Mejor con amor
REMA se presenta en sociedad
La programación de conferencias de Spannabis es demasiado previsible, como si cada año fuera la misma. Sin embargo, de vez en cuando, hay sorpresas. El encuentro de mujeres cannábicas que ha servido en la feria para presentar REMA, la Red Estatal de Mujeres Antiprohibicionistas, ha sido sin duda el evento más seguido y más emotivo de las World Cannabis Conferences de este año.
La programación de conferencias de Spannabis es demasia- do previsible, como si cada año fuera la misma. Sin embargo, de vez en cuando, hay sorpresas. El encuentro de mujeres cannábicas que ha servido en la feria para presentar REMA, la Red Estatal de Mujeres Antiprohibicionistas, ha sido sin duda el evento más seguido y más emotivo de las World Cannabis Conferences de este año.
El auditorio estaba casi lleno –lo cual es poco habitual en estas ferias– y la emoción no faltó. Desde la mesa habló Gemma Lago de CatFAC, Anna Obradors de We’ Canna y la canadiense Lisa Campbell de Women Grow, que expusieron brevemente los objetivos de la asociación.
Luego fue el turno de la la cero, donde Tre Borrás, psiquiatra y directora del plan de acciones sobre drogas del Hospital Sant Joan de Reus, comenzó lo que parecía iba ser sin más una catarata de buenas intenciones saludando la aparición de la red. Pero no. Aquello fue un espectáculo donde una docena de mujeres de todas las edades fueron levantándose de su asiento para interpelar con sus historias al público, que aplaudió y, en muchos casos, hasta lloró de emoción. La francesa Noucetta Kehdi, de General Hydroponics, agarró el micrófono y confesó que era la primera vez que hablaba de cannabis en público, debido a la restrictiva legislación de su país: “Fui consumidora durante 30 años y eso no me ha impedido tener una empresa exitosa, hijos, buena salud...”. Noucetta se despidió con su particular español: “Las plantas son nuestras hermanas, nos aprenden mucho y por eso las respeto. ¡Voilà!”
Michka Seeliger Chatelain, la conocida escritora, editora y activista cannábica francesa, se levantó temblando. 45 años lleva fumando, dijo, y como la gente se extrañó de su temblor, añadió con esa soltura de las mujeres libres que no se amedrentan ni siquiera ante la vejez o la enfermedad: “Tiemblo a veces cuando estoy emocionada. Las plantas son nuestras amigas”. Zoe de Kannabia, enjugándose las lágrimas, añadió a continuación que echaba de menos más participación de las mujeres, darles el lugar que les corresponde. Fernanda de la Figuera, recordó su abolengo cannábico dando la razón a los que la conocen como la abuela marihuana, con nietos y una experiencia en el cultivo desde el año 73, y soltó un mensaje contra la prohibición, a la que identificó como masculina, defendiendo el papel que pueden jugar las mujeres, acostumbradas como están a negociar, para conseguir un cambio radical. “Un mundo mejor es posible”, dijo al despedirse, y todas y todos contestaron amén. Y luego fue Coletta Youngers, la experta en políticas de drogas y derechos humanos, quien recordó la injusticia que sufren las mujeres en las cárceles, y lo importante que era dar voz a las mujeres en esta situación. La fila cero pasó el testigo a la concurrencia y la catarsis siguió su curso.
Desde la la cuatro, otra mujer se presentó como la madre de un hijo hiperactivo. Contó que su hijo no paraba de meterse en problemas, problemas que le llevaron incluso a estar en un centro de menores. Gracias a la recomendación de un psiquiatra de Teruel sustituyó toda la medicación que recibía por cannabis y todo fue a mejor: “Mi hijo fuma desde los 16 años, ahora tiene 24, un hotel en Alemania y una mujer encantadora; y me han dado dos nietos preciosos”. De sus cinco hijos cuatro consumen, y ella desde hace dos años también fuma, por la fibromialgia. “Mis hijos me dijeron: ‘Máma, déjate de rollos y fúmate dos canelos’. Y así fue como dejé toda la medicación”. En el mismo sentido, otra mujer con fibromialgia contó su experiencia: “Estuve ocho años anulada por la medicación, hasta que la dejé y empecé a fumar. Después monté una asociación de usuarios de cannabis de la que ahora soy presidenta”.
