Pasar al contenido principal

Reggae revival

Reconexión con las raíces

“¿Reggae? Pero eso es música anticuada, ya no se hace reggae”. Esto me soltó mi amigo Rosco cuando le dije que había ido a ver a los Gladiators, un grupo jamaicano de los setenta. Mi primera reacción: reprimir un intenso deseo de estrangularlo.

“¿Reggae? Pero eso es música anticuada, ya no se hace reggae”. Esto me soltó mi amigo Rosco cuando le dije que había ido a ver a los Gladiators, un grupo jamaicano de los setenta. Mi primera reacción: reprimir un intenso deseo de estrangularlo.

La segunda: pensar en responderle que en Jamaica se había estado haciendo todos estos años dancehall, el hijo macarra del reggae; que en Europa y otras partes del mundo se produce reggae tan potente como el de la época dorada y, sobre todo, que en la misma isla ha surgido el reggae revival, que recupera el sonido y el mensaje consciente de la generación de Bob Marley. Preferí callarme, sí, porque, para empezar, Rosco no había superado la época Bee Gees (¡ojo!, que no será la única mención a los reyes del falsete), con lo cual todo eso del dancehall o las idiosincrasias del reggae francés le sonarían a chino. Además, en lo que al reggae revival respecta, yo tampoco tenía las ideas tan claras. Algunos directos y varios discos, pero no le había dado demasiada importancia.

Pero el breve intercambio con Rosco me dio que pensar. Quizá por eso al recibir la llamada de Cáñamo propuse escribir sobre esta nueva corriente, aunque nada más colgar me entró el pánico, ya que el revival es un tema espinoso sobre el que he oído opiniones favorables, pero también fieras críticas entre los reggae-adictos: que si no es más que marketing, que si es algo anecdótico sin seguimiento en Jamaica... Mi innata aversión al conflicto casi me hizo devolver la llamada y cambiar mi propuesta. Pero entonces escuché, varias veces, medio hipnotizado, Who Knows, de Protoje y Chonixx y la preciosa Running Away, de Raging Fyah (reggae revival ambas), y me dije que quizá debía mojarme y hacer caso a la letra de la segunda: “Si huyes de ti mismo perderás. / Tienes que ponerte en pie y luchar como un hombre”. Ya no había marcha atrás.

Chonixx: mucho futuro en las viejas formas. Foto: Joachim Maquet
Chonixx: mucho futuro en las viejas formas. Foto: Joachim Maquet

#RastasEnLaRed

“El dinero no puede comprar la vida”. Son, dicen, las últimas palabras de Bob Marley, 11 de mayo de 1981; una fecha que suele señalarse como fin del reinado del reggae clásico. Lo cierto es que los vientos de cambio en la música jamaicana ya se sentían antes, a finales de los setenta, con el auge del rub-a-dub, el embrión del futuro dancehall. Desde entonces, el público jamaicano se decantaría masivamente por este estilo, que sería al reggae lo que el hip-hop al funk: un retoño revoltoso del que a veces el padre reniega por su versión más extrema, de contenidos obscenos y violentos y con la coca como carburante. Pasemos por alto la larga explicación del porqué de este giro en la lírica jamaicana; dejémoslo en que, musicalmente, encaja como un guante con los recursos limitados de la isla, ya que en principio basta con grabar un ritmo digital y darle a un tipo el micro. Todo muy comprensible, tanto como el progresivo desinterés por la música producida en la isla por parte de la escena reggae del resto del mundo, que privilegió un roots reggae de la vieja escuela bien empapado por los graves del dub, un estilo denso y militante que sintoniza bien con los efluvios de la marihuana y un trasfondo contestatario de cuño rasta.

