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La reina del narco

Desde que salió de la cárcel, en febrero del 2015, la gente que la ve por la calle la llama “Reina”. Y no se lo dicen solo por su belleza, como suelen hacer los mexicanos, sino porque según las autoridades mexicanas Sandra Ávila Beltrán es una peligrosa narcotraficante a la que bautizaron como La Reina del Pacífico.

Desde que salió de la cárcel, en febrero del 2015, la gente que la ve por la calle la llama “Reina”. Y no se lo dicen solo por su belleza, como suelen hacer los mexicanos, sino porque según las autoridades mexicanas Sandra Ávila Beltrán es una peligrosa narcotraficante a la que bautizaron como La Reina del Pacífico. Según su leyenda su historia sirvió de inspiración a Arturo Pérez Reverte para crear a la ficticia Reina del Sur. Ávila fue una de las primeras mujeres que se dedicaron al narcotráfico en México. La Fiscalía mexicana le buscaba porque, presuntamente, comandaba una flota de barcos atuneros con los que introducía toneladas de cocaína a Estados Unidos. A pesar de la gravedad de las acusaciones, quedó libre tras pasar ocho años en prisión.

Ávila siempre ha negado que se dedique al narco, aunque sí reconoce que conoce a muchos de ellos. De hecho, su familia es parte de la “realeza” del narcotráfico: es sobrina de Miguel Ángel Félix Gallardo, el padrino del narcotráfico mexicano hasta su detención en 1989. También es prima de los sanguinarios Arellano Félix, que fundaron el cártel de Tijuana tras la detención del Padrino. Ávila nació en Mexicali y creció rodeada de billetes, mismos que ayudaba a su padre a contar. Ella asegura que si toma un fajo de dinero puede calcular exactamente cuántos billetes tiene. A los dieciséis años se mudó con su familia a Guadalajara, que entonces era el epicentro del narco mexicano. Allí empezó a ir a fiestas en las que se codeaba con los capos más importantes de la época. Allí conoció y empezó a trabajar con el Chapo Guzmán, el Mayo Zambada (en una de las pocas fotos que se conocen de él está bailando con Ávila) y el Señor de los Cielos, que fue otro de los narcos mexicanos más importantes.

“El soborno más grande del que yo he sabido fue de 100 millones de dólares para un presidente mexicano”, declaró la Reina del Pacífico al diario The Guardian en mayo pasado. El rotativo, que fue el primero en entrevistarla desde que salió de la cárcel, explica que Ávila da evasivas cuando le preguntan por su papel dentro del cártel de Sinaloa. En cambio, sí les contó que destacó entre los narcos por su forma de conducir, montar a caballo y disparar, pues tenía mejor puntería que el jefe de sicarios de uno de los fundadores del cártel. Durante su estancia en una cárcel de la ciudad de México logró corromper a buena parte de los guardias y, según la prensa mexicana, recibía visitas en su celda en donde tenía a tres mucamas que ofrecían comida, alcohol y tabaco. Los funcionarios fueron investigados cuando se filtró a los medios que un día había entrado un médico a ponerle unas inyecciones de bótox.

Durante la última década, Ávila ha concedido entrevistas a diversos medios, impresos y televisivos, mexicanos y extranjeros. Esto quizás se deba a que su sueño era ser periodista, y de hecho cursó los primeros tres años de carrera. No la pudo terminar “porque tenía un novio que me secuestró y me orilló a dejar las clases”, le explicó al periodista Julio Scherer, que la entrevistó durante semanas para escribir un libro, La Reina del Pacífico, en el 2008. “Era un muchacho joven, posesivo y muy violento. Era de los que insultaba a su mamá. Cuando no le gustaba la comida, le aventaba los platos. Era atroz, todo un macho. No me convenía. Era de los que te dicen ‘Eres mía’ y a fuerzas tienes que pertenecerle”, recordó Ávila sobre su expareja. El novio era sobrino del socio de Miguel Ángel Félix Gallardo, quien tuvo que intervenir para que la soltara. El miedo la hizo huir de Guadalajara y abandonar sus estudios para siempre.

