A lo largo de este año una serie de trabajos más o menos académicos y diversos eventos organizados por activistas han venido a conmemorar el centenario de la prohibición de la marihuana.
En efecto, la resina de cannabis quedó incorporada a la lista de sustancias psicoactivas sometidas a control internacional en el Convenio de Ginebra de 1925. En contra de lo que muchas personas puedan pensar dicha iniciativa no partió de Estados Unidos, sino que fue sugerida por la delegación británica. Las razones de Gran Bretaña –como suele suceder en estos casos– no fueron farmacológicas, sino estrictamente políticas. De tal manera, si el gobierno británico elevó a cuestión esencial la fiscalización del hachís fue porque su consumo se había convertido en símbolo de una actitud opuesta a su colonialismo en todo Egipto y especialmente en El Cairo.
El hecho de que el movimiento internacional de reforma de las políticas del cannabis haya elegido este año para conmemorar el centenario de la prohibición de la planta está, por tanto, más que justificado. Sin embargo, no está de más hacer algunas precisiones al respecto.
Primeras prohibiciones
Portada de la revista Life del 31 de octubre de 1969.
En primer lugar, conviene señalar que antes de 1925 ya se habían registrado prohibiciones parciales, de carácter local, en algunos países, como México y Sudáfrica.
La primera interdicción formal de la marihuana en México data de un bando emitido en el Distrito Federal en 1869 por el que se prohibía “la venta de la yerba nombrada marihuana” y se decretaba la pena de un mes de prisión para cualquier persona que contraviniera lo dispuesto. Dos años más tarde el ayuntamiento de Guanajuato promulgó un bando para atajar “los graves males que causa el uso de la yerba vulgarmente llamada marihuana”, prohibiendo su venta “a no ser en las boticas” y siempre con receta médica. El siguiente registro es de 1882, durante el breve tercer periodo de Porfirio Díaz como gobernador de Oaxaca, en el que la planta “Rosa María, conocida comúnmente como marihuana” fue prohibida en el Código Penal del referido Estado. En 1888, en el municipio de Cosalá (Sinaloa) la venta fuera de boticas se castigaba con multa de 25 pesos y el consumo con la sanción que “la autoridad considerara apropiada”. En 1891 se prohibió venderla en el Estado de México y en 1896 el gobierno municipal de Ciudad de México reiteró la prohibición de su venta no farmacéutica. Ese mismo año, en Culiacán (Sinaloa), se prohibió su venta y consumo sin prescripción facultativa, con multa de hasta 10 pesos y arresto de hasta diez días. También en 1896 se prohibió el comercio y cultivo de marihuana en Querétaro mediante un decreto firmado por el gobernador Francisco González de Cosío. Con la entrada del siglo XX estas prohibiciones locales se fueron extendiendo por otros Estados: Zacatecas en 1904, Nuevo León al año siguiente, Ciudad de México en 1908, etcétera.
Prácticamente lo mismo podría decirse de Sudáfrica, donde en 1870 la Coolie Law Consolidation de la provincia de Natal prohibía “fumar, usar o poseer, y vender, intercambiar o regalar” cannabis a cualquier trabajador indígena. Luego las colonias del Cabo y del Transvaal restringieron el cultivo de la planta por considerarla “nociva”. En 1891, la Colonia del Cabo prohibió la dagga –término usado en Sudáfrica para referirse al cannabis– por medio de la Act 34 y el Estado Libre prohibió su tráfico en 1903.
Tanto en un caso como en otro la prensa jugó un papel decisivo, al presentar a la planta de cannabis como una droga adictiva, que debilitaba a los trabajadores asalariados y causaba locura, provocando la preocupación de las autoridades y de no pocos propietarios, quienes creían que socavaba la vitalidad de la mano de obra. Los consumidores de hierba recibían de los medios una caracterización francamente negativa, como si fueran un compendio de todos los vicios. Así, los periódicos relacionaban el uso de cannabis con las clases bajas, con lo indígena y con lo irracional (particularmente con la demencia), y corrientemente lo vinculaban con escenarios violentos y sangrientos, extendiendo pánicos morales en torno a dicho uso. En este sentido, podemos decir que la prensa desempeñó un rol muy importante en la aceptación de las primeras normas que prohibían la marihuana y que, tildándolo de “vicio”, buscó erradicar un hábito popular cada vez más enraizado en las costumbres cotidianas.