Esta división es muy simplista (a muchos fans nos gusta jugar en las dos bandas y el dancehall no es solo, ni mucho menos, chulos de gatillo fácil que compiten a ver quién la tiene más larga), pero ayuda a entender el bajón de producciones a la vieja usanza que se da durante treinta años en Jamaica. Hasta que hacia el 2011, como por arte de magia, irrumpe una generación de jóvenes que han crecido escuchando dancehall pero se sienten atraídos por los viejos sonidos roots y han absorbido como esponjas las enseñanzas del potente reggae que se hace fuera de la isla, así como los numerosos híbridos que ha ido dejando la música jamaicana. Esta apertura en lo musical se refleja también en los valores, ya que los mensajes rebeldes y positivos de Rastafari se aliñan con una óptica nueva, que resume muy bien el activista e ideólogo del movimiento, Dutty Bookman: “Primavera árabe. Occupy Wall Street. Reggae Revival. Todos envuelven una energía joven y un activismo en una época de mayor comunicación global y colaboración. Nosotros siempre construimos sobre los hombros de nuestros predecesores. No hay separación para mí. [...] La Revolución es un proceso continuo y nuestra Victoria es también la de nuestros mayores” (Carlos Monty, blog Natty in the Red).

Obviamente, no estamos ante desarrapados del gueto como en los setenta. El despertar espiritual toma forma a partir del 2008 en torno a una escuela de arte (Edna Manley) y en las veladas culturales del garito de surf Jamnesia, en Bull Bay, al este de Kingston. De esos círculos de jóvenes con estudios, muchos de ellos viajados, sale el núcleo duro –Protoje, Chronixx, Jah9, Jesse Royal, Kabaka Pyramid, Raging Fyah– de un contingente en cuyas filas musicales podríamos incluir a Iba-Mahr, Micah Shemaiah, Exco Levi, Addis Pablo & The Suns of Dub, Dre Island, Jah Bouks, Sevana, Dubtonic Kru y Pentateuch. Pero la riqueza de la nueva corriente no se canaliza solo en música, sino que abarca otras formas como poesía, pintura y cine, con iniciativas como Manifesto Jamaica, una organización que pretende “empoderar a los jóvenes a través de las artes y la cultura”.

Aunque encontramos invectivas renovadas contra el capitalismo muy al estilo Occupy y armas inéditas en el reggae como el yoga, muchas de las consignas del revival no difieren demasiado del clásico ideario militante rasta: lucha contra la opresión, Black Power, One Love, cantos al panafricanista Marcus Garvey o a Haile Selassie, el emperador etíope venerado por los rastas. Pero la gran novedad no reside en el mensaje sino en la adopción de las redes sociales como herramienta para difundirlo, con una estética audiovisual muy cuidada. Kingston Be Wise (Protoje), quizá el primer gran hit del revival, no se mide, como antaño, por los miles de ejemplares vendidos en Inglaterra, sino por los millones de visitas que tuvo en YouTube y su difusión viral en Twitter. El propio nombre, reggae revival, fue promovido por Bookman porque tenía pegada y, entre otras cosas, facilitaba su búsqueda en Google.

Este afán de visibilidad ha generado críticas entre los que creen que huele a chamusquina mercadotécnica. Algo que no niega Bookman, que habla abiertamente de “utilizar” los media para “movilizar”, y de la necesidad de que el revival escriba su propia historia en lugar de dejarlo en manos ajenas. Por otro lado, si lo que se censura es que algunos se hayan subido al carro como fórmula de promoción para sobrevivir en la caprichosa industria musical, me pregunto si le exigimos la misma pureza a muchos cantantes supuestamente rastas de los setenta. Y como dice Lloyd Bradley (autor de Bass Culture: la historia del reggae), cuando le pregunto si ve trampa y cartón en el asunto: “Si piensas en todas las cosas que Bob Marley cambió en su sonido y su imagen para ser una estrella del rock... Es absurdo pensar que alguien se meta en un estudio y saque un disco y no quiera vender tantas copias como sea posible”.

Dicen que el cantante y productor Tommy Cowan viajó a Nueva York para ver a Bob Marley durante la promoción de Uprising. Allí se lo encontró escuchando, ¡sorpresa!, a los Bee Gees (no digan que no avisé). “¿Pero qué haces escuchando a esos tíos?", dijo Cowan. “Venden millones de discos y quiero saber por qué”, respondió el viejo Bob.

