El sondeo, difundido vía comunicado de prensa y replicado por medios especializados, propone un giro irónico al viejo cliché de la “puerta de entrada”, pero no hacia sustancias más peligrosas, sino hacia el huerto doméstico.
Según los resultados, dos tercios de las personas encuestadas dijeron que el aprendizaje del cultivo de cannabis les dio la confianza y las habilidades para iniciarse en hortalizas, comenzando por el tomate.
Esa transferencia técnica no es menor: pasar del indoor a una terraza soleada exige ajustar el cultivo al microclima, definir riegos y entender de plagas. La práctica de cultivar cannabis, además, enseña a planificar ciclos, llevar bitácoras y observar señales de estrés vegetal, herramientas que elevan el rendimiento del huerto doméstico y fortalecen hábitos de autoconsumo.
La encuesta también sugiere matices generacionales: el “salto” del cannabis a las hortalizas sería más frecuente en adultos jóvenes que en cohortes mayores, un patrón coherente con la expansión de marcos de uso adulto en varios estados de EE UU, donde la regulación ha permitido normalizar el cultivo personal de cannabis, propiciando que la horticultura deje de ser un territorio especializado y se vuelva actividad cotidiana, comunitaria e incluso terapéutica para muchas personas.
Conviene, sin embargo, contextualizar los hallazgos. Se trata de un sondeo promovido por una empresa del sector agrícola, con muestra de personas que ya cultivan cannabis. No es un estudio probabilístico ni ha pasado revisión por pares. Aun así, es la constatación que la marihuana irremediablemente conduce al flagelo, pero de la jardinería.