Un rumiante en la cabeza de Eduard Punset
La actividad en tu eje gastrohipotalámico empieza a multiplicarse y aumentan tus niveles de grelina. O lo que es lo mismo: tienes hambre y estás a punto de dar el salto y pasar al otro lado del círculo de fuego y humo azul y no quieres desperdiciar la ocasión.
La actividad en tu eje gastrohipotalámico empieza a multiplicarse y aumentan tus niveles de grelina. O lo que es lo mismo: tienes hambre y estás a punto de dar el salto y pasar al otro lado del círculo de fuego y humo azul y no quieres desperdiciar la ocasión.
La ocasión la pintan calva o medio calva y con rizos, y al otro lado del espejo está el cerebro multiforme del divulgador científico Eduard Punset. En la cabeza del señor Punset hay sitio para ideas pequeñas y huidizas, y también para ideas enormes, inabarcables. Punset lo entiende todo y tú entiendes o crees entender a Punset, aunque a veces no acabes de entender algunas de las cosas que Punset entiende o dice entender. Pero ahora el THC –la cosa en sí– se ha disuelto entre las cuatro arrugas de tu frente y estás hambriento: pensar se ha convertido en una actividad física y necesaria. Piensas con la frente, igual que hace Punset: frunces el ceño, aprietas los labios, dibujas ondas con las manos. Hay unas cuantas vías de acceso al cerebro de Punset, muchas formas de caer en sus redes. Puedes hacerlo por medio de uno de sus libros o puedes hacerlo en una conferencia si consigues sitio, y si no consigues sitio puedes hacerlo a través de uno de esos vídeos de YouTube que recogen sus conferencias o sus programas de televisión.
Entras en las redes de Punset y de pronto eres uno de esos científicos que hablan dos lenguas a la vez. Lo entiendes todo. A lo mejor eres el propio Punset, y entonces no serás bilingüe sino trilingüe, porque hablas catalán, castellano e inglés a la vez. ¡Quina cosa tan amazing! Eres como esos grupos de rock que tienen dos baterías, o como esos animales rumiantes que tienen tres o cuatro estómagos o cuatro estómagos en uno. Tú tienes dos, tres o cuatro cerebros, y por eso lo entiendes todo, pero también lo cuestionas todo. En circunstancias normales no cuestionarías nada porque no entenderías nada, aunque entendieras, o creyeras entender, a Eduard Punset. Ahora has aprendido a rumiar las ideas, y esa es la razón por la que puedes digerir ideas complicadas de forma integral.
En las comedias románticas, cuando una chica rechaza a un chico por tercera o cuarta vez, le pregunta: “¿Qué parte de NO es la que no entiendes?”. Y ese chico se queda callado y empieza a trocear la palabra NO. La atomización de una cuestión complicada, su descomposición en partículas, es una técnica habitual a la que recurren los que no entienden la totalidad de esa cuestión: “Maldita sea: voy a aislar unas cuantas ideas para comprender mejor la cuestión o para, al menos, comprender parte de la cuestión”. Todo eso se ha terminado; ahora se trata de que la idea entera –la cosa en sí– pase por cada uno de tus cuatro cerebros de pensador rumiante, o por cada una de las cuatro cámaras de tu tretracerebro, hasta hacerla comprensible y digerible. ¡Buen profit, my friend!
Ilustración de Jorge Parras
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