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Navegando en la Santa Luz

De las tres iglesias de la ayahuasca, la Barquinha es la más modesta y popular. Colorida y musical, de inspiración marinera, en su ecléctico panteón convive San Francisco de Asís con Yemanyá, el Dios Sol con Jesucristo. Antonio Geraldo hijo es líder del Centro Espírita Daniel Pereira de Mattos, una de las ramas más significativas de la Barquinha.

De las tres iglesias de la ayahuasca, la Barquinha es la más modesta y popular. Colorida y musical, de inspiración marinera, en su ecléctico panteón convive San Francisco de Asís con Yemanyá, el Dios Sol con Jesucristo. Antonio Geraldo hijo es líder del Centro Espírita Daniel Pereira de Mattos, una de las ramas más significativas de la Barquinha. 

Un Jesucristo ascendido, de brazos abiertos, da la bienvenida. El parterre está cuidado, barridos los caminitos que lo recorren, recién pintadas de blanco las paredes, de azul los zócalos, hermoseados los macizos. El hombre que abre la cancela no desentona: vestido de blanco, con un gorro de marinero, franquea el paso con una sonrisa y anima a seguir hasta el interior de la iglesia, por cuyas puertas abiertas manan raudales de luz blanca. Blancos uniformes con complementos violetas, blancas sillas de plástico, blancas paredes moteadas por el celeste de puertas y ventanas. Suena la campanita y los presentes forman dos filas, a ambos costados de la sala. A través de sendas ventanitas Antonio Geraldo hijo y su mujer Francisca Matos reparten un vasito con una pequeña cantidad de daime a mujeres y hombres, niños y niñas, propios y extraños; el ritual está abierto a todo el mundo, no hay dinero por medio. Cuando Geraldo se asegura de que no es mi primera vez, me sirve la misma cantidad que a sus parroquianos. 
Geraldo se sienta a la cabeza de una gran mesa con forma de cruz. Tiene frente a sí un moderno sintetizador, a su lado una guitarra electroacústica, cerca de la boca un micro. Como doce apóstoles, seis hombres y seis mujeres toman asiento a un lado y otro. Callan, con ojos cerrados, hasta que suena la base rítmica pregrabada. Entonces comienzan los cantos, al unísono, después el padrenuestro y el avemaría. De entre el coro un tanto monótono destacan las voces de un hombre, por su pausada cadencia, y de una mujer, por su profunda aspereza. 

“Una bebida maravillosa. Es un privilegio que Dios nos dio porque da unos momentos de tranquilidad y comprensión, porque amplía los sentidos”

Soy el único que, a la media hora, sale al baño a vomitar. Nadie más lo hará en toda la noche. Cuando regreso y tomo asiento, el daime demuestra su extraordinaria potencia: se abre ante mí una espléndida catedral que se construye y reconstruye con cada nota y la siguiente. Un edificio dorado y colosal cuyas paredes son las resplandecientes caras de las santas y los santos invocados. Nunca la iconografía cristiana me ha parecido tan conmovedora, nunca el padrenuestro tan sentido, el avemaría tan enternecedor. 
“Bellísimo”, concluyo cuando me acerco a saludar al Mestre Antonio Geraldo hijo, al final de la ceremonia. Él me devuelve una sonrisa de agradecimiento. Le explico que me ha sorprendido la potencia de su daime. “Nosotros hacemos nuestro daime muy concentrado para beber una cantidad menor y llegar donde queremos por más tiempo. Nuestra intención es que la gente beba poco y que salgan felices. Es satisfactorio cuando la gente toma y te agradece por la mareación, que nunca han conseguido mirar pero cuando bebieron nuestro daime supieron lo que es. Es un privilegio que Dios nos dio porque da unos momentos de tranquilidad y comprensión, porque amplía los sentidos”.

