En China hay referencias al uso del cannabis desde hace unos ocho mil años. Según el papiro Ebers (1500 aC), la farmacopea egipcia de la época recurría a más de setecientas sustancias, entre ellas el cannabis. En el siglo XIX y principios del XX, el cannabis era una medicina que se podía encontrar en las farmacias europeas, y fue considerado como un agente terapéutico eficaz hasta su prohibición.
Los intensos esfuerzos que hizo Estados Unidos, apoyado con datos científicos poco fiables y con una reconocida influencia en la recién establecida Organización Mundial de la Salud (OMS), contribuyó a que el cannabis fuera condenado en la Convención Única de 1961 como una droga con propiedades particularmente peligrosas.
Desde su fundación en 1992 como asociación para el estudio de esta planta, ARSEC no dejó de propagar los valores medicinales de la planta. Desde su primer número, esta revista ha dedicado muchas de sus páginas al aspecto medicinal del cannabis, mostrando la historia y sobre todo la actualidad de sus propiedades terapéuticas.
A finales de 1997, la OMS publicó un informe titulado Marihuana: una perspectiva para la salud y una agenda para la investigación, un documento contradictorio en su redacción y desequilibrado en la selección de los conocimientos científicos sobre la cuestión, y se quedaron tan contentos. Un año después, Cáñamo presentó en Madrid su número dedicado al cannabis como medicina en una concurrida rueda de prensa en el círculo de Bellas Artes. Por esa época, la asamblea de la Coordinadora por la Normalización del Uso del Cannabis constataba la expansión de los usos terapéuticos, con grandes profesionales abriendo brecha; el aspecto terapéutico empezaba a ser una realidad social, en la que cabían hasta propuestas de ceder parte de los cultivos asociativos a los enfermos que lo solicitaran.
Casi veinte años después, en el 2016, la OMS decidió la revisión del estatus de fiscalización internacional del cannabis. No le quedaba otra, ya que la sociedad se estaba rebelando contra la prohibición. Canadá, Uruguay y siete estados de Estados Unidos ya tienen una regulación integral del cannabis, y docenas de países ya han regulado el cannabis medicinal gracias a la presión de los pacientes.
En junio del 2018, la OMS contaba con los primeros resultados del estudio encargado y suficiente información para tener una visión crítica. Se volvió a reunir en noviembre, y los resultados fueron estudiados y debatidos: declararon que harían pública la recomendación del comité de expertos sobre la revisión científica del cannabis en la próxima reunión en diciembre de la Convención Narcotic Drugs (CND), único órgano con potestad de cambiar las listas de sustancias fiscalizadas. Pero llegó el día en que todos esperábamos una reclasificación y anunció que su decisión se postergaba. O no lo tienen claro o las presiones políticas están siendo demasiado potentes para retrasar el cambio.
En España, en el 2017, representantes de los cuatro principales partidos políticos españoles se comprometieron a trabajar para abrir el debate y poder avanzar en la regulación. Poco más de un año después, la situación está igual o peor.
En este caso son el PP y el PSOE quienes están bloqueando el avance. Un PSOE que ha sido muy contradictorio en sus políticas respecto a la planta, y que ahora que está en el gobierno tiene al cargo de Sanidad a una ministra que se ha despachado con unas declaraciones absurdas que negaban el poder terapéutico del cannabis, mientras los pacientes claman desesperados por poder acceder a su medicina en condiciones.
Si creíamos que un gobierno autoproclamado de izquierdas iba a escuchar más a la gente, en este caso demuestra tanta cerrazón como el anterior del PP. ¿Dónde está el cambio?