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Dos hermanos salvan su granja con cannabis artesanal

Chris y Marty Johnston convirtieron parte de la finca familiar, en las afueras de Teeswater (Ontario, Canadá), en un cultivo legal de cannabis a cielo abierto. Su apuesta por un modelo de agricultura regenerativa permitió sostener económicamente el predio y abrirse paso en el mercado provincial, según reportó la cadena local CTV News.

La historia de Lune Rise Farms nace de la necesidad de mantener con vida una granja familiar de 150 acres (unas 60 hectáreas). Los hermanos Johnston, quienes debieron hacerse cargo de la granja, buscaron una alternativa viable en el marco legal canadiense del cannabis. Para lograrlo trabajaron con especialistas agrícolas, aprendieron el oficio y combinaron la gestión empresarial con el conocimiento técnico del suelo.

Dos hermanos salvan su granja con cannabis artesanal

El proyecto comenzó en 2020 y, con el tiempo, creció hasta llegar a unas 17.000 plantas cultivadas. Pero la escala no los llevó a perseguir el volumen, sino desarrollar un trabajo con características artesanales y apuntando a lo simple: cannabis cultivado en exterior, suelo vivo y trazabilidad de origen, construyendo una reputación basada en prácticas regenerativas, insumos naturales elaborados en la propia granja y cosecha manual para preservar perfiles de cannabinoides y terpenos.

 Sus productos (pre-rolls de flor entera, hash y extractos solventless, entre otros) han encontrado espacio en los comercios minoristas, apoyados por lanzamientos y acciones de marca que buscan diferenciar el cultivo a cielo abierto frente a la oferta de invernadero o indoor.

La experiencia también ha derivado en vínculos con el territorio colaborando con la creación de empleos locales y abriendo sus puertas para experiencias educativas o turísticas, reforzando la idea de que el cannabis puede integrarse a las economías rurales de forma transparente, regulada y con estándares de calidad. Esa inserción comunitaria contrasta con décadas de prohibicionismo, que empujaron la producción hacia la clandestinidad y estigmatizaron a productores y usuarios.

Por eso, cuando la regulación permite cultivar y vender cannabis con reglas claras, las granjas familiares pueden encontrar una salida digna y sostenible. El desafío, hacia adelante, es que las políticas públicas reconozcan el valor del cultivo al sol, la agricultura regenerativa y los proyectos con arraigo comunitario dentro del ecosistema legal. No se trata de romantizar la empresa privada, sino de constatar que, frente al prohibicionismo, la combinación de saber agrícola y mercado regulado abre oportunidades reales para el campo.

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