Linaje

Antonio Geraldo hijo es el líder del Centro Espírita Beneficente Daniel Pereira de Mattos, uno de los seis centros independientes que se suelen considerar como representantes de la línea de la Barquinha ‘Barquita’, cronológicamente la segunda de las religiones de la ayahuasca: “Nos llamamos Barquinha porque nuestra misión representa un barco”, explica Geraldo. “Navegamos en un mundo de ilusión recogiendo a las personas que están perdidas para guiarlas hacia el camino del astral”. 
El carismático Antonio Geraldo hijo, de unos vigorosos sesenta años, asumió en el año 2000, tras el fallecimiento de su padre, el liderazgo del centro sin que ninguno de los integrantes del grupo lo pusiera en cuestión, algo infrecuente en el mundo de las iglesias de la ayahuasca, siempre susceptibles de escisiones y fisiones más o menos traumáticas a la muerte de sus líderes. Esta apacible transición quizás se debió a que poco antes de su muerte Antonio Geraldo padre contó a su gente que había tenido una revelación espiritual en que se le comunicó que su hijo sería el sucesor. Las revelaciones divinas, que acontecen bajo los efectos del daime, son, por definición, incontestables.   
A su vez, Antonio Geraldo padre había sucedido al fundador, Daniel Pereira de Mattos: nacido en 1888 en el nordeste brasileño, descendiente de esclavos africanos, marinero profesional, llegado al estado amazónico de Acre en la turbulenta época del caucho, a principios del siglo XX, se dice que fue el barbero del Mestre Irineu, fundador de la primera religión ayahuasquera, el Santo Daime, y que fue Irineu quien le inició en la bebida sagrada. Se dice de Mestre Daniel que era bohemio, músico y fiestero, amante de la noche y las mujeres de vida triste. Que era alcohólico hasta el coma etílico, que su vida se hundía en el trago y que un día, o una noche, embriagado por el alcohol o por el daime, tuvo la revelación: un ente de luz le entregó el Libro Azul que contenía la doctrina y los himnos sobre los que se construiría la Barquinha. Una casita al principio, la Capillita de San Francisco, donde recibía enfermos, les daba daime y les rezaba para curar sus enfermedades. Aquello sucedió hacia 1945. Para entonces Daniel había dejado el alcohol. 

Feligreses de la iglesia de la ayahuasca
Un grupo de feligreses después de empañetar la boca de los hornos sobre los que se cocina el daime.

Adicciones

No es casualidad que los dos primeros parroquianos a los que entrevisto me cuenten que el daime les ayudó a superar un pasado de adicción. Amauri da Silva, que lleva veinte años bebiendo con Antonio Geraldo: “La Santa Bebida nos hace abandonar los errores. Yo vine del mundo de la droga y el alcohol, y conocí esa Santa Luz, que me permite encontrarme cosas buenas y abandonar lo malo”. O Aldemir Marinho, que llegó a la Barquinha por consejo de un compañero de trabajo: “Yo fumaba dos cajetillas de tabaco al día y el primer día que tomé la Santa Luz unos seres divinos vinieron a mi oído y me dijeron que el cigarro no era bueno. Vomité. Boté mi cigarrillo y ya llevo 17 años sin fumar. Porque te das cuenta que tienes un problema y sabes lo que va a pasar si sigues haciéndolo. Eso es una maravilla”. No es casualidad que actualmente las investigaciones psicofarmacológicas exploren las propiedades antiadictivas de la ayahuasca, una vía prometedora que durante décadas han practicado centros como Takiwasi, en Perú, o Camino de Luz, en Rio Branco.    

“Yo tomé la Santa Luz y unos seres divinos vinieron a mi oído y me dijeron que el cigarro no era bueno para mí. Vomité. Boté mi cigarrillo y ya estoy 17 años sin fumar”

Aldemir y Amauri me cuentan esto el día siguiente a la ceremonia, en la finca que Antonio Geraldo hijo posee a treinta kilómetros de Rio Branco. Una docena de feligreses ha venido a trabajar en la nueva casa de feitío, el lugar donde cocinan el daime, que está en los últimos estadios de su construcción, obra de los mismos feligreses, bajo la dirección de Geraldo, que la ha diseñado. Es una instalación mecanizada, con un tanque donde se lavan las plantas y una trituradora motorizada que procesa la ayahuasca. En un nivel inferior quedan las bocas de los tres hornos; en el superior, para movilizar las grandes ollas, colocarlas sobre el fuego, llenarlas de agua o vaciarlas de daime, hay un complejo sistema con rieles y poleas ideado y fabricado por el propio Geraldo, un hombre con muchas habilidades, entre ellas la metalurgia. 

