Podrá ser, la imagen de Lou Reed simulando que se pinchaba el antebrazo mientras cantaba “Heroin”, la más icónica de las que en los setenta normalizaron y romatificaron el compuesto rock & drogas. Pero la politoxicómana maratón corrida por The Stooges entre 1968-1974 ilustra por excelencia la cruda realidad de esa simbiosis, responsable de tantas luces como sombras. Espejo de la de toda una generación, la ebria bacanal de la hoy mítica banda de Detroit queda vertebrada en la siguiente historia oral, extracto de la inminente segunda edición –ampliada y revisada– del libro The Stooges. Combustión espontánea.
Ron Asheton: Una noche nos comimos todos un ácido, y mientras esperábamos el subidón nos fumamos un peta y nos dedicamos a buscar un nombre para el grupo. De pronto dije: “hey, nos parecemos cantidad a los Three Stooges”. Parecía como si nos echaran de todos los restaurantes, como si la policía nos parara a todas horas, siempre nos perseguía alguien. Les dije: “tíos, ¿qué os parece si, ya que hemos tomado un ácido, nos llamamos The Psychedelic Stooges?”.
Iggy Pop: La única manera que yo tenía para obligar a los Asheton a ensayar era llevar conmigo un surtido de yerba o de hash. Éramos jóvenes y acabábamos de descubrir esas drogas, nos encantaban. Pillamos una casa juntos para intentar desarrollar allí nuestra música. Tomé ácido, conecté un órgano eléctrico que tenía en el sótano, puse el ampli a diez, dejé mi pie sobre el pedal y me pasé ocho horas así, escuchando. En otra ocasión nos fumamos DMT y visioné un enorme y detallado Buddha que se me apareció en el techo.
Ron Asheton: Iggy y yo ya habíamos estado en Nueva York en ocasiones anteriores. En noviembre de 1968, antes de fichar con Elektra, Iggy tomó STP por primera vez allí. No sabía que el trip iba a durarle tres días.
Iggy Pop: Dos gramos de speed de motero, cinco micropuntos de LSD y toda la yerba que pudiéramos fumar. Nos lo metimos todo antes de salir a tocar. Era una combinación perfecta para perder los sentidos. Justo antes de dejar los camerinos nos abrazamos en círculo como un equipo de fútbol y nos dimos coraje gritando: “muy bien, ¿qué vamos a hacer? ¡MATAR!, ¡MATAR!, ¡MATAR!”. Entonces tomamos el escenario.
"En algunos de nuestros últimos conciertos, Iggy se veía obligado a chutarse antes de salir a escena y vomitaba ante el público. En los ensayos empecé a echar cosas de menos y descubrí que Iggy estaba cambiando instrumentos por droga" (Ron Asheton)
Ron Asheton: Cuando Fun House salió a la venta, Iggy no estaba todavía enganchado a la heroína. La había esnifado ocasionalmente y se metía muchos ácidos, y a veces calmantes. Empezó a tomar seriamente heroína en el periodo que siguió a la publicación de Fun House, ya que actuábamos mucho y teníamos pasta para gastar. Llegó al punto de no poder cantar. En algunos de nuestros últimos conciertos, se veía obligado a chutarse antes de salir a escena y vomitaba ante el público. Empezó a fundirse la pasta del grupo y a vender nuestros amplis. Yo no estaba al corriente entonces, pero Iggy tomaba cantidad de ácidos antes de los conciertos. Poco después, bueno, yo siempre tenía mi habitación limpia, pero escaleras abajo, en la sala de televisión, parecía la casa de un rebaño de yonquis. Iggy siempre estaba allí, cabeceando con un cigarrillo pendiendo de su boca. En los ensayos empecé a echar cosas de menos y descubrí que Iggy estaba cambiando instrumentos por droga. Se gastaba toda la pasta en dosis. Cuando se quedó sin dinero cogió nuestros instrumentos.
Scott Asheton: Un roadie de MC5 y yo fuimos a un concierto de Funkadelic. Estábamos por el backstage e invitamos a uno de los músicos del grupo a fumar hash. Subimos a uno de los camiones de Funkadelic y el tío sacó un par de bolsitas con caballo. Lo probé y me sentó de puta madre. John Adams estaba limpio, seguía una estricta dieta macrobiótica y ni fumaba ni bebía. Pero para nosotros todavía era el tío mayor con un pasado chungo a sus espaldas. Había sido yonqui y se comportaba como un gánster. Tenía veintisiete años pero parecía más viejo. Estaba desintoxicándose en casa de nuestro mánager, Jimmy Silver. Jimmy le dijo que se viniera a vivir con nosotros. Con el colocón todavía encima, volví a casa y le expliqué a Adams lo que había hecho. Supongo que le desperté el gusanillo, porque se levantó de inmediato e insistió en ir a probar ese caballo. El hermano Iggy también se apuntó. Así es como comenzó todo. Pasamos un año totalmente colgados del caballo.