Usos lícitos y primera detención en España
Un suelto del periódico de 1935 con Los Imán, matrimonio que trabajaba como dueto cómico y los primeros detenidos en España en relación con el cannabis, por 825 gramos de marihuana traídos desde México a Barcelona.
En segundo lugar, debemos hacer otra precisión importante: la incorporación de la resina de cannabis a la lista de sustancias psicoactivas sometidas a restricción internacional en el Convenio de Ginebra de 1925 no supuso su prohibición automática. ¡Nada más lejos de la realidad! De hecho, en España, además de los famosos Cigarrillos Grimault, elaborados en París a base de cáñamo indio, que se recomendaban en la prensa de la época para combatir el asma, la rubefacción, el insomnio, la tos… ¡desde 1870!, se vendían otras especialidades cannábicas. Por ejemplo, en las postrimerías del siglo XIX comenzó a destilarse en Albal (Valencia) el Licor Montecristo de Hachís, que se comercializó sin ningún tipo de problemas como un eufórico tónico digestivo hasta bien entrado el siglo XX. Un boticario de Barcelona se encargaba de elaborar el Jarabe de Haschisch Bromurado del Dr. Jimeno, “tónico y sedante nervioso poderosísimo”, especialmente recomendado en “la enajenación mental, neurastenia con manifestaciones de excitabilidad, insomnio, etc., y en las dismenorreas o menstruaciones dolorosas”. Y todavía durante la Segunda República (1931-1939) en las farmacias españolas, además de éstos y otros específicos –como tinturas, jarabes y callicidas fabricados con cannabis indica e importados desde Estados Unidos–, se vendían tres genéricos: extracto graso, o sea, manteca de cannabis, extracto hidro-alcohólico y sumidades, es decir cogollos. Y la demanda de estos productos era tal que en 1933 el Servicio de Restricción de Estupefacientes tuvo que adquirir 100 kilos de cannabis indica destinados al mercado terapéutico-legal.
A título anecdótico diremos que la primera detención que se produjo en España en relación con el cannabis tuvo lugar en 1935. Los detenidos eran un matrimonio que había trabajado en el mundo del espectáculo como dueto cómico, con el nombre de Los Imán, y a quienes se les ocuparon 825 gramos de marihuana que habían traído desde México a Barcelona.
Génesis y desarrollo del movimiento antiprohibicionista
Los años 40, 50 y 60 de la pasada centuría serían décadas de creciente delirio prohibicionista, hasta que en 1966 la artista feminista, periodista y activista Caroline Coon –en colaboración con Rufus Harris– fundó en Londres la organización Release, que ofreció asistencia legal en casos de arrestos por motivo de drogas a muchas personas jóvenes acusadas de posesión, entre ellas algunas celebridades como George Harrison y Mick Jagger. En julio de ese mismo año más de cinco mil jóvenes se concentraron en Hyde Park para pedir la legalización de la marihuana. Acababa de nacer así el movimiento antiprohibicionista en Inglaterra. De hecho, dos años después el denominado “informe Wotton” no llegó a prosperar, pero consiguió elevar el asunto de una eventual legalización de la droga al Parlamento británico.
Mientras, en Estados Unidos un porro humeante en primer plano, sujeto entre los dedos de alguien que estaba a punto de llevárselo a la boca, copó la portada de la revista Life el 31 de octubre de 1969. El único titular que exhibía el influyente semanario estaba dedicado a la marijuana. Tras anunciar que al menos 12 millones de personas la habían probado en EE UU, dejaba caer dos preguntas: “¿Está penalizada demasiado severamente? ¿Debe ser legalizada?”