 

Fiesta en la sierra

La suerte de la Reina del Pacífico cambió en el 2002, cuando le secuestraron a su hijo y acudió a la policía mexicana. Los sagaces investigadores sospecharon de ella cuando la vieron pagar un rescate de cinco millones de dólares, con el que consiguió recuperar a su hijo. Las sospechas se intensificaron poco después cuando un popular grupo musical, los Tucanes de Tijuana, compuso un narcocorrido en el que la protagonista era Ávila. En “Fiesta en la sierra” se narra un cumpleaños celebrado en un paraje al que solo se podía llegar en avioneta o helicóptero y al que asistían narcos, políticos y policías. La fiesta estaba en su apogeo cuando por sorpresa aterrizó otro helicóptero: “Se baja una bella dama con cuerno [una metralleta AK47] y camuflada… Era la famosa Reina del Pacífico, esa grande del negocio, una dama muy pesada”.

Ávila reconoce que ha utilizado su belleza para prosperar en su negocio, aunque en su vida amorosa ha predominado la muerte. Se casó dos veces, ambas con policías que se convirtieron en narcos y los dos fueron asesinados (uno a balazos y el otro apuñalado). Al periodista Scherer le contó en el 2008 que ha enviudado tres veces, pues también asesinaron a un novio suyo “al que quise tanto como puede querer el corazón de una mujer”. Ese día la propia Ávila era el objetivo del atentado, pero se salvó por los pelos cuando el coche en el que viajaban fue emboscado. Los sicarios primero lo mataron a él y ella echó a correr, se escondió en un departamento en el que una señora le dio ropa nueva y 50 pesos para irse en taxi. Así pudo huir de los sicarios y de la policía.

En sus cincuenta y tres años de vida, Ávila ha seguido siempre una norma: nunca probar su producto. “Si pruebas la cocaína los hombres piensan que eres una mujer desechable más y no te respetarán –le dijo a The Guardian–. Las mujeres en este mundo sufren abusos y después son abandonadas como una barbie. Aunque los capos tienen harenes de diez mujeres, esta libertad sexual no se extiende a sus contrapartes femeninas”. Ávila estuvo cinco años huyendo de la policía, que la consideraba la relaciones públicas del Chapo Guzmán y el enlace entre Sinaloa y Colombia, hasta que la detuvieron en una cafetería de la ciudad de México a la que había acudido tras hacerse la pedicura. Iba acompañada por su nueva pareja, un narco colombiano apodado El Tigre, que también fue detenido.

Desde que recuperó su libertad, Ávila intenta recuperar el tiempo perdido con su hijo, que ahora rondará los treinta años. El joven también ha crecido rodeado de narcos, como su madre, que cuando cumplió quince años le regaló una camioneta Hummer y una asignación de 40.000 dólares mensuales. Ávila, además, ha reclutado a un ejército de abogados, con los que intenta recuperar sus 15 propiedades, 30 coches deportivos y 300 joyas (a la entrevista con el diario inglés, por ejemplo, luce un colgante de Tutankamon que tiene incrustados 83 rubíes, 228 diamantes y 189 zafiros.

La Reina del Pacífico no muestra ningún remordimiento por los más de 100.000 muertos que ha dejado la lucha contra el narco en la última década. “Es un negocio como el alcohol, que era ilegal durante la prohibición –le explicó a The Guardian–. En esa época los vendedores de alcohol se consideraban malas personas, pero cuando se legalizó se convirtieron en personas respetables de la noche a la mañana”.

La Narcomami
Narcomami

La mujer más poderosa del narcotráfico en México, según la DEA, es una prima de la Reina del Pacífico: Enedina Arellano Félix, quien es la única mujer que encabeza un cártel. Narcomami, como también se le conoce, es hermana de los fundadores del cártel de Tijuana y estudió para ser contable. Por eso desde los noventa llevaba las finanzas del cártel y se encargaba de lavar el dinero invirtiendo en farmacias y en inmobiliarias. En el 2002, cuando su hermano Ramón fue asesinado y Benjamín arrestado, Enedina se quedó con las riendas del cártel. Lo primero que hizo fue pactar con el cártel de Sinaloa, con los que su familia llevaba una década enfrentada y que, de hecho, habían asesinado a su hermano Ramón.

“Enedina prefiere llevar un grupo criminal con los menores enfrentamientos posibles”, le explicó una fuente judicial a El País en el 2015, que también la describía como una mujer de pocas palabras, discreta y madrugadora, algo que suele ser inusual en el mundo del hampa. Según el periodista Ricardo Ravelo, “Enedina no es la matona cruel ni la dama obsesionada por el poder y la belleza. Es escurridiza, mecánica, discreta, inteligente”.

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