Ron Asheton: En aquellos momentos solo se trataba de experimentar. Todo el mundo controlaba el asunto, pero su derrumbe, y el mío indirectamente, fue cuando contratamos a un mánager de carretera llamado John Adams, que resultó ser un yonqui. Al principio solo esnifaban con él, pero sin saber yo ni cómo ni cuándo, todos empezaron a chutarse. Las cosas se pusieron feas. Dejamos de ensayar, teníamos cada vez menos trabajo, todos se habían encerrado en su pequeño agujero, viviendo en un mundo de ensueños de heroína. Solo se hablaba de cómo y cuándo pillar jaco. Y de robar o “tomar prestadas” cosas a la gente. Muchos eran tipos peligrosos y venían a nuestra casa en busca de su pasta. Malos tiempos.
Iggy Pop: A principios de 1970 las cosas estaban muy tranquilas. En abril o mayo, volviendo a Detroit de California, todo cambió. De pronto el desempleo estaba echando a la gente de Detroit, toda la atmósfera había cambiado, y empezamos a caer en las drogas duras y los tranquilizantes; hoy una cosa, mañana otra. Un día reparé en que Scott Asheton tocaba cada vez menos y peor. Me di la vuelta y vi que el timbal había desaparecido y que Scott se estaba durmiendo sobre la batería. Para justificarse me dijo que estaba escuchando mucho a Funkadelic y que ese rollo del groove le iba. El siguiente fin de semana estábamos tocando en Lima, Ohio, y la batería tenía menos piezas. La estaba vendiendo para conseguir caballo.
Ron Asheton: La heroína se apoderó de la vida de todos menos de la mía, y por ello tuve que hacer lo indecible...; atarme a una mujer y traerla a vivir conmigo, de ese modo tendría alguien cuerdo con quien hablar. Viendo lo que les estaba haciendo a ellos, yo no pensaba meterme heroína, y eso me excluyó del club. Las cosas se vinieron abajo.
Escuela de adictos
Iggy Pop: ¡Tomé tanta coca esas cuatro noches! En las fotografías de esos conciertos se me veía como un biafreño. Delgado no era la palabra.
Ron Asheton: Siempre que tocábamos en Nueva York se presentaba un tipo que nos regalaba un frasco de coca. Estábamos sentados en el backstage con Miles Davis cuando el tipo apareció, desparramando sobre la mesa un enorme montón de farla. Por nuestra parte ya teníamos los tubos preparados. Imagínate la escena, Miles Davis agachando la cabeza junto a The Stooges y... ¡Sniffffff! Nos lo metimos todo de una tacada.
"Me llamó Iggy diciéndome que ya no estaba en la banda. La verdad, aquello fue un alivio. Creo que no he tenido nunca otro trabajo del que deseara tanto ser despedido. Llevaba unas dos semanas esnifando heroína a diario, y cuando quedé fuera de la banda perdí también mis contactos para conseguir droga. Si llegan a tardar dos meses más en largarme, habría acabado hecho un yonqui" (Steve Mackay)
Steve Mackay: Venía cobrando en la banda unos 50 dólares a la semana, y de pronto empecé a cobrar 15 dólares, una bolsa de maría y otra de heroína. Finalmente un día me llamó Iggy diciéndome que ya no estaba en la banda. La verdad, aquello fue un alivio. Creo que no he tenido nunca otro trabajo del que deseara tanto ser despedido. Llevaba unas dos semanas esnifando heroína a diario, y cuando quedé fuera de la banda perdí también mis contactos para conseguir droga. Si llegan a tardar dos meses más en largarme, habría acabado hecho un yonqui.
Jimmy Recca: 1969 fue el año que Detroit se inundó de heroína. En lugar de acidheads, los chavales pasaron directamente a ser jonkies. Infectó todos los vecindarios, incluido el mío. Gente de la que nunca te lo hubieras pensado se estaba metiendo. Yo también lo intenté, pero me dije: “Esto no es a lo que quiero llegar, gracias a dios que tengo la música”. Al finalizar uno de los conciertos, recuerdo a un enorme tipo negro merodeando por el backstage y los camerinos. Iba vestido de motora, cargado de tachuelas y guanteletes. No tenía ni idea de quién era, pero por lo visto trabajaba para Sly Stone como guardaespaldas. Supongo que sabía donde conseguir heroína, de modo que conectó con Iggy y Scott. Se fueron los tres a la furgoneta y cogieron la vieja Stratocaster de Ron para cambiarla por heroína. Empeñaron la guitarra para conseguir el jaco. Yo no me enteré de nada, y Ron descubrió lo de la guitarra cuando ya estábamos de vuelta en Ann Arbor.
