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Yonquis del bisturí

Betito
Betito, líder de Unión Tepito, antes de dejar atrás su alopecia y sobrepeso.

 A continuación, un breve compendio de algunos de los traficantes más enganchados a los retoques estéticos.

Los narcos, hombres y mujeres, suelen ser fanáticos de la cirugía plástica. Algunos lo hacen por seguridad: cirujanos mexicanos y colombianos realizan operaciones en las huellas dactilares –partiéndolas por la mitad con un bisturí– para modificarlas y evitar que les relacionen con algún crimen pendiente. Esta alternativa ha sustituido a la igualmente eficaz técnica de echarse ácido en los dedos para borrar las huellas digitales. Otros se operan por coquetos, aunque dicen que es en aras de la seguridad y evitar ser descubiertos; aprovechan para hacerse una rinoplastia, operarse las orejas o ponerse bótox. Ese fue el caso del temible Ramón Arellano Félix, que viajó a Beverly Hills a operarse la nariz para verse “más carita”. Le duró poco el gusto, lo asesinaron a los pocos meses.

El Betito

Roberto Mollado, “el Betito”, era líder de Unión Tepito, un cártel que controla la distribución de droga en la Ciudad de México y a quien se señala como responsable de una matanza que dejó diecisiete cadáveres desmembrados en la plaza de Tlatelolco del DF en julio del 2018. Las autoridades mexicanas lo detuvieron un mes después, el 11 de agosto, y cuando lo presentaron a los medios de comunicación la sorpresa fue mayúscula. La foto que circulaba del Betito mostraba a un gordo calvo de ciento veinte kilos y, sin embargo, el hombre esposado tenía una tupida mata de pelo. Además, el Betito se sometió a un baipás gástrico, por el que perdió cuarenta kilos, y se dejó barba. A primera vista no parecían la misma persona y, de hecho, las autoridades lo estuvieron siguiendo durante meses para cerciorarse de que se trataba del Betito.

La reina del Pacífico

Sandra Ávila Beltrán es una de las pocas mujeres que destacó en el misógino mundo del narcotráfico en México. Nació en una familia de narcos sinaloenses y desempeñó un papel importante en el cártel de su estado hasta su detención, en septiembre del 2007. Su paso por prisión dejó momentos extravagantes, como la queja que puso a la Comisión Nacional de Derechos Humanos porque no la dejaban meter comida de restaurantes en la cárcel y ella consideraba que eso violaba sus derechos humanos. Durante su estancia en prisión provocó un escándalo cuando trascendió a la prensa que se sometió a una rinoplastia y a inyecciones de bótox en la comodidad de su celda. Durante varios días, Ávila Beltrán logró que colaran a la prisión equipo médico para hacer un quirófano y luego trajo a un reputado médico para que le realizara la intervención. Su retoque costó la carrera de la directora de la cárcel de Santa Martha, que, tras el escándalo, tuvo que dimitir.

Los Carrillo Fuentes

Amado Carrillo Fuentes, “el Señor de los Cielos”, fue uno de los capos del narcotráfico mexicano más importantes en la década de los setenta y ochenta. Estaba en la lista de los más buscados y quiso hacerse una cirugía para evadir a la justicia. La operación duró ocho horas, durante las que se hizo un implante de mentón, una cirugía en la nariz y una importante liposucción. El procedimiento salió mal y Carrillo Fuentes murió, desatando todo tipo de rumores: desde que fingió su muerte y que el cadáver que presentaron a los medios era de otra persona, hasta que los médicos estaban en la nómina de otro cártel y los contrataron para acabar con su vida. El misterio nunca se resolverá; los tres cirujanos que participaron en la operación fueron asesinados a los pocos días. Sus cuerpos aparecieron en una carretera, estaban metidos en barriles a los que habían rellenado de hormigón.

La afición –o necesidad– por el bisturí también la heredó Vicente Carrillo Leyva, hijo del Señor de los Cielos. Apodado el Ingeniero, su padre había insistido mucho en que no entrase en el negocio familiar. Por ello le envió a internados y universidades en Suiza y España, aunque al joven Carrillo le atraía el negocio de su padre y se terminó metiendo de lleno. Cuando lo detuvieron, en el 2009, y lo presentaron a los medios, Carrillo Leyva había cambiado. Se había operado la nariz, los pómulos y el mentón. Pasó siete años preso y lo liberaron en julio del 2018.

