En el restaurante de comida rápida
Mucha gente asocia el THC y su disolución en la gran masa craneoencefálica con la lentitud. No es justo. No es del todo cierto. No es que el tiempo se ralentice, es que se dilata.
Mucha gente asocia el THC y su disolución en la gran masa craneoencefálica con la lentitud. No es justo. No es del todo cierto. No es que el tiempo se ralentice, es que se dilata. Pero dentro de ese tiempo dilatado también hay espacio para la velocidad. Pasan muchas cosas y unas pasan más rápido que otras. Una de esas cosas es el apetito: ñam-ñam.
Se suelen establecer relaciones de inversa proporcionalidad entre el apetito y la exigencia de calidad. Y directamente proporcionales entre el apetito y la exigencia de cantidad. La idea de calidad se enfrenta a la de cantidad. Algunas cosas molan mucho, pero no hay nada que mole bien. Antes, había cosas que molaban cantidad –¡Mola cantidad!–, pero no había nada que molara calidad: ¿mola calidad?
En los restaurantes de comida rápida la comida no mola, no resiste el menor análisis desde el punto de vista de la calidad, pero al menos, decimos, es rápida: es comida veloz. La calidad es un concepto muy laxo, y la velocidad también, sobre todo cuando el THC se ha disuelto en tu gran masa craneoencefálica. Contienes la respiración, hinchas el pecho como si estuvieras aprendiendo a flotar. Frunces el ceño. Al principio hay una rugosidad en tus pensamientos que resulta un poco latosa. Después todo se alisa, todo va como la seda. Todo es posible. Algunas cosas buenas pasan a ser malas, y otras cosas buenas se convierten en extraordinarias. Pero estás en un lugar repulsivo: el establecimiento de comida rápida. Te cuesta usar la palabra restaurante porque te parece demasiado elevada para la basura que venden allí. Entonces tampoco deberías usar la palabra comida. El restaurante de comida rápida se ha convertido en un establecimiento donde dan basura, pero la dan muy rápidamente. ¿Estás seguro? En condiciones normales, dirías que todo ocurre a una velocidad de vértigo. La gente entra, hace cola, recoge el pedido y se larga. Tu relación con la comida rápida es mala, o lo era hasta este mismo momento, porque ahora resulta que el THC ha irrigado tu cuerpo y ha mandado una serie de mensajes a tus terminaciones nerviosas y la velocidad se confunde, o se integra, con la lentitud. Ahora, en el restaurante de comida rápida, las cosas no van tan deprisa. Un hombre con la gorra al revés ha pedido un menú especial de comida basura y han pasado varios siglos hasta que el dependiente ha pulsado la orden en la pantalla táctil del ordenador. Unas glaciaciones más tarde, en ese mismo lugar, llegará tu turno y pedirás un menú:
–¡Quiero la mejor basura de todo el planeta y la quiero ahora!
Y pronunciar esta sencilla frase, estas doce palabras, te llevará unas cuantas décadas, y unas cuantas décadas después contemplarás el mundo desde una silla de plástico y apoyarás los codos en una mesa de plástico y hundirás los colmillos en un trozo de la mejor comida basura del planeta y pensarás: “¡Es malo, y me gusta! ¡Mola calidad!”.
Ilustración de Jorge Parras
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