Los Zetas: los 'rambos' del narco
Fue en una noche de enero hace doce años. Diez camionetas con sesenta hombres rodearon la cárcel de Apatzingán, en México. Iban armados y vestían uniformes policiales. En pocos minutos desarmaron a los guardias y tomaron el control de la prisión. Sacaron a todos los reos de sus celdas.
Fue en una noche de enero hace doce años. Diez camionetas con sesenta hombres rodearon la cárcel de Apatzingán, en México. Iban armados y vestían uniformes policiales. En pocos minutos desarmaron a los guardias y tomaron el control de la prisión. Sacaron a todos los reos de sus celdas.
“Este es el chido, el bueno”, decían cuando encontraban a uno, y lo apartaban. Se llevaron a una veintena de compañeros y a un par de enemigos, a los que ejecutaron poco después. Se montaron en sus camionetas y huyeron. La policía y el ejército llegaron una hora después y nadie sabía por dónde se fueron a pesar de que cruzaron el centro de la ciudad. La impecable operación fue llevada a cabo por Los Zetas, un despiadado grupo de narcomercenarios. La ejecutó e ideó Heriberto Lazcano, el Z-3, quien en el 2004 acababa de hacerse con las riendas del grupo.
Los fundadores de Los Zetas pertenecían a la élite del ejército mexicano: el Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (premonitoriamente, GAFE), que había sido formado por los marines estadounidenses y el ejército israelí para manejar todo tipo de armas, explosivos, combatir a la guerrilla y sobrevivir en condiciones extremas. A mediados de los noventa, el grupo fue destinado a Tamaulipas para perseguir al cártel del Golfo, de Osiel Cárdenas, a quien le carcomía la paranoia y pasaba noches en vela temiendo que lo pudieran matar. En 1999, tras hacerse con el control del cártel, pensó que necesitaba la mejor protección que su dinero podía comprar. Así que habló con Arturo Guzmán Decena, miembro de los GAFE que había desertado dos años antes para trabajar a tiempo completo para él. Guzmán Decena empezó a reclutar a sus excompañeros del GAFE y en pocos meses la guardia privada de Osiel tenía cerca de cuarenta integrantes. El nombre que eligieron se refería a la clave que utilizaba Guzmán Decena en sus comunicaciones radiales: Z-1.
El mando del ejército tardó un tiempo en entender lo que estaba pasando. De un día para otro, al pasar revista, faltaban soldados y sus armas de última generación. Con Los Zetas, Osiel Cárdenas allanó el camino para consolidarse al frente del cártel del Golfo y, más tarde, para expandirse por todo México. Cuando quería controlar una plaza (ciudad) para asegurar el tránsito de su mercancía, Los Zetas enviaban una estaca: un grupo pequeño de seis a treinta sicarios para eliminar a la competencia y aterrorizar a la sociedad. Los Zetas no tenían reparos en cortar cabezas o en dejar cuerpos colgados de los puentes, tampoco en desollar o desmembrar a sus víctimas y dejarlos en lugares públicos. También fueron pioneros en el uso de las redes sociales: subían a YouTube horripilantes vídeos de hombres con pasamontañas que interrogaban, torturaban y decapitaban a narcos rivales. Basta con buscar su nombre en imágenes de Google para que se revuelva el estómago.
Los Zetas inauguraron una estructura diferente a la del resto de cárteles. Cada estaca tiene un jefe con autonomía para operar en su territorio, que responde a un jefe que supervisa varias estacas, y así sucesivamente. Eso ha permitido que las capturas y muertes de sus líderes apenas alteren su funcionamiento. En diciembre del 2002 murió el Z-1. Estaba en un restaurante, propiedad de una de sus novias, bebiendo y esnifando. Decidieron seguir la fiesta a unas calles de allí, en el piso de ella. Guzmán Decena ordenó a sus hombres cerrar la calle y redirigir el tráfico mientras daban su paseo. Un vecino alertó al ejército, que acudió al lugar y lo mató. Tres meses más tarde, el 14 de marzo de 2003, Osiel Cárdenas fue detenido. Su guardia privada intentó liberarlo de la zona militar, pero fracasaron.
