Días atrás, Cáñamo contó que un argentino ingresó a España con alrededor de 40 gramos de cannabis de forma legal. Pero el abogado Nicolás Rodríguez no solo trajo las flores para no cortar su tratamiento médico. Él tenía una misión especial. “El Chino”, como es conocido entre amigos y colegas, pretendía que, durante la última Spannabis, consumidores de todas partes del planeta prueben la Choco Og, una de las primeras genéticas aprobadas en el país del sur y que fue creada por uno de los cultivadores históricos de aquellas latitudes. Se trata de otro Nicolás, de apellido Geniso, quien siempre se preguntó “qué opinaría la gente del mundo sobre nuestro porro”. Él no pudo despejar la duda porque murió de un infarto mientras dormía, hace dos meses, a sus 42 años de edad. Aunque poco le habrá importado a Geniso la respuesta porque, según dicen las personas que más lo conocieron, su militancia alrededor de la planta pasaba por una justicia social con una base territorial en Lugano, uno de los barrios más populares de Buenos Aires. Él fue una especie de “General Tito de la marihuana”: forjado en los inicios más clandestinos de la cultura cannábica, Geniso no solo fue uno de los primeros argentinos en cruzar genéticas. También fundó la asociación de breeders y creó la primera cooperativa de producción de semillas, entre otras acciones que siempre tenían el objetivo de unir a un colectivo disperso por el manto prohibicionista. El Chino compartió la variedad argentina entre experimentados fumadores de Europa; un poco para tener un veredicto y otro tanto para poner en valor un trabajo de resistencia que comenzó en la década del ’90. Cáñamo fue un testigo preferencial en esta recorrida.
El Chino se armó una generosa cantidad de porros y empezó a caminar por la Firá de Cornellá. En el patio vio a un joven robusto, rubio y que contaría que se llama Sasha y que es alemán. El argentino le contó su misión y le explicó brevemente que la Choco Og es una genética que puede comercializarse legalmente en su país, tanto semillas como esquejes. Este vikingo aceptó gustoso el desafío de la cata.
“La flor tiene una fragancia muy fresca. No noto si es frutal… pero huele muy bien”, dijo Sasha. Después, al darle una calada, se explayó: “el sabor es fuerte, pero bueno. Es muy bueno, me gusta”. En comparación a las flores que está acostumbrado, el alemán contó que tiene un menor aspecto visual. El Chino le explicó que la razón se debía a que tuvo que envasarlo al vacío para poder trasladarlo. “Es por decir una diferencia, solamente. Cuando se fuma, el sabor está al mismo nivel de lo que existe en Europa”, dijo Sasha. El Chino le regaló un cogollo y se despidieron.
El Chino se dirigió al stand 248 del cuarto hall de la Spannabis. Allí lo esperaba Eduardo Vidal, quien preside hace diez años el club de cannabis Satpath, en Barcelona, y en esta vigésima edición de la feria presentaba su banco de semillas Puppets Genetics. Él es un experto en la genética de la planta y una persona ideal para dar un veredicto sobre la variedad. “Es una cruza entre Chocolope, Skunk y Blueberry”, le contó el Chino. “Al olerlo, se siente la predominancia de esa choco… Es una planta que cultivábamos mucho porque es muy productiva, hace como ocho o nueve años”, dijo Vidal. Después, al fumarla, Vidal sintió “la skunk que le da ese sabor a gas. Pero predomina la chocolope”, aseguró. “Esto es el sabor old school y me recuerda cuando iba de pequeño a Ámsterdam. Es un viaje al pasado”, dijo Vidal con una sonrisa de oreja a oreja.
Vidal se mostró sorprendido al fumar la Choco Og. La variedad le recordó sus primeros porros y cultivos, y por eso sintió algo de nostalgia. Él aseguró que hoy nadie trabaja estas genéticas. “En la actualidad nos invadieron los sabores norteamericanos, como los cruces de gelatos y skittles”, contó. “Cuando fumas esto”, dijo señalando la variedad argentina, “te das cuentas del sabor antiguo”. “Tiene un gas distinto y son plantas muy productivas que no hacen tanto THC. Por lo tanto, son perfectas para fumadores que no quieren quedar como zombis. Y con el tiempo son variedades que se van perdiendo porque la moda tiende al sabor norteamericano, donde todo el mundo busca el máximo colocón”, explicó Vidal, quien destacó que las cruzas elegidas no fueron una casualidad. El breeder español agregó que, en cuanto al cultivo, “los genes tienen una seguridad que jamás te van a dar los híbridos norteamericanos. Entiendo que la planta macho fue una Skunk, porque es lo que da mayor estabilidad y vigor a una línea”, explicó.