Protoje al volante de la nueva ola jamaicana (Foto: Che Khotari)
Protoje al volante de la nueva ola jamaicana (Foto: Che Khotari)

‘Unity’

¿Apuntar a la liga internacional o pelear en los competitivos garitos de Kingston? La prioridad del revival parece ser jugar en Champions. Tanto por reabrir el baúl vintage del reggae y el dub, tan del gusto de los incondicionales extranjeros, como por abrirse a sonidos más mainstream como hip-hop, rock, pop o soul. Protoje, que se inició en el rap, admira a Black Keys y Nirvana, y le gustaría trabajar con Lana del Rey. Kabaka Pyramid se declara amante de Nas, Common, Lauryn Hill y Wu Tang Clan. Pero en el nuevo roots jamaicano tampoco le hacen ascos al dancehall (que, por otra parte, está también influido por el hip-hop y el pop digital). Porque lo llevan en su ADN –no hay más que escuchar a Kabaka o Protoje– y porque no desean abrir más heridas en el legado jamaicano: “Hay gente que quiere confrontar reggae frente a dancehall, pero para nosotros es solo una cosa, todos lo hacemos lo mejor posible para sacar buena música y volver a poner Jamaica en el mapa musicalmente”, dice Protoje.

Llaman también la atención dos aspectos musicales que alejan al revival del dancehall. El primero es la vuelta de las bandas en vivo (Raging Fyah , Dubtonic Kru, Pentateuch, la Indiggnation de Protoje, la Bebble Rockers de Kabaka Pyramid), un formato que aporta una dimensión orgánica en línea con los setenta –frente a los pregrabados del dancehall– e ingresos y visibilidad en las giras internacionales. La otra novedad reside, y quizá de ahí la insistencia en el término unity, en el carácter grupal con que se presentan estos artistas, como una pequeña comunidad que se mueve al unísono, en contraste con las rencillas a lo gangsta rap del dancehall. Se aprecia en las numerosas colaboraciones en directo y estudio, o en anécdotas como la de la actuación de Chronixx en el popular programa de Jimmy Fallon, en la estadounidense NBC: invitado por su meteórico ascenso en las listas, no se limitó a su hit Here Comes Trouble sino que incorporó material de Jah9 y Jesse Royal. “Pensé –dice Chronixx–, estoy en la tele nacional. No quiero que la gente piense que soy el único que se lo merece o el único que hace esto. Somos un ejército”.

‘Staying Alive’

Aunque en general la reacción a la nueva camada jamaicana ha sido de satisfacción por el regreso de las viejas sensibilidades, también ha habido lugar para las críticas y las dudas entre el exigente público reggae. Aparte de las ya mencionadas sospechas sobre la credibilidad del invento, se lamenta la denominación de revival, un término, y esto lo reconoce el propio Chronixx, que resulta divisivo, ya que no se puede resucitar lo que no ha muerto. ¿No son reggae todos los artistas, nuevas o viejas glorias, fuera y dentro de Jamaica, que han mantenido viva la llama todos estos años? También hay quien señala que la historia en cierto modo se ha magnificado por el aura mágica que envuelve todo lo que viene de la isla. Teniendo en cuenta las maravillas reggae que se hacen, por ejemplo, en Europa, África o Latinoamérica, puede parecer injusto que merezca tanta atención mediática un movimiento con pocos resultados tangibles hasta ahora y un alcance tan reducido en la propia Jamaica: Kabaka Pyramid dice, a ojo de buen cubero, que la proporción reggae-dancehall en el mercado jamaicano es de 20-80, y ya me parece muy optimista.

Pero aunque solo sea por el debate generado –buena señal– y por poner sobre la mesa otras formas y sensibilidades que parecían olvidadas en Jamaica, el intento habrá valido la pena. Aunque solo sea por la alegría para mis orejas que han traído tantos temas del revival (escribo esto escuchando Eezy Breezy, de Micah Shemaiah, y Preying on the Weak, de Jesse Royal). Aunque solo sea porque en los tiempos que corren vamos a necesitar mucho mensaje positivo. Aunque solo sea por puro egoísmo, y es que, aunque también bailo, pecador de mí, el dancehall más canalla, a veces me gusta que los ritmos que me emocionan tengan además un contenido con el que comulgue. Aunque solo sea para soltarle a Rosco a la cara: el reggae no solo no ha muerto sino que sigue más vivo y coleando que nunca. Jah Live!

