A principios de 2020 se aprobó una ley en Washington que obligaba a los fabricantes y proveedores de cannabis a que mantuvieran bajo el nivel de olor producido por la planta. Lo que hubiera sido el primer grupo especial del estado encargado de que se mantengan los niveles de olor según la normativa no pudo llevarse a cabo de manera oficial debido a diversas dificultades. Por tanto, han tenido que recurrir a externalizar el asunto y ahora son empresas privadas las que van a montar este grupo especial de trabajo.
La Junta de Licores y Cannabis del Estado de Washington llegó a la conclusión de que, debido a que "no es una agencia científica, ni la agencia posee capacitación, equipo o experiencia en olores y emisiones", contrataría a un contratista privado para realizar una "exhaustiva y sólida revisión de estos problemas ". Básicamente necesitan gente para algo sobre lo que no hay ciencia alguna, que es mantener una opinión subjetiva sobre si una fábrica está produciendo más olor del que debería de modo que los vecinos no se quejen. No es como cuando se puede medir el ruido y determinar que se pasa en decibelios de un número establecido por la administración.
Según podemos leer en Merry Jane: Se le pedirá al contratista ganador que idee nuevas formas de detectar, investigar e informar sobre los olores producidos por cualquier negocio de cannabis legal en el estado. Luego, el contratista debe encontrar formas para que las empresas infractoras mitiguen, enmascaren u oculten estos olores a sus vecinos. Además de enmascarar el olor, también se les pide a los contratistas que investiguen si los olores o las emisiones de cannabis representan algún riesgo para la salud de los empleados o vecinos cercanos de una instalación de procesamiento o cultivo.
¿Nuevas formas de enmascarar el olor? Que les pongan un sploof gigante a los locales, ¿no?