“Para mí es de agradecer que haya gente así, que haga este trabajo y piense de esta manera. Se nota que hay amor propio. Sino iría a buscar algo solamente comercial. Hay que recordar que hay mucho fumador que empezó con esto y hoy lo echa de menos porque no se consigue”, dijo Vidal. “Este trabajo no es casualidad. Me gustaría poder hablar con el inteligente que hizo esto para preguntarle muchas más cosas”, cerró.
Cuando Vidal hablaba, el chino lo miraba como un niño mira a Papá Noel. “Boludo, es increíble”, dijo el argentino. “Escucharte a vos es escuchar a ‘Chicho’”, continuó en referencia al inteligente que Vidal se refería: Nicolás Geniso.
¿Quién es Nicolás Geniso?
“Pensar a ‘Chicho’ como individuo sería destruir lo que él era”. Quien habla es Matías Bregante, una de las personas que más conoció a Geniso. Él es su primo y uno de sus más grandes compinches. En los años ’90, cuando eran jóvenes, compartieron andanzas y las primeras caladas de porro en sus vidas. “Era una época en la que se andaba mucho en la calle porque no había dinero para salir todos los fines de semana. Fue una curtidora muy rockera. Con Nico tomábamos clases de guitarras a la misma hora de tan pobres que éramos”, cuenta Bregante en diálogo con Cáñamo.
En aquellos años, “a los pibes se le proponía que se revienten la cabeza con merca y escabio”, dice sobre la cocaína y el alcohol, respectivamente. Se trataba de una era sin esperanzas para la juventud, quienes estaban sumidos en una de las peores crisis de la historia argentina y que tendría su estallido social en diciembre del 2001, como retrata la canónica serie televisiva Okupas, hoy disponible en Netflix. “Pero el porro no tenía que ver con eso. Había mucho tabú y poco a poco se fue convirtiendo en nuestra trinchera. Y ‘Chicho’ fue uno de los primeros que le bajaba el precio a la estigmatización: tenía una visión normalizadora, reguladora y fuera de esa criminalización de la sociedad. Él era una especie de filósofo de las clases populares en donde nos sobrecargaba de información la matrix. Desde chico tuvo una capacidad natural para la cultura, la lectura y la música”, cuenta sobre su primo en un contexto donde la única marihuana que se conocía era el célebre prensado paraguayo. Y el hábitat para fumar eran las veredas de Villa Lugano, el barrio donde se criaron y uno de los más castigados por la crisis de los ’90.
“La calle era un territorio de disputa cultural y nuestros principales enemigos eran los policías. El sujeto a reprimir era el joven que iba a recitales –conciertos- o a la cancha. Y con el porro estaban las detenciones arbitrarias. Si te agarraban con una tuca –chusta-, implicaba que te armaran una causa judicial. A varios de nuestros amigos les pasó”, cuenta Bregante. Hasta que en un momento se cerró el grifo de la marihuana paraguaya que le permitía a los jóvenes escaparse de esa realidad descarnada de la que querían escaparse. Estalló el argentinazo: cientos de miles de personas tomaron las calles para protestar por la crisis económica. El presidente Fernando De La Rúa renunció y huyó en un helicóptero desde la Casa Rosada. En frente, en la Plaza de Mayo, la policía asesinó a cinco personas e hirió a otras 200 en las oscuras jornadas del 19 y 20 de diciembre. El contexto empeoró cuando el porro desapareció de los bolsillos de los tranzas -dealers-.
