Tánger buena parte de El almuerzo desnudo (1959), de William Burroughs. Fueron noches de insomnio y pesadillas en donde “veía grandes vergas metidas en mi boca”, mientras fumaba “un poco de hierba o kif, como lo llaman allí”.

Cassady y las mujeres (de Jack)

En su epistolario, Kerouac confiesa: “Me cuesta no desear relaciones sexuales en el trato con las mujeres”; otras veces comenta: “He estado en celo”. En su diario apunta varias aventuras con chicas menores de edad, tendencias que compartió con Neal Cassady, amigo con el que recorrerá Estados Unidos y convertirá en protagonista de buena parte de su obra bajo diferentes heterónimos. Es el Dean Moriarty de En el camino y el Cody de sus Visiones. Neal se había casado con LuAnne Henderson cuando ella tenía quince años. En enero de 1949, Kerouac anota en su diario: “Neal molió a golpes a LuAnne [...] Lucien [Carr] y yo quedamos un poco shockeados. Sin embargo, todos fuimos al club nocturno de bepop Clique, donde Neal le sacó dos dólares de la billetera a LuAnne. Estoy desilusionado, pero interesado en este salvajismo de Neal”. Cassady se divorció para casarse con Carolyn Robinson, mujer instruida “de una clase social unos cuantos escalafones por encima de la suya”. En el libro Off the road: Twenty years with Cassady, Kerouac and Ginsberg (1990) y en el documental Love always, Carolyn (2011), se muestra el triángulo amoroso que mantuvo la pareja con Jack Kerouac. Por su parte, el escritor se casó por segunda vez en 1952 con Joan Haverty, con quien tuvo una hija a la que nunca reconoció y a la que vio dos veces en toda su vida. Según Carolyn, Kerouac: “creía que tenía que mantenerse libre, no comprometerse con nada que pusiera en peligro aquel proyecto” de convertirse en escritor. “Él tenía unas ideas muy definidas y rígidas sobre la familia y la educación”. Su diario está lleno de anotaciones en ese sentido: “La esperanza de rescatar a mi madre de una vida de desilusiones y sacrificios, y la esperanza de formar un hogar, una familia, tener una tierra, todos los sueños de un loco que ni siquiera es capaz de cuidarse a sí mismo”. Por la vida de Kerouac pasaron otras mujeres como Joyce Johnson, autora del excelente Personajes secundarios (1983), hasta que en 1966, cuando su salud estaba muy deteriorada, se casó por tercera vez con Stella Sampas, cuatro años mayor que Kerouac –según Johnson– “para que cuidara de su madre, que se había quedado inválida”.

Entre tanto, su amigo Cassady es encarcelado por la tenencia de “tres porros de marihuana”. Su mujer Carolyn no quiso pagar la fianza, lo que hizo que la relación se deteriorara un poco más. El carisma de Cassady, unido a sus dotes al volante, hicieron que Ken Kesey se fijara en él para pilotar el autobús con el que junto a los Merry Pranksters recorrerían el país de costa a costa.

El final del camino

"La muerte le sorprendió bebiendo whisky. Una hernia no tratada, una pelea reciente y un hígado vapuleado le produjeron una hemorragia hepática"

Duvall escribe que el motivo inicial del famoso viaje de Kesey, Cassady y los Pranksters fue la promoción de A veces un gran impulso (1964), la segunda novela del autor de Alguien voló sobre el nido del cuco (1962). Neal quería que la comitiva conociera a Jack, pero el encuentro no fue lo esperado. Kesey recuerda: “Kerouac se sintió incomodado. Tenía cuarenta y dos años, y nosotros éramos como esos chicos que vienen a visitarme hoy en día y se imaginan que soy el mismo que cuando tenía treinta y dos […] Hoy lamento profundamente que ese único encuentro con Kerouac fuera tan desafortunado. En particular, al Kerouac patriota no le gustó nada que los Pranksters quisieran sentarlo sobre una bandera de Estados Unidos y anudarle otra al cuello”. El homenaje no salió según lo esperado. “El propio autobús estaba adornado con banderas estadounidenses. Nos pasamos toda la gira psicodélica agitando ese estandarte porque nuestro viaje era un canto a la gloria de Estados Unidos y a la vez porque aquello añadía colorido al festejo”.

Carolyn Cassady aseguró: “Kerouac empezó a beber mucho para afrontar el éxito” que le procuró la publicación de En el camino, en 1957. Sin embargo, hay anotaciones de su diario que fechan su dipsomanía mucho antes. Pese a que tomó todo tipo de drogas, Kerouac nunca pudo abandonar el alcohol para sobrellevar su tormentosa vida. Lo necesitó para atender a la prensa y dar la imagen que se esperaba de él. La muerte en México de Neal Cassady en 1968 fue un mal presagio para él. La muerte le sorprendió bebiendo whisky. Una hernia no tratada, una pelea reciente y un hígado vapuleado le produjeron una hemorragia hepática contra la que no pudieron hacer nada varias transfusiones. Kerouac falleció en la madrugada del 21 de octubre de 1969. Tenía cuarenta y siete años.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #288

Comprar versión impresa

Te puede interesar...

¿Te ha gustado este artículo y quieres saber más?
Aquí te dejamos una cata selecta de nuestros mejores contenidos relacionados:

Suscríbete a Cáñamo