La dueña de un grow shop se quejó de la utilización de la mujer como mercancía en la publicidad de determinados productos cannábicos: “Sé que mis clientes son los su cientemente inteligentes como para no necesitar una mujer en pelotas para comprar un fertilizante. Espero que esto cambie pronto”. Y se despidió con un “mucho ánimo, churris”. El activista Martín Barriuso saltó entonces como espontáneo y soltó: “Mi lado femenino hoy esta muy contento. Esto es bueno para las mujeres y también para los hombres cannábicos”.
A continuación, Claudia se identificó como trabajadora de un club de cannabis. Con la voz temblorosa contó cómo había vivido la explotación de la mujer por parte de los que la contrataron, cómo había sentido vergüenza al ver que para un puesto vacante sus jefes rechazaban a mujeres competentes por no ser guapas . “Hace una semana me despedí de aquel trabajo”, dijo al terminar, y todo el mundo allí presente aplaudió a Claudia. Un periodista agarró el micro y dijo lapidariamente: “Yo también me siento mujer cannábica”.
La catarsis vivida en aquel auditorio muestra que no se debe dejar de lado la emoción: la fragilidad es lo que nos hace fuertes, lo que permite que cualquiera se identifique con nuestra lucha
Maya de Serbia, activista de una asociación que trabaja por la legalización, contó que en su país por unos pocos gramos de hierba puedes ir 18 meses a la cárcel. “Yo fumo desde hace 28 años; hemos montado un club social y la mayoría salvo dos chicos somos mujeres: las mujeres serbias no les tenemos miedo a la prohibición, plantamos mucho. Si queremos, podemos”.
Amina Omar, abogada, animó a la asociación recién nacida, aunque dijo que personalmente nunca se había sentido discriminada por ser mujer, “eso sí, en el despacho, como somos todas mujeres, sí que a veces hemos tenido que demostrar que somos tan válidas como los hombres”. La última en hablar fue Mila Jansen, la activista inglesa afincada en Ámsterdam y creadora del Pollinaitor: “El cannabis es mi medicina desde hace cincuenta años. Larga vida a REMA”.
Este fue el evento más importante de la feria de este año. Independientemente de lo que se piense sobre la pertinencia de una asociación específica de mujeres en un sector en el que muchas personas creen que se viven niveles aceptables de igualdad, la fuerza de un movimiento protagonizado por mujeres que luchen contra la prohibición es un arma poderosa para conseguir nuestro objetivo. El reparto tradicional de roles, la menor presencia de mujeres entre los usuarios de cannabis, hace hoy por hoy que una mujer que se posicione públicamente como usuaria pueda diluir con más éxito los prejuicios que nos estigmatizan. Eso de puertas afuera. De puertas adentro este encuentro supone un feliz aprendizaje para la militancia cannábica: además de la exigencia de combatir toda discriminación interna, la catarsis vivida en aquel auditorio muestra que no se debe dejar de lado la emoción: la fragilidad es la que nos hace fuertes, la que permite que cualquiera se identi que con nuestra lucha. Frente a las fórmulas, las consignas manidas y la rigidez ideológica de la militancia clásica, hay que dejarse afectar por las palabras, nuestros discursos tienen que ser rigurosos pero sentidos, si es que queremos salir del gueto y aprender algo más de lo que ya sabemos. Gemma Lago como despedida del encuentro de REMA utilizó la palabra amor: “Empezar a remar juntas ha sido un regalo, un trabajo precioso lleno de amor”. Rememos juntos, sí. Esta lucha puede durar toda la vida, así que será mejor que no dejemos fuera el amor y la amistad.
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