Cañamo's playlists

Reggae Revival

Reconexión con  las raíces

Dame de la hierba

Jesse Royal
Jesse Royal

No podían faltar en el revival los himnos a la hierba sagrada, presentes en la música jamaicana desde la conexión entre rastas y roots reggae a principios de los setenta. Desde la irónicamente titulada “This is NOT a Marijuana Song” (‘Esto no es una canción de marihuana’), de Protoje –donde canta: “La hierba me mantiene cuerdo, me quita el dolor y detiene la migraña, le saco tanto que ¿de qué culparla?”– o “Herb Defenda” (‘Defensor de la hierba’), de Kabaka Pyramid, hasta “The Marijuana” y “Steamers a Bubble” (no os perdáis el vídeo), de Jah9, dos homenajes a las bondades curativas y espirituales de la ganja.

Pero las letras que más me han divertido hasta ahora son las de “Gimmie Likkle” y “Finally”, de Jesse Royal, una de las grandes promesas del movimiento que prepara su debut de largo. Si en “Gimmie Likkle” levanta la voz contra la represión policial antimarihuanera, en “Finally” celebra la despenalización parcial que entró en vigor en Jamaica en el 2015, con homenajes a viejos apologistas cannábicos como Peter Tosh, Jacob Miller y Yellowman. Aquí tenéis la traducción de las dos en versión libre (en “Gimmie Likkle”, reducida), que recomiendo acompañar de los explosivos vídeos en YouTube.

 

Gimmie Likkle / Dame un poco

Imagínate si pudiera fumar mi hierba en paz
sin preocuparme de la policía.
Qué mundo maravilloso sería.
Yo digo dame hierbitas para tranquilizar mis nervios
porque estoy cansado del sistema, no quiero ser víctima.
No, no, me lo tomo tranqui, tranqui, tranqui.
Pilla un rizla, pilla una cerilla.
Y luego quema la sucia Babilonia hasta reducirla a cenizas.
Porque Babilonia se pasea con pistolas muy largas
y yo no puedo caminar libre con mi chilum.
Por un porrito cobran un pastón...
Durante mucho tiempo veo que se repiten los errores.
Es hora de que el país se levante.
Tenemos que rechazar estas leyes
para que haya un progreso global.
Aunque la maría no sea lo tuyo,
tienes que reconocer la realidad.
La marihuana no hace daño a nadie;
es todo propaganda.
El alcohol te enloquece pero es legal,
porque les da mucho capital...
No soy un criminal, no molesto a nadie.
Mi hierba es medicinal, fumar no es un hobby.
Tú bebes café nosotros fumamos maría.
Si conocieras todos sus usos,
lo defenderías y no te preocuparías del abuso.
La sanación de la nación es la verdad.
Génesis 1:29 es mi prueba.
Así que dame hierbitas.

 

Finally / Por fin

Por fin este rasta puede fumar en paz,
sin que me moleste la policía.
Lo esperaba, yo rezaba, yo pedía que llegara este día.

Me acuerdo cuando tenía que esconderlo,
en mis calcetines o en los zapatos,
porque no quería que mi madre
me viera en las noticias.

El santo sacramento verdadero cambió mi visión
desde la primera calada, rezumaba inspiración.
La planta de marihuana no es una planta cualquiera,
me hace olvidar las limitaciones y las necesidades modera.

Dicen que te hace rebelarte, ¿rebelarte contra qué?
Los planes y tramas de Babilonia.

Por fin este rasta puede fumar en paz,
sin tener que huir de la policía...

Así que líate un porrito para el comisario
y otro para el ministro.

Un porrito para mis médicos, ¡¡boom!!
y otro para mi abogado.

Por fin este rasta puede fumar en paz...
Tosh lo esperaba, rezaba, pedía que llegara este día

Sinsemilla, índica y sativa.
La llamo mi tejedora de sueños.
Me quita el velo de los ojos.
Ahora me alzo...

Por fin este rasta puede fumar en paz
sin que le moleste la policía.
Killa Milla esperaba, rezaba, pedía que llegara este día...