Ávila Beltrán logró que colaran a la prisión equipo médico para hacer un quirófano y luego trajo a un reputado médico para que le realizara una rinoplastia y le pusiera inyecciones de bótox

Prófugos

Ismael, “el Mayo”, Zambada es, en la actualidad, el jefe máximo del cártel de Sinaloa. Lleva casi cincuenta años metido en el mundo del narco y nunca ha estado preso. A diferencia de otros narcos, siempre ha cultivado un perfil bajo y paga por no aparecer en la prensa y para que no escriban narcocorridos sobre sus gestas. Solo[LM1]  existe una foto suya y ambas datan de hace un par de décadas. Una de las teorías que existen para explicar el porqué sigue libre –además de por la corrupción, claro– es porque se cambió el rostro con cirugías plásticas y las autoridades no saben cómo es físicamente.

La misma explicación dan las autoridades para justificar que siga en libertad Nemesio Oseguera. El Mencho, como le apodan, encabeza el sanguinario cártel Jalisco Nueva Generación, que ha sembrado el terror en las plazas a las que llega. La DEA ofrece una recompensa de diez millones de dólares por su captura. Solo existen dos fotos suyas y los rumores apuntan a que se ha cambiado la cara. También se especula que lo mataron, aunque las autoridades no se lo terminan de creer. No sería el primer narco en fingir su muerte.

Los señores Guzmán

Sobre el Chapo Guzmán corren todo tipo de rumores. Durante los años que estuvo prófugo al parecer recurrió con asiduidad a la cirugía plástica. Cambió el contorno de los ojos, se redujo las cejas, afinó la mandíbula y también se quitó algo de papada. Algunos especialistas aseguran que durante temporadas se teñía el pelo de rojo para no ser reconocido. No fue el único procedimiento al que se sometió. Según la CNN, que citaba a una fuente del gobierno mexicano no identificada, en verano del 2015 el Chapo se trasladó a un hospital de Baja California, en donde le pusieron un implante en los genitales para aumentar la circulación en la zona y mejorar su desempeño sexual. La presunta intervención se habría realizado semanas antes del encuentro con la actriz Kate del Castillo que terminaría llevando a su detención un par de meses después.

Emma Coronel, la última esposa del Chapo –a la que le lleva treintaiún años–, también es devota del bisturí. Durante el juicio a su marido en Nueva York la prensa la comparaba con Kim Kardashian. Coronel nació en San Francisco, Estados Unidos, en 1989, y a los diecisiete años conoció a su futuro marido en el certamen de belleza de la Reina del Café y la Guayaba en Canelas, Durango. En las fotos de su coronación se ve muy diferente a su look actual. Es evidente que se ha puesto implantes en los labios, se ha afinado el rostro y se ha aumentado el pecho, entre otros procedimientos. Su estilo inspira a muchas jóvenes (Vanessa Gurrola, por ejemplo, se presenta en Instagram como la doble de Emma Coronel), y en Youtube existen tutoriales para maquillarse como la esposa del Chapo.

Chupeta

Juan Carlos Ramírez

Durante el juicio al Chapo Guzmán hubo un hombre, además del acusado, que acaparó todas las miradas. Juan Carlos Ramírez, un narco colombiano apodado Chupeta, dejó a todos boquiabiertos, y no fue porque confesó que a lo largo de su carrera delictiva había enviado cuatro cientos mil kilos de cocaína a Estados Unidos. Lo que dejó boquiabierto a todo el mundo fue su rostro, completamente desfigurado. Chupeta declaró que se había sometido a más de veintiocho cirugías plásticas en la cara para evadir a la justicia. Resulta evidente, por el resultado, que no todas las operaciones fueron exitosas.

Muchos medios ni siquiera reflejaron en sus crónicas otra excentricidad del hombre que se sentó en el banquillo con guantes y un abrigo. Pegaba con la fisionomía del personaje. “Hice cambios en mi cara –reconoció en el juicio–. Cambié la mandíbula, los pómulos, los ojos, las orejas y la nariz”, explicó. Todas las intervenciones a las que se sometió no evitaron su detención en Brasil en agosto del 2007. Los agentes llevaban tiempo siguiéndolo pero no tenían claro que fuera él. Lo confirmaron mediante un software de reconocimiento de voz, algo que no pudo –o no se le ocurrió– cambiar a base de bisturí.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #258

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