Desde la cárcel de “máxima seguridad”, la misma de la que se fugó el Chapo Guzmán por un túnel, Osiel siguió dirigiendo su negocio. Heriberto Lazcano, “el Verdugo” o el Z-3, había llamado la atención del capo por su sadismo. Solía hacer que los inmigrantes indocumentados que no tenían dinero para pagar la cuota pelearan a muerte. El “ganador” pasaba a formar parte de Los Zetas. Tras la muerte del Z-1, Lazcano se convirtió en el nuevo líder de Los Zetas. Tras la extradición de Osiel a Estados Unidos, en el 2007, el cártel del Golfo quedó descabezado pero con varios aspirantes a suceder el trono, y empezaron las rencillas.
“Declive”
Poco después de la extradición de Osiel, el cártel del Golfo empezó a negociar una tregua con el Chapo Guzmán, algo a lo que el Z-3 se oponía tajantemente, según el periodista Ricardo Ravelo, que lleva años investigando ambos grupos. Era el 2007 y Los Zetas tenían más de un millar de integrantes, según Ravelo, y presencia en veintiocho de los treinta y dos estados de México y, además del tráfico de drogas, empezaron a incursionar en otros lucrativos negocios como el secuestro, el robo de petróleo, la prostitución, el tráfico de indocumentados y la extorsión. Lazcano rompió relaciones con el cártel del Golfo en el 2007, y Los Zetas se constituyeron en su propio cártel. Desde entonces ambas organizaciones han estado en una guerra abierta.
La muerte alcanzó al Z-3 en las gradas de un partido de beisbol el 7 de octubre de 2012. Uno de los asistentes al partido alertó al ejército que había una pick-up aparcada llena de metralletas. Los soldados se presentaron a investigar y murió alcanzado por una granada que lanzó uno de sus guardaespaldas. Antes de que los forenses pudieran realizar las pruebas de ADN, el cadáver de Lazcano fue robado de la funeraria donde lo velaban por un comando armado. El gobierno mexicano difundió una foto del cadáver, aunque eso no disipó el escepticismo de los mexicanos sobre si realmente murió.
Hoy en día la versión oficial es que Los Zetas están en declive tras la detención del Z-40 (en julio del 2013) y del Z-42 (en marzo del 2015). Casi todos los desertores del ejército que fundaron Los Zetas están detenidos o muertos, y la organización ha ido reclutando a personas sin preparación militar, lo que, según los especialistas, ha mermado su capacidad. Aún controlan amplias zonas de México, y su estructura hace que sea muy difícil acabar con ellos. Hoy tienen presencia en veintiuno de los treinta y dos estados mexicanos, aunque su fortaleza es Tamaulipas y Veracruz, en donde siguen imponiendo su ley. Literalmente. Pueden poner retenes en las carreteras o decretar el toque de queda para cazar a narcos rivales. La ciudadanía obedece, la policía también. En los estados donde tienen más poder, quienes quieren casarse o hacer una fiesta en un salón reciben una visita para cobrarles el “derecho de suelo”, una cuota por cada botella que se consuma. Quienes no pagan se arriesgan a que un comando se presente el día de la fiesta. Es tal el temor que despiertan, que en muchos lugares ni siquiera pronuncian su nombre, se refieren a ellos en susurros, como “la última letra”.
- 15 septiembre de 2008: durante las celebraciones de la independencia de México en la ciudad de Morelia, un grupo de zetas arrojó tres granadas en una plaza abarrotada de gente. Ocho personas murieron y cien quedaron heridas.
- Entre el 22 y 23 de agosto de 2010, en San Fernando Tamaulipas, Los Zetas asesinaron a setenta y dos inmigrantes centroamericanos que viajaban a Estados Unidos y que no pagaron la cuota que les pedían. Un año después, en abril del 2011, la policía encontró en el mismo lugar un rancho con ciento noventa y tres cadáveres en fosas.
- El 25 de agosto de 2011, una decena de zetas llegaron al casino Royale, de Monterrey, con bidones de gasolina. Los dueños se negaban a pagar la cuota de 7.000 euros semanales que les exigían. Le prendieron fuego y murieron cincuenta y dos personas.
- Siete horas después de jurar el cargo, Alejandro Domínguez Coello, jefe de la policía de la ciudad de Nuevo Laredo (en la frontera con Estados Unidos), fue asesinado por sicarios de Los Zetas. Fue el 10 de junio de 2005.
- Los Zetas también se dedican al robo de hidrocarburos. La compañía estatal Pemex estimó estas pérdidas en mil millones de euros.