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100 canciones sobre drogas (4)

"Damas y caballeros, compatriotas americanos, soy James Brown. Quiero hablaros de uno de los más mortíferos asesinos en nuestro país actualmente. La otra noche tuve un sueño, estaba sentado en mi sala de estar, cabeceando somnoliento, de modo que empecé a soñar. Soñé que caminaba por un lugar y veía un objeto raro y extraño. Estaba de pie y hablaba a la gente, y me enteré de que era heroína, esa droga mortífera que se te mete por las venas."

92 Frank Ocean. “Crack rock” (del álbum Channel Orange, Def Jam, 2012)

En su álbum de presentación, el rapper de Long Beach incluía dos canciones relativas a las drogas. “Pilot Jones” analizaba la dependencia emocional de la que se sirven los adictos para implementar políticas de afinidad, pero acaparaba la atención con su jazzística untuosidad a lo Gil Scott-Heron esta descripción de los altibajos anímicos producidos por el consumo de crac. Se situaba la acción en la ciudad de Little Rock, juego de palabras relativo a las rocas de crac enmarcado en un constante double entendre: “No eres consciente de lo poco que importas hasta que estás solo / en medio de Arkansas y con una única roca de crac en tu pipa de cristal / Solías salir con una rubia, y os poníais muy ciegos / porque ambos andabais muy metidos en el asunto / Lanzando rocas a casas de cristal / fumas rocas en casas abandonadas / lanzas rocas y destruyes tu hogar / Gesticulas y balbuceas, hurtas y robas / para conseguir la dosis que anhelas / La familia dejó de invitarte a sus celebraciones / no te permitirán sostener a su bebé”. En los últimos versos de la canción, Ocean reflejaba la corrupción y/o desidia gubernamental en materia de drogas escenificando una conversación en la que un policía presiona a un adicto para que ingrese en su nómina de camellos, tiroteándole al negarse aquel. “Y nadie escuchó nada / nadie escuchó los disparos / nadie escuchó caer los casquillos / nadie interrumpió la paz para levantar una revuelta / nadie interrumpió el nirvana / nadie quiso estropear el subidón de la roca de crac”.

91 James Brown. “King Heroin” (7” Polydor, 1972)

James Brown

Explayando su faceta de líder simbólico de la comunidad negra estadounidense, racialmente ambiguo, debemos añadir, el Padrino del Soul y Super Master del Funkiverso se las daba de Martin Luther King y tenía su propio sueño verité, una distopía en la que la heroína reinaba, causando estragos entre los suyos. Admonición moral que pretendía concienciar a las víctimas de esa plaga, el recitado de “King Heroin” se basaba en un texto-poema escrito por Many Rosen, dependiente de un deli de la séptima avenida de Manhattan, que lo redactó en primera persona, poniéndose en la piel de la propia droga para articular esta deprimente parábola de la que Brown intentó servirse con objeto de recuperar el público de base perdido a causa de su apoyo a la reelección de Richard Nixon.

“Damas y caballeros, compatriotas americanos, soy James Brown. Quiero hablaros de uno de los más mortíferos asesinos en nuestro país actualmente. La otra noche tuve un sueño, estaba sentado en mi sala de estar, cabeceando somnoliento, de modo que empecé a soñar. Soñé que caminaba por un lugar y veía un objeto raro y extraño. Estaba de pie y hablaba a la gente, y me enteré de que era heroína, esa droga mortífera que se te mete por las venas. Y lo que dijo fue: vine a este país sin pasaporte y desde entonces he sido buscado y deseado. Mis pequeños granos blancos no son sino basura, blandos, mortales y de un gusto amargo. Soy un mundo de poder y todo lo que sé es verdad. Pruébame una vez y tú también lo sabrás. Puedo conseguir que un escolar olvide sus libros, y que una belleza mundialmente famosa descuide su aspecto. Puedo conseguir que un buen hombre abandone a su esposa, y que un hombre codicioso vaya a la cárcel para el resto de su vida. Puedo conseguir que un hombre traicione a su país y su bandera, que una chica venda su cuerpo por una papela de cinco dólares. Algunos creen que mi aventura es placentera y emocionante, pero pondré una pistola en tu sien y te haré matar. Me he abierto camino en bolsas de celofán, hasta llegar a jefes de estado y niños que juegan. Me financian en China, corro por Japón, me respetan en Turquía y soy legal en Siam. Hago adictos y les obligo a robar, pedir y mendigar, y a buscarse una vena en su brazo o en su pierna. Sea italiano, judío, negro o mexicano, puedo hacer que el hombre más viril olvide su sexo. Tío, debes, y lo sabes, hacerlo lo mejor que puedas para mantener tu hábito hasta que te arresten. La policía te ha privado de mi protección, ¿puedes creerlo?, se han atrevido a desafiarme, a mí, el rey. Tienes que permanecer en prisión, donde no puedo visitarte o escribirte. Retuércete desazonado, sacúdete y tose. Seis días de locura y podrás librarte de mí. Maldíceme por mi nombre, desafíame de palabra, pero me tomarías ahora mismo si estuviese a tu alcance. A lo largo de la sentencia has aceptado tu destino. Escuchadme ahora, jóvenes hombres y mujeres, os estaré esperando a las puertas de la prisión. No temáis ni corráis, no me han atrapado. Tan cierto como que me llamo heroína, volveréis a probarme. ¡Mirad! Estáis enganchados, el pie en el estribo, apresuraos, montad el corcel y cabalgad como es debido. El blanco caballo de la heroína os llevará al infierno, os llevará al infierno hasta que estéis muertos. Muertos, hermanos, muertos. Esta es una revolución mental. Aclaraos las ideas y alejaos de las drogas”.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #237

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