Daime eficiente

Esta modesta industrialización para la elaboración del daime, además de concederle tiempo y eficiencia, le ha ganado a Geraldo críticas de otras iglesias. “Hay personas de algunas líneas que no están de acuerdo con el uso del triturador del daime. Creen que tiene que ser machucado”. Y es cierto que, por ejemplo, en el Santo Daime, la preparación del daime tiene una gran importancia ritual; es impresionante verles machucar con mazos de madera, como una coreografía, al ritmo de la música. Pero Geraldo tiene sus razones: “Nosotros usamos el triturador porque facilita nuestro trabajo, ahorra tiempo y aumenta la calidad del producto. Respeto a las personas que machucan porque dicen que el fundador lo hacía así y por tanto así tiene que ser, mi punto de vista es que los fundadores que vivían en medio de la selva no conocían esta tecnología y solo tenían la opción de cortar un pedazo de madera para hacer un mazo y machacar el daime. Yo creo que si ellos vivieran en la actualidad y tuvieran acceso a esta tecnología que permite hacer un trabajo con más perfección, aprovechamiento de tiempo y material, creo que lo utilizarían”. 
Los tiempos cambian, sin duda. Aunque durante décadas el daime que usaban las iglesias de Acre se hacía con plantas silvestres que se cosechaban de la selva, hoy la selva da cada vez menos. Basta con mirar más allá de los linderos de la finca de Geraldo: haciendas ganaderas, ni rastro de masa boscosa. A las afueras de Rio Branco, la selva ha sido arrasada en cientos de kilómetros a la redonda. Ganaderos y madereros explotaron extensas áreas, favorecidos por una reforma agraria y la conexión por carretera con el resto del país. Las iglesias de la ayahuasca aportaron su granito de arena al empobrecimiento el bosque, cosechando las plantas hasta su casi desaparición. “Está más difícil encontrarlas, antiguamente era más cerca”, explica Geraldo. “Ahora muchos van a Bolivia, el país vecino, donde hay mucho. Nosotros tenemos amigos con mucha tierra que nos permiten investigar y si encontramos pedimos permiso y sacamos”. La costumbre de buscar en el monte, sin embargo, tiene sus días contados. “Es importante que cada comunidad tenga su plantación”, opina Geraldo, que está implementando en su finca un plan de manejo sustentable para consumir sus propias plantas sin necesidad de dañar el bosque. Su plan consiste en reforestar con quinientos árboles de crecimiento rápido un sector de su propiedad y sembrar al pie de cada árbol una mata de ayahuasca. “Se le deja crecer ocho años, luego se saca el primero y cuando se llega al último el primero ya está en condiciones de ser cosechado otra vez. Como necesitamos la madera para cocinar, el árbol al que trepa el daime que hemos cosechado también se tumba para que sirva de leña. Así se aprovecha todo”. 

Antonio Geraldo hijo en su estudio de grabación
Antonio Geraldo hijo tiene un completo estudio de grabación en la parte de atrás de la iglesia, en la que graba las bases rítmicas de los himnos sagrados.

Playback espiritual

Los tiempos cambian, la tecnología abre nuevas posibilidades: que Antonio Geraldo hijo, músico de corazón, tenga en la parte trasera de su casa, que está en la parte trasera de la iglesia, un completo estudio de grabación, con grandes monitores y potentes altavoces, en los que prepara las bases rítmicas que luego reproducirá en la iglesia, sobre los que se cantarán los himnos. “A veces es difícil trabajar con un grupo. Hace falta que siempre estén todos los músicos para que el trabajo esté completo y ya he tenido muchas decepciones. De aquí yo lo llevo todo preparado al culto, donde sólo toco un poco de guitarra o teclado, que podría poner también en el playback pero entonces no queda tan bien porque a la hora del culto me vienen a la mente algunos arreglos, porque uno está inspirado y queda más chévere”. Inspirado es, sin duda alguna, la palabra más adecuada: con el espíritu dentro. 