Ante la desesperante sequía, el grupo de amigos de Geniso y Bregante tomó una decisión trascendental. Ellos habían ido guardando las semillas que venían en el prensado paraguayo y empezaron sus primeros cultivos. “Con mi hermano, Pablo, y Nico teníamos una relación con el trabajo de la tierra porque nuestros abuelos tenían una huerta”, recuerda Bregante. “Nico empieza a intercambiar información en el foro Cannabis Café y en un momento a hacer sus primeras cruzas”, dice Bregante en relación a una pasión que crecía cada vez más y que siempre estuvo atravesada por compartir tanto conocimientos, como las cosechas. De hecho, Geniso fundó el primer foro cannábico argentino: Plantate. “Me acuerdo de pasar semanas enteras armando paquetitos de semillas con Chicho y anotar las variedades. Yo trabajaba de cadete y salía con cientos de paquetes para regalar a otros amigos”, cuenta.
El momento de inflexión sucedió cuando Geniso, pasada la primera década del 2000, pensó en abrir un growshop. Él fue a buscar a su primo para que se convierta en su socio. Él se negó y la razón fue que estaba dedicándose a la música. Pero más importante fue porque estaba en la mira de la policía. “Nosotros somos familia de Luciano Arruga, un joven que asesinó la policía. Habíamos logrado meter preso a Julio Torales, uno de los responsables. Y en respuesta, la policía nos prendió fuego el auto”, dice Bregante. Entonces, los primos le insistieron a Geniso que el proyecto lo siguiera adelante con otro integrante de la banda de Lugano: Javier del Río.
De Lugano para el mundo
Así como Sherlock Holmes no sería tal detective sin la compañía del doctor Watson, lo mismo sucede con Geniso y del Río. Cada uno con su rol, los dos fueron imprescindibles entre sí en cada paso que dieron. “Con Chicho nos conocemos después de la crisis del 2001 a través de sus primos. Era una época muy loca, en donde por la búsqueda de seguir fumando cannabis nos vimos obligados a lanzarnos al autocultivo. Pero en un momento nos dejamos de ver porque él se mudó y nos reencontramos en el casamiento de unos amigos, hacia el 2006. Ese día me regala unos cinco o seis tubos llenos de semillas con sus primeras cruzas”, cuenta del Río por un regalo que lo sorprendió porque sería la primera vez en su vida que plantaría una sativa canadiense y no unas semillas provenientes del prensado. “Ahí empecé a guardar mis genéticas y hacía clones y madres”, cuenta.
La buena relación entre Geniso y del Río se mantuvo durante aquellos años. Pero la amistad se transformaría en un compañerismo más aguerrido cuando decidieron abrir el growshop. Como Geniso no consiguió que sus primos se sumen al proyecto, ellos le insistieron que lo hiciera con del Río. “Lo volvieron loco… fueron fundamentales en nuestra unión”, dice del Río. Entonces, una tarde Geniso asistió a un evento que organizaba del Río para ver si avanzaban en el negocio.
“Yo tenía una tienda de skate. Chicho vio que trabajaba con toda y empezamos a abrir el local juntos, en un espacio al lado de la tienda de skate. Lo inauguramos en junio de 2014”, dice sobre Lugannabis, el growshop que en tres meses cumplirá sus primeros diez años. Para hacerlo, Geniso renunció a su trabajo como profesor de escuela secundaria que tenía hacía quince años.
“En ese momento dijimos parémonos sobre un grow para el futuro, cuando se pueda hacer otra cosa. Nunca sabíamos qué iba a ser, pero fue nuestra forma de decir ‘acá estamos y somos de Lugano’. Pusimos a cultivar a mucha gente”, cuenta del Río. El objetivo era claro: “llenar de flores al barrio”, sostiene. Para lograrlo tuvieron una estrategia clave. “Después de abrir el grow, empezamos a hacer nuestras primeras genéticas juntos de regulares y fotoperiódicas. Y hasta 2017, quien venía a la tienda se llevaba semillas de regalo. Fue nuestra militancia durante años”, recuerda del Río.
