76 Dead Boys. “Ain’t it fun” (del álbum We have come for your children, Sire, 1978)
“No tiene gracia cuando estás siempre escapando / no tiene gracia cuando tus amigos desprecian aquello en lo que te has convertido / no tiene gracia cuando te pones tan ciego que no puedes ni correrte / no tiene gracia cuando sabes que vas a morir joven / es tan divertido / no tiene gracia cuando te cuidas del número uno / y no tiene gracia cuando sientes que tienes que conseguirte un arma / no es gracioso cuando parece que no puedes encontrar tu l-l-lengua / porque te atascaste en lo profundo de algo que realmente dolió / es tan divertido / algunos se me acercaron y me escupieron a la cara / pero ni siquiera lo sentí, qué desgracia / golpeé con mi puño a través del cristal, sucedió tan rápido que ni siquiera lo sentí / no tiene gracia cuando le dices a ella que solo es un coño / no tiene gracia cuando se larga y te deja en la mierda / no tiene gracia cuando se separan todas las bandas que formas / no tiene gracia cuando sabes que vas a morir joven / estoy muerto, estoy muerto, estoy muerto”. Ideario existencial del punk-rock norteamericano heredado de The Stooges, el de esta canción resume su faceta más reflexiva. La escribía a los veintiún años Peter Laughner, crítico de rock y miembro de Rocket from the Tombs, banda embrión de la escena underground del Cleveland de los primeros setenta, de la que fue su principal reactivo, desgajándose de ella Pere Ubu, en los que permanecía por dos singles, y Dead Boys.
Trágico personaje, Laughner cumplía sus expectativas falleciendo a los veinticuatro. Fiel creyente del autodestructivo romanticismo de la estética rock, se convertía en potencial suicida, alimentado por el anhelo de dejar un joven y hermoso cadáver como culminación del automito. Alcohol y drogas le ayudarían en el empeño. “Lo peor que podías hacer en los albores de la escena punk –contaba su mujer Charlotte Pressler–, lo menos enrollado, era fumar marihuana. Pero las pastillas eran muy fáciles de obtener. Te podías ligar un frasco con cien cápsulas de Dexamyl por muy poca pasta”. Laughner se convertía así en antorcha humana en aras de alcanzar un ideal rock’n’roll, reflejando ese proceso en canciones como “Nunca me volveré a suicidar”, “La vida apesta” y “Ain’t it fun”. Irónicamente, yerba y Valium serían sus únicos consuelos cuando los médicos le advertían que tenía los días contados si no dejaba los vicios. Duro desafío para un quimérico del exceso. La versión original de “Ain’t it fun” puede localizarse en la antología póstuma de Rocket from the Tombs The day the earth met The Rocket from the Tombs, pero fueron Dead Boys los primeros que la publicaron oficialmente, en su segundo LP. En esa banda luego afincada en Nueva York, junto a Stiv Bators se encontraba el coautor de dicho tema, cuando contaba diecisiete años, el guitarrista Cheetah Chrome. Preguntado por el posible mensaje antidroga de “Ain’t it fun”, este lo desmentía: “Peter Laughner era la persona menos antidroga que puedas imaginar”. ¿Sería pues, la descriptiva de esa canción, un dechado de cínica ironía? Las interpretaciones están abiertas a la hora de evaluar ese siniestro sucedáneo de “No fun”, de The Stooges. Según su colega, el también crítico Lester Bangs, Laughner padecía como todos sufrimientos y compulsiones: “Pero, al menos en parte, murió porque quería ser Lou Reed”. Grotesco corolario, este, para un genuino poeta de la sabiduría según William Blake. Guns N’ Roses redescubrieron “Ain’t it fun” a las jóvenes generaciones de los noventa, incluyéndola en su álbum de versiones The spaghetti incident?, 1993.
75 The Style Council. “A man of great promise” (del álbum Our favourite shop. Polydor, 1985)
Miembro fundador de The Jam, la banda neomod que lanzaría al estrellato a Paul Weller, el guitarra rítmica Dave Waller la abandonaba en 1973, al año de su formación, para concentrarse en la poesía. Compañero de colegio de Weller, seguiría presente en la mente de este, sugiriéndole títulos de canciones y sirviendo alguno de sus poemas como base para canciones de The Jam. Movido por la admiración, Weller también le editaba un poemario en su editorial Riot Stories, Notes from hostile street. El homenaje final se lo rendía en el segundo álbum de The Style Council, con motivo del fallecimiento de Waller en 1983 a causa de una sobredosis de heroína, a la que ya había dedicado un poema. “No me sorprendió su muerte –diría Weller–. Intentamos disuadirle de que tomara drogas, pero había algo autodestructivo en él. Ya en la escuela leía Junkie de Burroughs y estaba muy metido en el tema”. Con “A man of great promise” lamentaba Weller el desperdicio de un valioso potencial humano: “Compré el periódico ayer y vi tu necrológica / leí que habías muerto en el dolor / y no pude comprenderlo / Dios sabe que habría cambiado eso de poder hacerlo / pero no hay marcha atrás / y lo hecho hecho está para siempre / pienso en lo que podrías haber sido / un hombre lleno de posibilidades / pero parece que olvidaste el sueño / y que cuanto más veías más odiabas / pero no hablemos de culpa, en lo que solo es algo natural / como la polilla que se dirige a la llama / tenías una pasión peligrosa”.