Los himnos son fundamentales, porque contienen los mensajes de la doctrina, estructuran el transcurso del ritual y canalizan la sanación

La relación entre música, espiritualidad y sanación es notable en las iglesias de la Barquinha, tal vez porque Daniel Pereira de Mattos, el fundador, era un excelente músico que volcó de manera natural su religión hacia la musicalidad o viceversa. Se cuenta que el éxito inicial de la Capillita de San Francisco se debía a la belleza de sus cantos. A su muerte en 1958 Mestre Daniel había recibido de los espíritus más de doscientos himnos, a los que se añadieron posteriormente los que recibieron su sucesores, Geraldo padre y Geraldo hijo, varios centenares en total. Los himnos son fundamentales, porque contienen los mensajes de la doctrina, estructuran el ritual y canalizan la sanación. Los cinco primeros himnos son de apertura: “Llamamos seres para proteger y pedimos a Dios que permita venir a seres curadores trayendo la fuerza divina de Dios, porque solo Él cura, a través de sus mensajeros”. Después de la apertura hay una breve pausa para servir una segunda ronda de daime, a las personas que hayan llegado retrasadas. Luego, reanudado el ritual, Geraldo comienza a recibir “irradiaciones” de los espíritus que se presentan para hacer la curación. “La entidad me pide cantar su himno y a través del himno viene a hacer su trabajo con su falange, es decir, con los asistentes que trae para ayudar”. Falange: los motivos y alegorías militares aparecen frecuentemente en la simbología de la Barquinha.  
Es decir: cada himno está vinculado a un espíritu que se presenta en la ceremonia cuando el mensaje que contiene su himno es precisado por alguno de los presentes. “Esos mensajes van a llegar a algunas personas que lo están necesitando; sirven a todos pero hay alguna persona que está más necesitada. Después de que termina el culto la persona viene a mí y me dice: ‘Muchas gracias, qué bonito el mensaje que cantó’. Esa fue la entidad que vio que lo estaba necesitando y me irradió para cantar ese mensaje. Cada persona recibe el mensaje que necesita y por eso la gente sale maravillada, con otro pensamiento, más feliz”. 
El sol es una linda estrella que brilla en todo lugar, // su brillo es tan sublime sobre las aguas verdes del mar… // Vamos a amar a Dios Jesús con amor y alegría // para poder beber del agua de la fuente de sabiduría. // Las lindas puertas de los encantos se abrieron para yo entrar. // El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, que vinieron a consagrar. // Agradecemos con alegría a Jesús el Salvador // y a la reina soberana, la madre de nuestro a salvador. 
Este himno fue recibido en 1998 por Antonio Geraldo padre. Recibido: “Se lo entregó a mi padre el Príncipe de Luz”, cuenta Geraldo hijo, “que era un hermano de la casa y en el mundo espiritual recibió la condecoración de Príncipe de Luz. Desde entonces ha traído varios mensajes bellos para ayudarnos a viajar en el barco sagrado”.
Durante las ceremonias Geraldo no se mueve de su sillón, rodeado de sus instrumentos musicales. “Porque tengo que estar concentrado, en sintonía con el poder superior que es Dios, la fuente sagrada, de donde vienen todos los mensajes”. Para finalizar se cantan tres himnos de cierre. “Pedimos a Dios que todas aquellas energías positivas que hemos recibido sean llevadas al mundo entero, a los hospitales, para que todo el mundo se beneficie”.

