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Narco Airlines

Narco Airlines
Barry Seal, el narcopiloto más famoso de la historia, cuya vida ha sido llevada al cine en tres ocasiones.

A los narcos no les resulta fácil encontrar pilotos dispuestos a asumir el riesgo de transportar su mercancía en aviones y avionetas. El narcopiloto más famoso de la historia es Barry Seal, cuya vida ha sido llevada al cine en tres ocasiones. 

Los aviones y avionetas son uno de los métodos predilectos de los cárteles para transportar su mercancía. Sin embargo, es difícil encontrar pilotos dispuestos a asumir el riesgo y, entre otros medios, los cárteles recurren a internet. “Empresario solicita: cuatro pilotos y copilotos. Al piloto se le pagan ciento ochenta mil dólares por vuelo. Al copiloto, ciento veinte mil dólares por vuelo. Contratación inmediata. Son viajes a Venezuela y/o Panamá; están allá nada más una hora, el mismo día van y regresan. Regresan con carga”, advertía el anuncio publicado en un portal de empleos mexicano. No hay que especular mucho con que el contratante era un narcotraficante. La profesión de piloto está muy bien pagada. En promedio, uno de una aerolínea comercial cobra entre cien mil y doscientos mil euros anuales. Este empresario lo ofrece por un solo vuelo.

El anuncio detallaba que los vuelos salían desde la ciudad de Monterrey y que, además de la carga, el piloto y copiloto irían acompañados por “solamente dos o tres personas familiares de quien contrata”. Los riesgos son numerosos: “Muchas veces te ponen aviones viejos, casi inservibles –relató un piloto al periodista Carlos Loret de Mola en julio pasado–, y te piden que los aterrices en carreteras, caminos rurales o milpas aplanadas. Así que si no te mata el gobierno o te matan los narcos, porque no quieren testigos, te matas en el avión”. Los narcos suelen quemar los aviones una vez aterrizan en una pista clandestina y han sido detectados por el ejército.

La pandemia –y la consiguiente reducción del tráfico aéreo– ha dejado a muchos pilotos desempleados y algunos están siendo tentados por las redes de narcotraficantes. Según Loret de Mola, los narcos rastrean en Instagram cuentas que utilicen las etiquetas #Cessna #Learjet o la aeronave que busquen. Una vez encuentran algún piloto posando desde la cabina de control, le mandan un mensaje directo ofreciéndole trabajo. A diferencia de lo que sucede con una buena parte de las piezas del engranaje del narcotráfico, la de piloto es una labor que requiere un alto grado de especialización. El curso para obtener el título de piloto cuesta entre setenta mil y ciento setenta mil euros, y requiere cientos de horas de vuelo.

Para hacerse una idea del uso que dan los cárteles a los aviones, basta con mirar el testimonio de Miguel Ángel Martínez, “el Gordo”, durante el juicio del Chapo Guzmán. Martínez obtuvo su licencia de piloto en Estados Unidos, a donde emigró ilegalmente, y empezó a trabajar como piloto para el capo sinaloense a principios de 1987. Fue subiendo escalones en la organización hasta ser el “gerente”, como se describió a sí mismo en el juicio, encargado de coordinar a los pilotos. El Gordo tenía fama porque se sabía de memoria las localizaciones de las pistas clandestinas. Con una radio, lograba que aterrizaran los pilotos colombianos sin luces en un campo de fútbol en el desierto de Sonora.

El Gordo también trabajó para Amado Carrillo, el Señor de los Cielos, quien en los noventa utilizaba los aviones para transportar cocaína a Estados Unidos. El Gordo aseguró que con el Chapo recibían un cargamento cada veinte días y que, en ocasiones, lo enviaban en diez aviones diferentes, cada uno con ochocientos kilos de cocaína. Según su declaración, durante los años que trabajó como la torre de control del Chapo se hicieron unos doscientos vuelos. El puente aéreo terminó cuando la organización recibió un aviso de Guillermo González Calderoni, un corruptísimo policía mexicano, de que Estados Unidos estaba al tanto de los vuelos. González Calderoni recibió unos veinte millones de dólares de sobornos del cártel. En ese momento, según el Gordo, dejaron de utilizar la flota aérea y empezaron a transportar la mercancía por mar.

Barry Seal

El narcopiloto más famoso de la historia es Barry Seal, cuya vida ha sido llevada al cine en tres ocasiones (y en una de ellas lo interpretó Tom Cruise). Nació en Baton Rouge en 1939 y a los diecisiete años ya tenía licencia para volar avionetas. Tras un breve paso por el ejército, empezó a trabajar para la Trans World Airlines en 1964, donde se convirtió en el capitán más joven en la historia de la aerolínea. Comenzó a trabajar para la CIA, haciendo incursiones en América Latina. Seal aprovechaba los vuelos para traer algunas toneladas de maría y poco después se graduó en la cocaína.