Bregante destaca la importancia del activismo cannábico en un lugar como Lugano. “Conseguir cannabis para un chico significa entrar a una villa –asentamiento-, y luego escala. En estos lugares hay jóvenes con ciertas problemáticas que podrían incursionar muy fácilmente a drogas más duras. Estando en el barrio, ayudábamos a los pibes que se habían recuperado de adicciones fuertes a otras sustancias. Encima con el autocultivo que tiene esa cuestión de la paciencia. El cultivo aporta muchas herramientas para manejar la ansiedad, sabiendo que en algún momento se tiene recompensa”, dice Bregante, quien hoy es encargado de Lugannabis.
A medida que el growshop crecía, del Río y Geniso se dedicaban cada vez más a la crianza de genéticas. “Nosotros tenemos semillas guardadas hace quince años, por lo que tenemos los colores primarios para generar cualquier sabor: diésel, limón, gas, especies, dulces y frutales”, cuenta del Río en relación a las variedades que le significaron ganar más de veinte competencias. La enorme parte de este trabajo fue realizado en la clandestinidad y con el esfuerzo que esto implica. “Por cuidar las genéticas y clones, Chicho no se iba de vacaciones. Era una locura vivir así, pero él lo eligió para mantener lo que a él le gustaba. Guardar veinte o treinta genéticas en un contexto de ilegalidad fue muy complicado”, dice.
Hasta que en un momento Argentina les abrió las puertas a los breeders. En 2021, el Instituto Nacional de Semillas (INASE) habilitó los primeros registros de variedades, lo que permitiría a su vez el comercio de semillas y esquejes de forma legal. Geniso y del Río fueron uno de los primeros del país en inscribir sus genéticas. “Sabíamos que la Choco Og cumplía un montón de cualidades porque es productora, pegadora, resinosa y con mucho sabor”, dice del Río para explicar por qué decidieron avanzar en el registro de esta genética.
Ahora, la Choco Og está presente para su venta en el 70% de los growshops del país. Para su producción, del Río y Geniso se corrieron del growshop para abrir su propio banco de semillas. Aunque del Río prefiere llamarlo de otra manera. “Nosotros somos 1439 criadores de cannabis. Nos identifica más porque hablar de banco tiene otra connotación”, dice sobre el proyecto que lleva el número del código postal de Lugannabis. A pesar del éxito de su nueva iniciativa, Geniso no podía sacar de su mente al inmenso colectivo de la cultura e industria cannábica. Al igual que el General Tito unió a los pueblos de la Yugoslavia socialista, Chicho agrupo a breeders dispersos del país y los organizó en la primera cooperativa de semillas de cannabis de Argentina.
Geniso creó en 2021 la Asociación Argentina para la Producción, Crianza e Investigación de la Semilla de Cannabis (CRIACANN) y fue su primer presidente. Esta organización la formó con los otros cultivadores clandestinos que empezó a conocer en los foros, a principios del milenio. Después, con varios de este grupo también fundó Criar, la primera cooperativa de semillas de cannabis. “Nosotros lo formamos sabiendo que iban a llegar los capitales extranjeros. Nos ayudamos mutuamente para que pudiéramos nivelar lo que hacíamos en la clandestinidad. Con Criar también logramos el registro de una variedad 1:1 THC/CBD y una genética con alto contenido de CBD. En este proceso, el Chino fue clave para cooperativizarnos”, cuenta del Río.
El Chino es un joven de 31 años que pertenece a una siguiente camada de la cultura cannábica que sentó sus bases con Geniso, del Río, Bregante y tantos otros que hoy están saliendo del closet de la clandestinidad. Geniso no llegará a ver las cosechas de la libertad, pero sin él no hubiese sido posible el camino hacia la legalización total del cannabis que está teniendo sus primeros pasos en Argentina. Si bien el abogado trajo la última cosecha de Geniso para que el mundo conozca las combinaciones de sabor que creó junto a del Río, más importante fue que en la otra punta del planeta conozcan la historia de un activista forjado en las calles de Lugano. “La Argentina es un país muy duro para sostenerse y Chicho desde muy chico entendió que nadie se salva solo; que la salida es colectiva. En vida lo cumplió de punta a punta”, dice Bregante. “Todo lo que hizo desde la clandestinidad fue para lograr un marco regulado”, cierra del Río. Lamentablemente, Nicolás Geniso tuvo que ser enterrado a unos tempranos 42 años de edad. Pero él ya se convirtió en semilla.