El ingenio de los narcos es notable a la hora de ponerse apodos: la Barbie, el Mamito, el Mugre, el Boliqueso, el Winnie Pooh o el Erótico son algunos de los motes con los que hemos conocido a los traficantes más sanguinarios del mundo. De todos ellos, sin embargo, el sobrenombre que más estigma provoca se lo adjudicaron a Osiel Cárdenas Guillén, “el Mata Amigos”.
Entre los noventa y principios del nuevo milenio comandó el cártel del Golfo y era considerado el narco más violento –un título que hoy, tristemente, se ha quedado obsoleto–. Impulsivo como pocos, el final de sus días en libertad los pasó enfarlopado hasta las cejas, paranoico y armado, como Tony Montana en Scarface.
Osiel Cárdenas nació en 1967 en el paupérrimo rancho El Caracol (Tamaulipas), el séptimo hijo de una pareja de agricultores. A los trece años salió por primera vez del rancho para viajar a Matamoros, una ciudad fronteriza con Estados Unidos, y quedó deslumbrado, juró que volvería para quedarse. Lo hizo un año después cuando se instaló en casa de su hermana; por las noches iba al instituto y por el día trabajaba como camarero. Después entró como aprendiz de mecánico, algo que no se le daba mal. Cuando cumplió dieciocho años le pidió dinero a uno de sus hermanos (que hacía trapicheos) para montar su propio taller. El negocio no arrancaba y Osiel tenía problemas para mantener a su esposa e hija, así que volvió a acudir a su hermano camello y empezó a trapichear con cocaína y maría.
Con el nuevo giro, el taller empezó a ser frecuentado por policías que sabían a lo que se dedicaba el dueño pero le dejaban hacer. Era bueno arreglando las patrullas y tenía labia, por lo que terminó haciéndose amigo de muchos de ellos y el negocio empezó a prosperar, aunque seguía siendo un “gramero” que tenía dificultades para llegar a fin de mes. En los ochenta lo detuvieron dos veces (por homicidio y amenazas), pero en ambos casos no duró más de cuarenta y ocho horas en prisión, gracias a la red de corruptelas que había tejido. Confiado de su buena estrella, empezó a pedir cargamentos cada vez más grandes, que cruzaba a Estados Unidos él mismo a pie, atravesando el río Bravo cuando bajaba la corriente. En uno de esos viajes fue detenido y sentenciado a cinco años de prisión en Texas, donde sus policías no le podían ayudar.
En 1995 quedó en libertad y volvió a Matamoros, donde retomó sus trapicheos y mantuvo sus contactos con la Policía Judicial Federal. Sus amigos le dieron trabajo como ‘madrina’, se dedicaba a golpear y robar a narcotraficantes para después vender su mercancía. También pasaba chivatazos sobre sus rivales para que la policía los apartaran de su camino. El 1 de enero de 1996 cayó preso el líder del cártel del Golfo, Juan García Abrego, y se desató una guerra para hacerse con el poder. Matamoros era el epicentro de la violencia y Osiel se asoció con el Chava Gómez, un narco de segundo nivel que comandaba un temible grupo de sicarios. Juntos tomaron las riendas de Tamaulipas: Osiel se encargaba de que la policía los dejara en paz y de pasar cargamentos, mientras que su socio y sus gatilleros mantenían la plaza tranquila.
