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Más jóvenes eligen bebidas con cannabis tras la jornada laboral

Un sondeo de Drug Rehab USA a mil trabajadores indica que uno de cada tres empleados de la generación Z y millennials opta por bebidas con THC en actividades después del trabajo en lugar de alcohol.

El informe detalla que el 66% de adultos estadounidenses declaró haber probado alternativas al alcohol en los últimos seis meses. Además, el 24% dijo haber reemplazado “al menos parcialmente” el alcohol por bebidas no alcohólicas o basadas en cannabis. Para relajarse tras la jornada, el 45% reportó beber alcohol; el 24% usar nicotina; el 20% consumir cannabis y el 16% elegir alternativas como cerveza sin alcohol o bebidas con CBD. La muestra se equilibró por edad y género y el fenómeno es liderado por personas jóvenes en estados donde existe regulación del consumo adulto de marihuana.

Sin embargo, la sustitución no implica necesariamente abstinencia, ya que muchos describen el consumo de alcohol como un “ritual” para marcar el fin del día laboral. En ese marco, las bebidas con THC ganan presencia en espacios sociales donde antes predominaba el alcohol. La combinación de mayor disponibilidad legal y búsqueda de opciones percibidas como menos dañinas ayuda a explicar el viraje generacional en este ámbito.

Tendencias paralelas respaldan el desplazamiento del alcohol en ciertos grupos. Datos federales muestran que, en 2023, el uso diario o casi diario de cannabis entre jóvenes de 19 a 30 años fue casi tres veces más prevalente que el de alcohol. Encuestas de Gallup en 2024, por su parte, señalan que la ciudadanía percibe el cannabis como menos dañino que el alcohol, el tabaco y los vapeadores de nicotina. 

Para la industria alcohólica, el auge de bebidas con cannabis abre un frente competitivo en franjas urbanas y jóvenes. Para la salud pública y los empleadores, el hallazgo invita a clarificar normas sobre consumo responsable de THC fuera del horario laboral, etiquetado y dosis.  Si esta tendencia se consolida, el debate debe girar en torno a cómo regular, cómo comunicar riesgos y cómo integrar estas prácticas en políticas laborales y de movilidad que prioricen el cuidado, pero sin moralismos.

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