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Un país en la mochila (autopropulsada)

¿Qué cosas te hacen feliz? No importa. Lo que importa es lo que digan las estadísticas y lo que dicen las estadísticas es que lo que hace más feliz a la gente son los viajes. Todo el mundo quiere viajar.

¿Qué cosas te hacen feliz? No importa. Lo que importa es lo que digan las estadísticas y lo que dicen las estadísticas es que lo que hace más feliz a la gente son los viajes.

Todo el mundo quiere viajar. Un viaje es un desplazamiento –físico, en un principio– y un desplazamiento es un cambio: la necesidad de cambio nos persigue allá donde vamos. Vayamos al meollo del asunto. Vayamos al cogollo. Fumarse un canuto en forma de ele es un viaje porque empiezas en un punto y terminas en otro. Por lo común, pensamos que un viaje es un desplazamiento a un lugar mejor. Por lo común, pensamos que las cosas sólo pueden mejorar. Pero a veces en los viajes, hablamos ahora de los viajes convencionales, analógicos, nos desplazamos a un sitio manifiestamente peor que el sitio del cual procedemos: por ejemplo, un país anegado en la miseria. En realidad, no importa que sea un lugar miserable, y que la gente viva hacinada en los bordes de las autopistas o en las lindes de los vertederos: ¡Es todo tan de verdad! ¡Toda esa gente se conforma con tan poco! ¡Qué enseñanza de vida! Y cuando vamos a un sitio mejor: bueno, en ese caso las cosas mejoran, y no hay que darle más vueltas. Guatemejor. Detrás de todo esto está la necesidad de cambio. Los chinos –algunos chinos– dicen: “Sin salir de mi habitación, conozco el mundo”. ¡Ah, tenemos tanto que aprender de esta gente! Así que el mundo está, en su totalidad, apretado y sustanciado en nuestra habitación, que es como decir que está en nuestra cabeza. El mundo cabe también en una mochila, esto lo saben todos los buenos y verdaderos viajeros. Si tenemos una mochila y tenemos la suerte de que esa mochila sea una mochila autopropulsada, todo lo demás vendrá por añadidura. La mochila autopropulsada ha sido comparada –desde los tiempos de la dinastía Han– con la bobina del movimiento perpetuo y con un gran canuto en forma de ele. Cuando fumas un gran canuto en forma de ele y, por supuesto, elaborado con un material de primera, ese material se extiende por los terminales nerviosos de tu cuerpecito e inunda tu espíritu. Se operan una serie de cambios en tu psique (¡pues psique!) y se produce un desplazamiento: empiezas aquí y acabas allí. Pero seamos sinceros: estos desplazamientos unas veces nos llevan a Guatepeor y otras veces nos llevan a Guatemejor. ¿Qué es mejor? El caso es que, lleguemos a donde lleguemos, las cosas cambian y se supone que eso está bien. Ahora bien: si todo cambia todo el tiempo, ¿cómo podemos estar seguros de que hay cambios? A lo mejor el cambio verdadero es el no cambio. Las cosas pueden cambiar aunque tú no salgas de tu habitación. Tu cerebro es una mochila autopropulsada capaz de llevarte a cualquier parte (a cualquier parte dentro de tu cerebro) y tu cerebro es un gran canuto autocombustible aunque incombustible: movimiento perpetuo, tu cerebro nunca deja de funcionar mientras funciona. Ah, maldita sea: sólo tenemos una vida: ¡Haz algo!, ¡no hagas nada! ¡Haz nada!

Un país en la mochila (autopropulsada)

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #232

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