Bill Cheatham: Un día llamó un tipo de hacienda preguntando por Ron. Dijo que la banda debía un pastón en concepto de impuestos atrasados. El tipo amenazó a Ron, y la contestación de este fue: “Mira, tío, todos somos yonquis, no sabemos dónde está ese puto dinero”. Hacienda nunca más volvió a llamar.
Iggy Pop: Siempre pensaba que la banda podía trabajar más duro, que era de mi incumbencia conseguirlo, y eso creó resentimientos. Se volvió una carga. Y una gran excusa. Honestamente, había tensiones todo el tiempo, la cantidad de ácido que me metía, cosas así...; se convirtió en una carga para mi psique. La heroína era una forma estupenda de recuperar la calma. Y había por todas partes.
Ron Asheton: Al poco de ser rescindido nuestro contrato con Elektra, Danny Fields vino a Ann Arbor para comprobar si todas aquellas historias de yonquis que sobre nosotros le habían contado eran ciertas. Nos vimos en mi apartamento y allí mismo despidió a John Adams. Danny se había enterado de que transportaba drogas por todo Estados Unidos. Tomar un avión con él habría sido una locura.
Leee Black Childers: Era difícil vivir con Iggy porque pasaba por su fase más yonqui. Yo no tenía experiencia en ese sentido, no conocía sus habilidades como manipulador para que yo no advirtiera lo enganchado que estaba. Mi trabajo era mantenerlo sobrio, pero era demasiado rápido para mí. Con todos los roadies, groupies y miembros de la banda que corrían por la casa, era imposible cortarle el suministro.
James Williamson: Durante la grabación de Raw Power apenas nos metimos unas pocas drogas, aunque sí mucha bebida. Pero hacia el final conocimos a cierta gente y volvimos a tocar el jaco, aunque yo no diría que ese fuera el periodo de mayor abuso. Cuando volvimos a California fue cuando todo empezó de nuevo. Cuando tienes un problema de drogas, nunca lo superas. La forma en que vivíamos nos precipitó a ello. Teníamos mucha pasta y nos la fundíamos en droga. Acabamos metidos hasta el cuello.
Ron Asheton: Poco antes de volver de Inglaterra, cuando Raw Power ya se había grabado, los chicos descubrieron que en una farmacia de la esquina podían comprar codeína líquida. Puto James. En el último mes su habitación parecía un almacén de botellas de codeína. Él y mi hermano se pasaban el día bebiéndola. A partir de ahí volvieron a aparecer la heroína, las pastillas, la cocaína.
Iggy Pop: Al volver de Londres me alojé durante tres meses en el Beverly Hotel, a cuarenta y cuatro dólares la noche, básicamente para desengancharme, porque en Inglaterra me había vuelto a pillar del jaco. No salía del hotel. Leía, nadaba en la piscina, me acostaba a las ocho de la tarde. Después conocí a una mujer, la más bella que había visto hasta entonces, y resultó ser una yonqui. Recaí en el caballo. Nos encerramos en una espléndida casa en Beverly Hills, con todo aquel dinero y toda aquella heroína.
Leee Black Childers: Tenía un sitio para dormir, pero Iggy acababa en la calle, tirado sobre el asfalto. Se ponía ciego, perdía el conocimiento y caía al suelo, en Sunset Boulevard. La gente pasaba de él. No le importaba a nadie, era una broma. Así de insignificante era Iggy Pop en el mundo del r&r de la época.
Ciego en el cuarto de la fregona
James Williamson: Iggy había estado mal en los últimos conciertos y nada presagiaba que la tónica fuese a cambiar. El de Washington era un concierto importante, Iggy lo sabía, pero para entonces ya era una causa perdida. Estaba completamente fuera de control, a años luz de la cordura. Volvió a drogarse antes del concierto. Se metió seis rayas de cristal de TCH y empezó a ver marcianos verdes. Luego se quedó paralizado, incapaz de andar, de hacer nada. Faltaba media hora para el concierto. Estaba tan mal que pensamos en llevarlo al hospital, pero teníamos un concierto que dar, y cada concierto de esa gira era importante, porque si no nos pagaban no podíamos seguir adelante. Le necesitábamos. Llegamos media hora tarde a aquel prestigioso bolo, organizado por uno de los mayores promotores de la Costa Este. El hijoputa estaba tan cabreado con nosotros que cogió su reloj de oro, que debía valer unos quinientos dólares, y lo estrelló contra la pared. Dos de los pipas llevaron en volandas a Iggy hasta el escenario. No podía cantar, no sabía de dónde venía ni a dónde iba. Cada paso que daba perdía el equilibrio y caía, era cómico. El público pensó que formaba parte del espectáculo. Todo el mundo nos decía después: “Fantástico concierto, tíos”.