Durante uno de sus vuelos fue detenido y encarcelado en Honduras. En prisión hizo contactos con los hermanos Ochoa, fundadores del cártel de Medellín. Al salir de la cárcel, en 1978, empezó a trabajar para Pablo Escobar. Entonces no había tanta vigilancia en la frontera y Seal introducía la droga a Estados Unidos en aviones que volaban bajo y arrojaban la carga a zonas rurales en los alrededores de Mena, Arkansas. Llegó a tener una decena de aviones que salían a menudo del aeródromo y llamaron la atención de las autoridades de Arkansas y de la DEA.

A Seal lo detuvieron en 1981 y se convirtió en informante de la DEA. Participó en una de las operaciones más famosas en la historia cuando contactó con los Ochoa para organizar el transporte de un cargamento. Seal consiguió un avión militar al que la DEA había puesto cámaras y con las que pudieron fotografiar cómo los soldados del ejército sandinista cargaban fardos de cocaína en el avión, mientras Pablo Escobar y otros dos miembros del cártel supervisaban la operación.

Las fotografías sirvieron también para destapar el escándalo Irán-Contra, en el que se probó que la CIA participaba en el tráfico de cocaína para financiar la guerra contra los ayatolás en Irán y a la Contra nicaragüense. En 1985, Seal se convirtió en el testigo estrella de la Fiscalía estadounidense en varias causas contra el cártel de Medellín. Un año más tarde, el 19 de febrero de 1986, un grupo de sicarios del cártel lo asesinaron al salir del centro del Salvation Army de Baton Rouge, donde vivía (como una de las condiciones de la libertad condicional que le había impuesto un juez de Luisiana).

Aerocontinente

El narcotraficante peruano Fernando Zevallos decidió llevar su pasión por la aeronáutica un paso más allá. De familia humilde, ingresó a las Fuerzas Aéreas de su país pero no se pudo graduar por falta de recursos. Sin embargo, tenía los conocimientos suficientes para volar y, a finales de los setenta, empezó a transportar cocaína. Con sus primeros viajes compró una avioneta Cessna y fundó una empresa, Tausa (Transportes Unidos de la Selva Amazónica), que conectaba varias ciudades de la Amazonia peruana. En 1982 le detuvieron con diez kilos de cocaína y pasó una breve temporada preso.

Tras abandonar la cárcel, en 1992, fundó su propia aerolínea, Aero Continente. Para ello pidió un millón y medio de euros a unos traficantes mexicanos que operaban en Perú, los hermanos López Paredes. En poco tiempo se convirtió en una de las principales aerolíneas de Perú, con vuelos a toda Sudamérica, Estados Unidos y Europa (Madrid, incluido). Zevallos era en apariencia un exitoso empresario, pero sus problemas empezaron en 1995, cuando incautaron en uno de sus aviones tres toneladas y media de cocaína.

Las autoridades comenzaron a investigar y descubrieron que Zevallos también usaba la aerolínea para lavar dinero del narco. Aerocontinente, sin embargo, continuó funcionando durante nueve años (en 1999 abrió una sucursal en Chile), hasta que la DEA lo incluyó en su lista de delincuentes más buscados en el 2004. Un año después, un tribunal peruano lo condenó a veinte años de prisión por narcotráfico y lavado de dinero.

Misterioso accidente

Samuel Niño Cataño

El 3 de diciembre de 2019, las autoridades de Petén, en Guatemala, detectaron un avión volando sin permiso. No era algo inusual; es una zona que los narcotraficantes utilizan a menudo. Cuando localizaron el avión estaba en llamas y en su interior hallaron los cadáveres del piloto y el copiloto, algo que tampoco es inusual, dado que en ocasiones los sicarios no quieren dejar testigos. Los soldados no encontraron rastro de la cocaína que suponen que llevaba la aeronave.

La prensa en Colombia especula que uno de los dos cadáveres encontrados en medio de la jungla es el de Samuel Niño Cataño, el piloto particular del presidente colombiano Iván Duque y del expresidente Álvaro Uribe. También aseguran que Niño Cataño trabajaba para el cártel de Sinaloa y que su empresa de aviación está siendo investigada por lavado de dinero. El caso, de momento, continúa abierto, y la Fiscalía guatemalteca no ha informado públicamente sobre los exámenes de ADN practicados. La familia del piloto lo declaró desaparecido desde diciembre pasado y, para la Fiscalía de aquel país, continúa su búsqueda.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #278

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