Durante los años 70 el estado de California se puso a la cabeza no solo del movimiento antiprohibicionista, sino que propició una auténtica revolución en el cultivo de marihuana. En 1972 empezó a celebrarse el National Marijuana Day y en el verano de 1974 apareció el primer número de la mítica revista High Times. Pero según un veterano cultivador de la zona todo comenzó cuando un barco cargado de semillas de cannabis indica –procedentes probablemente de Afganistán– llegó al norte de California. Gracias a esas semillas, los cultivadores locales empezaron a conseguir híbridos cada vez más potentes y a intercambiarlos.
Para muchos cultivadores, 1976 fue el año del descubrimiento, el año que empezaron a producir marihuana de verdad, toda vez que hasta entonces el consumidor habitual ni siquiera discriminaba entre plantas macho y hembras. Ese mismo año, dos de esos primeros cultivadores de élite, Mel Frank y Ed Rosenthal, publicaron la primera guía para el cultivo de marihuana de gran calidad, tanto en interior como en exterior. Y como consecuencia inmediata empezó la celebración –durante las primeras ediciones en la más estricta clandestinidad– de un Festival Anual de Cultivadores, es decir, del primer concurso de muestras de marihuana.
Paralelamente, en Holanda, concretamente en Ámsterdam, gracias a su política más pragmática en materia de drogas, que diferenciaba las llamadas “blandas” de las “duras”, empezaron a abrirse los primeros coffee shops y con el tiempo a desarrollarse una auténtica pasión por perfeccionar el cultivo en interior, propia de un país acostumbrado a disputar terreno al mar y que no posee una climatología demasiado favorable para el cultivo en exterior. Así, Holanda fue cobrando cada vez más protagonismo en el mundo cannábico, en detrimento de California. En esta circunstancia, no solo tuvo que ver el grado de especialización alcanzado por los cultivadores holandeses, que permitió que en 1987 comenzara a celebrarse en Ámsterdam la High Times Cannabis Cup, sino también el hecho de que el exgobernador de California Ronald Reagan alcanzara la presidencia de los EE UU. Si durante la legislatura del presidente Jimmy Carter (1977-1981) había llegado a especularse con una eventual legalización de la marihuana, durante la presidencia de Ronald Reagan (1981-1989) lo que se vivió fue una continuación de la cruzada contra las drogas que ya había decretado antes Richard Nixon (1969-1974) y había proseguido su continuador Gerald Ford (1974-1977). Dicha cruzada en el caso de la marihuana incluía no solo severas restricciones para sus usos medicinales ya autorizados, sino también la fumigación con paraquat –un herbicida altamente tóxico– de plantaciones ilegales mexicanas y otras localizadas en los estados de Georgia, Kentucky y Tennessee. Curiosamente, una de las principales consecuencias de dichas fumigaciones, decretadas y justificadas públicamente por Carlton Turner, el “Zar de las Drogas” bajo el mandato de Reagan, fue un mayor desarrollo del cultivo indoor. Y así hasta el presente.
Estado actual de la cuestión
En cualquier caso, y al margen de precisiones legislativas e históricas, es importante señalar que, cumplido un siglo de la fiscalización global del cannabis, poco a poco va recuperándose la normalización del estatus legal del consumo de cannabis en el mundo. Así, además del creciente reconocimiento del uso médico, cada vez son más los países que han legalizado el consumo lúdico o recreativo: en el continente americano Canadá, México, Uruguay y varios de los Estados Unidos (Washington, Oregón, Nevada, California, Arizona, Colorado, Montana, Illinois, Michigan, Nueva York, Vermont, Maine, Massachusetts, Washington D.C., Alaska, etcétera), aunque la posesión, la compra y la venta siguen siendo ilegales a nivel federal; Alemania, República Checa, Luxemburgo, Malta y Georgia en Europa; Sudáfrica en África y Tailandia en Asia.
Naturalmente, existen incoherencias y vacíos legales, pero hemos de confiar en que poco a poco la sensatez vaya imponiéndose y ganando terreno y que nuestros descendientes ya no tengan que incurrir en esta especie de catarsis colectiva global conmemorando un segundo centenario de la prohibición de la marihuana.