Leee Black Childers: A Iggy le gustaba iniciar a la gente en la heroína. No tengo ni idea de las razones que había detrás de aquello, pero viví con él ocho o nueve meses y le vi hacerlo muchas veces. Vivíamos todavía en una bonita casa en las colinas de Hollywood, Coral estaba ya con Iggy, e invitaban siempre a gente a la casa. Colocarlos le ponía a Iggy, supongo que era parecido al sexo. Les chutaba y observaba cómo penetraba la sangre en la jeringa. Observaba cómo se ponían por primera vez y eso le ponía a él.
Sylvain Sylvain: Johnny (Thunders) era un gran admirador de Iggy. Siempre andaban juntos ellos y sus novias, y una cosa llevó a la otra. Johnny es de esa clase de chavales al que ofreces su primer porro y al día siguiente ya se ha ligado una libra. Se chutaron juntos y ahí empezó la cosa. Johnny se colocaba al principio de vez en cuando, pero resultó ser la peor cosa que podías descubrirle, dados sus problemas y su confusión sexual. “¿Soy un chico o soy una chica?”. La heroína fue perfecta para calmar su ansiedad.
Ron Asheton: Una vez más, la gente quería que Iggy se rayara. Muchas personas le ofrecían cosas y él se ponía muy ciego. Estando en Los Ángeles, es muy difícil superarte a ti mismo durante seis noches consecutivas, y él lo estaba consiguiendo. Pero al final se encontraba hecho polvo. Estábamos ya listos para el segundo concierto y no podíamos encontrarle. Todos le buscamos por todas partes. Mario, el mánager del club, quería romperle las piernas a Iggy. Y con Mario no se bromeaba. Me dio por mirar en el cuarto de la fregona, y allí estaba Iggy. Ciego, inconsciente, desnudo. Alguien le metió algo de coca por la nariz y... Bing... Volvió en sí y salió a escena.
"Iggy dormía donde le acogieran. Normalmente se te presentaba en la puerta, ciego de Quaaludes, con un minivestido amarillo que dejaba a la vista su enorme polla. “Tengo frío”, te decía como único saludo, o bien “Estoy hambriento”. Te vaciaba la nevera y al cabo de un minuto intentaba montar una orgía contigo y tu novia" (Nigel Harrison)
Iggy Pop: La noche antes había tomado tantos tranquilizantes que cuando me desperté era incapaz de hablar. Una vez en Poor Richard’s tuve que inyectarme un gramo de speed y dos de coca para sostenerme en pie y poder articular las palabras sin perder el ritmo.
Nick Kent: Scott Asheton también había perdido la cabeza. Le dio por envolvérsela con una toalla durante los conciertos, según decía para resguardarse de las fuerzas negativas que rodeaban a la banda, aunque lo más probable es que lo hiciera para protegerse de los huevos y fruta podrida que les lanzaba la gente cada noche. Una noche Iggy y él salieron a cenar con dos atractivas mujeres. Fueron a un restaurante de lujo, y antes de pedir el primer plato Scott ya había sacado su toalla y se la había enrollado en la cabeza. Iggy supo entonces dos cosas: que el grupo estaba acabado y que seguramente él estaba mucho peor que Scott.
Nigel Harrison: Iggy dormía donde le acogieran, ya fueran mujeres o músicos conocidos. Normalmente se te presentaba en la puerta, ciego de Quaaludes, con un minivestido amarillo que dejaba a la vista su enorme polla. “Tengo frío”, te decía como único saludo, o bien “Estoy hambriento”. Te vaciaba la nevera y al cabo de un minuto intentaba montar una orgía contigo y tu novia.
Scott Asheton: Un mes más tarde de desmayarse en un aparcamiento recibió otro aviso. Estaba en un edificio abandonado, con una adolescente medio desnuda, y vomitó una sustancia de un color tan verduzco que supo que había descendido el último escalón. Así que ingresó voluntariamente en una institución mental cuya principal clientela eran mujeres de mediana edad desequilibradas a quienes habían abandonado sus maridos.
Iggy Pop: Me desperté solo en un edificio abandonado, detrás de Hollywood Boulevard, vomitando una bilis repugnante y verdosa. Iba por delante de mi época. Actualmente los sintecho son un problema habitual, lo mismo que los okupas. ¡Yo inventé la credibilidad callejera!