Entidades de luz

La mayor parte de la estructura ritual y simbólica de la Barquinha fue diseñada tras la muerte del Mestre Daniel en 1958 por quien le sucedió al frente del culto: Antonio Geraldo padre, que apenas llevaba tres años como miembro de la iglesia. Fue bajo el liderazgo del Geraldo padre que en enero de 1959 la Capillita de San Francisco se registró oficialmente con el nombre Centro Espírita e Culto de Oração e Casa de Jesus Fonte de Luz; fue bajo su liderazgo que comenzaron a usarse las fardas ‘uniformes’ de inspiración marinera y que comenzaron a diferenciarse los trabajos de concentración (pensados para la introspección de los miembros del culto), los de caridad (pensados para atender a visitantes enfermos o necesitados de orientación), y los bailados, quizás la expresión litúrgica más característica de la Barquinha. 
Los bailados tienen lugar en el “parque”, un espacio circular construido fuera de la iglesia, en el que los seres espirituales se encarnan en los bailarines para gozar de una fiesta terrenal. Es, de hecho, un favor que se hace a las entidades como contraprestación a sus servicios en los trabajos de la Barquinha. “Los seres que vienen durante el bailado son seres del mar, de la selva y del astral y cada himno que cantamos es una entidad que viene, y se incorpora en alguna de las personas que son médiums para bailar”. Cuando eso sucede, la persona en la que el espíritu se encarna comienza a bailar de manera característica. 
Jesucristo, San Francisco de Asís (y toda una serie de santos y santas), Yemanyá, la Virgen María, el Dios Sol, espíritus de la selva… Las entidades que conforman el panteón de la Barquinha son típicamente diversas, como corresponde a las religiones de la ayahuasca, nacidas del contacto entre los ayahuasqueros nativos y los trabajadores del caucho, procedentes del nordeste brasileño, de ascendencia africana. Catolicismo popular, espiritismo, creencias de origen africano como la umbanda, confluyeron de forma creativa y particular en cada una de las religiones de la ayahuasca. 

Cuestión familiar

Francisca Matos, esposa de Antonio Geraldo hijo, es la encargada de armonizar la ecléctica iconografía que adorna la iglesia. A ella se debe la deslumbrante pulcritud del lugar, la ornamentación colorida rica en telas satinadas, figuras relucientes, cuadros alegóricos. “Mantenemos la iglesia limpia porque nosotros llamamos a entidades de luz, seres positivos, y tenemos que recibirles como a ellos les gusta”, explica Matos, que llegó a la familia de los Geraldo con apenas doce años, huérfana, y se enamoró de la doctrina y del hijo del líder. Sus suegros la adoptaron y le enseñaron lo preciso para, un día, hacerse cargo del templo que habría de heredar su marido. Y así, en la mañana de cada uno de los trabajos que se realizan, Matos lidera una cuadrilla de limpiadores de ambos sexos que acondicionan el lugar con pulcritud.   
Aunque a lo largo de dos décadas Geraldo padre consolidó la estructura ritual y simbólica de la Barquinha, en 1979, tras un enfrentamiento con otros miembros de la dirección del culto, decidió abandonar la iglesia original y construir una nueva en el mismo barrio, doscientos metros más allá, el Centro Espírita Daniel Pereira de Mattos, nombre que sugiere la continuidad doctrinaria que une a Mestre Daniel con Geraldo padre y ahora Geraldo hijo. No fue la única escisión: actualmente hay seis centros de la Barquinha en Acre, algunos de los cuales tienen “filiales” en otras partes del país. A diferencia del Santo Daime y de la União do Vegetal, las otras dos religiones de la ayahuasca, la Barquinha no se ha expandido internacionalmente. “Nosotros somos gente humilde, no queremos crecer, nos gusta que nuestra comunidad sea pequeña, familiar”, dice Geraldo hijo. La continuidad de la iglesia, sin embargo, no parece en peligro: numerosos jóvenes son adeptos, entre ellos los hijos de Geraldo, yernos y nueras. Uno de sus hijos, si un día llega la revelación, tal vez suceda a su padre al frente de este culto alegre.   

Iglesia de la ayahuasca
La mesa desde la que se dirigen los trabajos, con forma de cruz. Seis hombres y seis mujeres se sientan a un lado y otro, en alusión a los doce apóstoles.
BIBLIOGRAFÍA

A quienes deseen profundizar en el conocimiento de las iglesias de la ayahuasca, recomiendo el libro Contrastes e continuidades em uma tradição amazônica: as religiões da ayahuasca, de Sandra Lucia Goulart, que se puede descargar gratuitamente en la web de Unicamp, y que ha sido una fuente de información clave para la realización de este reportaje.

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #245

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