El mote del Mata Amigos se lo pusieron a raíz de dos sucesos. Primero porque se hizo amante de Hilda Flores, “la Güera”, que era la esposa de uno de sus socios y amigos más cercanos. Cuando el marido se enteró del romance, golpeó a su mujer y esta se refugió en los brazos de Osiel, que lo mandó asesinar. Le ordenó a sus sicarios que le enviaran una foto del cadáver por fax y al verlo sonrió y exclamó: “Ahora sí, la Güera es solo mía”. La relación con la Güera era explosiva, cuando lo dejaba el capo se encerraba a llorar días enteros. Sus guardaespaldas estaban convencidos de que esta lo había embrujado, solo así se explicaban que el jefe “estuviera tan pendejo”. El otro suceso no fue por placer sino por negocios. Estaba harto de su sociedad con el Chava Gómez, quien a menudo le pedía dinero, y decidió acabar con él y quedarse solo al frente del cártel. Según el testimonio de un testigo protegido que presenció el asesinato en 1998, tras el crimen Osiel exclamó: “¡Ay, compadrito, ahora sí ya te llevó tu chingada madre!”.
Los Zetas
Osiel asesinó a su socio porque estaba convencido de que este lo traicionaría. Lo comentó con Arturo Guzmán Decena, que trabajaba como policía en Tamaulipas y también para él. Le apodaban el Z-1 porque había estado en un cuerpo de élite del Ejército, y le dio una idea a su jefe: que le dejara reclutar a compañeros suyos de las Fuerzas Armadas. Y así nacieron los Zetas, formados en ese primer momento por sesenta desertores de un cuerpo de élite del Ejército creado para combatir al narco (con el premonitorio nombre de GAFE). Además de mantener seguro al capo, le quitaron de en medio a sus rivales y regaron Tamaulipas de balas y cadáveres.
Sus noches las pasaba inhalando y follando, mientras su fiel guardaespaldas, Paquito, hacia guardia junto a su puerta
Desde la cúspide, Osiel ya no pudo dormir, le atormentaban las pesadillas. Le invadió la paranoia, estaba seguro de que lo iban a detener o asesinar y nunca estaba más de dos noches en una de sus casas de seguridad. Sus noches las pasaba inhalando y follando –algo que no ayudaba a su estado de ánimo–, mientras su fiel guardaespaldas, Paquito, hacia guardia junto a su puerta. Tenía que mantenerse despierto, pues entre polvo y polvo el capo salía a preguntar si había novedades. Al amanecer, el capo se quedaba dormido, aunque las pesadillas le despertaban a menudo. Dormía con el pantalón puesto para estar listo si tenía que salir huyendo.
Un día, en una playa, una gitana le leyó la mano y le dijo que alguien “contaría secretos de él y le haría mucho daño”, según contó el periodista Ricardo Ravelo en su biografía del capo. Osiel empezó a buscar al traidor con ahínco, y creyó encontrarlo en Paquito, su fiel ayudante. En cuatro ocasiones ordenó su asesinato, aunque cambiaba de opinión en el último momento. Cuando Paquito se enteró del peligro que corría huyó, pero fue detenido en la Ciudad de México en enero del 2002 y se convirtió en testigo protegido. Llevaba un lustro como asistente personal del capo, así que conocía todos sus secretos y manías.
La gitana de la playa había acertado y Osiel estaba iracundo. En respuesta asesinó al hijo y a un hermano de Paquito, e incendió la casa de la madre. Hasta ese momento existía un código entre narcos que prohibía tocar a las familias. El informante le dio la clave a la policía para detenerlo: pinchar el teléfono de su hija, a quien llamaba todos los días para ver cómo estaba. Pronto descubrieron que Osiel preparaba una fiesta de cumpleaños para la joven. Según Ravelo, Paquito les recomendó: “Osiel se duerme cuando sale el sol. Si esperan media hora, es el mejor momento para atacar”. Así lo hicieron, y el 14 de marzo del 2003, a las 9.57 de la mañana, el capo fue detenido por cuarenta GAFE. Intentó huir, pero estaba rodeado y lo detuvieron sin camisa, solo llevaba los pantalones, con los que dormía. Ingresó en una cárcel de máxima seguridad, y en el 2007 fue extraditado a Estados Unidos, donde permanecerá tras las rejas hasta el 2035. Cuando salga de prisión tendrá sesenta y ocho años y ya no le quedarán amigos.