La técnica rosin para producir extractos de cannabis, como ceras o aceites, es la más fácil de todas. Se basa en un pricipio muy simple: presión y calor. Si tienes a mano una plancha para el pelo y un papel que no se queme con el calor de la plancha, solo necesitas un poco de cannabis o hachís para hacer tu extracto. Sin solventes ni el peligro de una explosión no deseada. ¡El único peligro es que te quemes las manos si eres un poco cazurro y no llevas unos guantes mientras sujetas un instrumento que se pone muy caliente!
Se le llama “rosin” por analogía a lo que sucede cuando se crea fricción y presión con las cuerdas de un violín cuando rasgan las de un instrumento. El rosin cuando se aplica al cannabis o al hachís produce una especie de pasta amarilla, traslúcida y quebradiza que se puede consumir en un dab. Según el material de origen y cómo lo hagas, estos extractos podrían competir en calidad y potencia a los obtenidos de una extracción con solventes.
Según cómo se realice la extracción (puede ser con una plancha o con máquinas mucho más sofisticadas) se puede considerar full-spectrum o no. Esta expresión (“espectro completo”) significa que en el proceso de extracción se conservan la mayor parte de los cannabinoides, terpenos u otros componentes. El rosin de hachís, en cambio, se suele considerar siempre de espectro seleccinado.
El rosin suele ser una técnica popular por dos motivos. Es fácil de hacer en casa y, sobre todo, no utiliza ningún tipo de solvente que luego haya que eliminar, por lo que es más “segura” tanto en su calidad final como en el proceso de crearla si se compara, por ejemplo con el BHO.
Fuente: Leafly