Los Mossos d’Esquadra no daban crédito a la magnitud de la operación de lavado de dinero que movía un millón de euros cada semana y que se llevaba a cabo en polígonos industriales de Badalona regentados por ciudadanos chinos. La operación, que arrancó en el 2023, culminó en diciembre del año pasado con la detención de veinticinco personas, muchas de ellas chinas pero también clientes de esta banca vinculada a las mafias italiana, albanesa y lituana. Los agentes se incautaron de 3,2 millones de euros y detectaron movimientos en criptomonedas por treinta y dos millones en euros. Este fue el primer indicio de que había llegado a España el fei chien (que en chino significa ‘dinero que vuela’), una técnica de lavado de dinero que es prácticamente imposible de detectar.
Los chinos se han ido convirtiendo, a lo largo de las últimas dos décadas, en los amos del lavado de dinero para los cárteles mexicanos y colombianos que operan en Estados Unidos por una importante razón: los lavadores de dinero suelen cobrar una comisión que oscila entre el diez y el quince por ciento, en cambio, los chinos suelen cobrar un tres por ciento. Por si esto fuera poco, garantizan sus envíos y reponen el dinero en caso de ser confiscado. La pasta, además, rara vez sale de Estados Unidos y es prácticamente imposible de combatir para las autoridades. El fei chien es una banca parecida a la hawala, la que utilizan los musulmanes cuando quieren enviar dinero a su país. Acuden a un hawaladar (es decir, a alguna persona en el país en el que están), a quien le dan el dinero en dólares o euros y una contraseña que también conoce la persona que retirará el dinero de otro hawaladar, en la ciudad destino y en la moneda local. A cambio, les cobran una pequeña comisión, que es mucho menor a la que cobra la banca mainstream.
Los chinos lo han adaptado a las circunstancias de los cárteles mexicanos, que les dan enormes cantidades de dinero que, después, reparten a personas de la banda, y estas hacen pequeños depósitos en efectivo en cuentas controladas por el grupo o piden un cheque de caja (si los depósitos son inferiores a diez mil dólares, los bancos no lo tienen que reportar a Hacienda). Para esta parte, los banqueros chinos contratan a personas para que hagan esos pequeños depósitos (o pitufeo, como se conoce en el argot). Otra manera de introducir el dinero es invirtiéndolo en negocios (restaurantes, tiendas de ropa, manicuristas, masajes, cambio de divisas, etc.) para que ingrese en el sistema financiero legal.
Para la segunda parte del entramado entran en juego funcionarios y empresario chinos que quieren tener dólares, algo que está severamente limitado por las leyes de su país. Las leyes chinas establecen que sus ciudadanos no pueden sacar más de cincuenta mil dólares por año, migajas para las fortunas que manejan. Los que viven en Estados Unidos o Europa necesitan más que eso para comprarse propiedades y llevar el tren de vida al que están acostumbrados. Por ello acuden al fei chien: pagan en China en renminbi y recogen dólares en Estados Unidos a un tipo de cambio pactado y con una comisión del tres por ciento. Con esos dólares o euros pueden adquirir productos de lujo que luego importan a China.
La parte final del entramado es devolver el dinero que les depositó el cártel limpio. Para ello compran productos de manufactura china (aparatos eléctricos, por ejemplo), que exportan a México o Europa para que los cárteles los revendan y se queden las ganancias. En el caso de los cárteles mexicanos, a veces les pagan con fentanilo u otros precursores químicos utilizados para producir metanfetaminas. En fechas más recientes, como ocurrió en Badalona, han optado por convertir el dinero en criptomonedas, lo que lo hace prácticamente indetectable. En todo este proceso, y es el motivo por el que están ganando tantos clientes, no se atraviesan fronteras con pesos, dólares o renminbi. Además de Estados Unidos y España, se ha detectado la presencia de la banca clandestina china en operaciones de la Mocro Mafia holandesa, la Ndrangheta y las mafias albanesas.
¡Qué arte!
El narcotraficante Robert Belciano tenía en casa treinta y tres obras de arte de artistas como Dalí, Picasso y Renoir que, según las autoridades, eran parte de un entramado para lavar dinero.
El mundo del arte ha sido una actividad que despierta enorme interés entre aquellos que quieren evadir impuestos, normalmente los más ricos. Por ello, en fechas más recientes también ha despertado el interés de los narcotraficantes: es un negocio que mueve entre diez mil y quince mil millones de dólares todos los años, y algunas piezas se venden por decenas de millones de dólares. Hasta hace poco las casas de subastas no estaban obligadas a revelar la identidad del comprador ni del vendedor, ni tampoco la procedencia de las obras. Esta es una “tradición” que se remonta al Renacimiento, cuando se empezó a vender arte (antes no se vendía, sino que eran encargos de la Iglesia o de la nobleza). Los gremios que se encargaban de vender arte no querían revelar quiénes habían sido los clientes, dado que los artistas podían buscar clientes nuevos o regatear si sabían cuánto estaban dispuestos a pagar otros clientes.
En el 2023, el Financial Action Task Force (en español, Grupo de Acción Financiera Internacional, GAFI) elaboró un informe en el que advertía de la manera como el mundo del arte estaba siendo una plataforma ideal para el crimen organizado. Entre otras cosa, citaba un informe de Naciones Unidas que cifraba en seis mil trescientos millones de dólares el volumen de arte en el que estaba involucrado el crimen. En el 2021, en Filadelfia, la policía lanzó una operación para detener a un importante narcotraficante, Robert Belciano. Entre lo que más sorprendió fue que en casa tenía treinta y tres obras de arte de artistas como Dalí, Picasso y Renoir que, según las autoridades, eran parte de un entramado para lavar dinero.
Eventos
Otra actividad económica que mueve enormes cantidades de dinero de forma anónima y que, por lo tanto, se presta para el lavado de dinero es la organización de conciertos, eventos deportivos y peleas de gallos. En enero del año pasado, por ejemplo, la policía detuvo a un narcotraficante colombiano apodado Pelomono, acusado de lavar recursos para el clan de Los Urabeños. El hombre tenía una empresa que organizaba conciertos e inflaba la venta de entradas para lavar así los recursos del cártel. También financiaba la carrera de grupos musicales emergentes, fundamentalmente de reguetón, para aparentar mayores ganancias. No es el único que lo hace. Un informe de la agencia Bloomberg revela que la demanda de estudios de grabación en Medellín se ha incrementado en un noventa por ciento en los últimos años. Parte de este boom se puede explicar por la fama de artistas colombianos como Shakira o Carol G., otra parte se explica por las posibilidades que brinda a los cárteles.
Esta modalidad de lavado de dinero no se da solo en países donde existen las peleas de gallos. En el 2014, la Unidad Antiblanqueo de la Guardia Civil investigó una serie de partidos de fútbol que Lionel Messi realizó en Colombia, México, Estados Unidos y Perú, entre un combinado de amigos del futbolista argentino. La venta de entradas, se anunciaba, iba a parar a obras benéficas. Entre otras cosas, las autoridades descubrieron que el dinero no llegó a Unicef, como debería. Encontraron una triangulación de cinco millones de dólares entre una empresa llamada Total Conciertos, la Fundación Messi y un holding en las Antillas Holandesas. La tesis de la fiscalía era que Total Conciertos era una tapadera para el lavado de dinero que se valía de los partidos de fútbol, así como de conciertos del cantante mexicano Alejandro Fernández en España, para limpiar su dinero. El propio Messi tuvo que declarar ante el juzgado que no sabía nada y que toda esa parte de su carrera la llevaba su padre.