Cinco mordiscos del León Revival

Ancient Future

‘Ancient Future’
Protoje (Baco, 2015)

El título lo dice todo: el alumno más atrevido del revival lanza una andanada que toca todos los palos, pasados y presentes. Arranque a lo Massive Attack, no solo en el nombre, en “Protection”; reciclaje roots en “Bubblin”, sampleando a Zap Pow, y ska en “Answer to Your Name”, sampleando a Prince Buster; dancehall por aquí, toques pop por allá... Protoje se saca de la chistera un tercer LP que muestra el infinito potencial del reggae. Colaboraciones de lujo –Kabaka, Mortimer, Jesse Royal, Sevana y el momentazo “Who Knows” con Chronixx–, letras ingeniosas, composiciones de altos vuelos y ningún miedo al futuro.

New Name

‘New Name’ 
Jah9 (Rorystonelove, 2013)

“Jazz on dub” es la fórmula con la que describe Jah9 el sonido de su poderoso debut, que la ha coronado como reina de la nueva corriente y convence por igual a fieles e incrédulos del revival. Y es que New Name delata su amor por Ella Fitzgerald o Dinah Washington, pero también trae potentes dosis de poesía dub y explosiones de graves como en “Preacher Man”, equilibrando una voz de gran diva soul con una fiera militancia político-espiritual (véase “Jungle”). Imaginen una Sade supervitaminada por el Black Power rasta e hipermineralizada por el reggae más sensual, y no irán mal encaminados.

Dread Terrible

‘Dread & Terrible
Chronixx (Chronixx Music, 2014)

Al niño bonito del nuevo reggae jamaicano, que llegó a las listas como un vendaval con su llamamiento rasta Here Comes Trouble, aún le falta un LP hecho y derecho, pero entre tanto este EP largo (“estirado” con tres dubs al final) ya demuestra que el fenómeno no es solo mediático. Con una voz resplandeciente, un repertorio con recursos (atención a “Rastaman Wheel Out” o “Spirulina”), un mensaje afrocentrista sin concesiones (hace poco causó gran revuelo su crítica a Obama) y muchas ganas de innovar, tiene todas las cartas para dejar impronta, y no solo en el reggae. Hay ganas de más.

Destiny

‘Destiny’
Raging Fyah (Corner Stone, 2014)

Quizá sea la poca atención que el ya magistral Judgement Day recibió lo que ha llevado a los Fyah, posiblemente la más completa banda del revival (la inmensa voz de Kumar Bent da tanta ventaja como tener a Messi), a dividir su segundo LP en dos mitades tan diferenciadas: un arranque con cortes juguetones de soul y pop y, tras un épico interludio gospeliano (“Brave”), una segunda parte con bajos rotundos a medio camino entre los Wailers más roots y el reggae UK (“Step outta Babylon” lo hubieran firmado los mejores Steel Pulse). Un disco que entra a fuego lento pero de largo recorrido.

Original Dread

‘Original Dread’
Micah Shemaiah (Descendant, 2015)

A mediados de los setenta, el dub estaba dando la vuelta a la tortilla de las producciones jamaicanas: ya no se grababa un tema normal y luego se desnudaba para crear el dub de la cara B; la canción se concebía desde el minuto cero como un dub y después se iban sumando elementos, incluida la voz. No sé si esa es la receta mágica de Original Dread, pero quizá ese sabor añejo explica por qué me fascina tanto el único LP del misterioso Micah, cuya voz de oro causó sensación en la Dub Academy del Rototom 2015. Como dice la luminosa “Eezy Breezy”: “No hay ritmo como el reggae cuando toca dub”.

Nota

Al más puro estilo colaborativo del revival, me han ayudado en este artículo: Dr. Decker (periodista musical, codirector de Sound System FM), Dreadful Danitomás (editorial Black Star), Santi Mijarra (reggae-activista), Lalo Flores (Asociación Cultural Reggae), Irie Papo (Sonidero Caribe) y Víctor Castro (periodista musical, blog Bass Culture).

Te puede interesar...

¿Te ha gustado este artículo y quieres saber más?
Aquí te dejamos una cata selecta de nuestros mejores contenidos relacionados:

Suscríbete a Cáñamo