Esta semana la Justicia de Singapur ha ahorcado a un hombre que fue detenido hace diez años con 43 gramos de heroína y que llevaba una década encarcelado. El tribunal con más poder de Singapur ratificó la condena hace unos pocos días, tras desestimar las peticiones de clemencia emitidas por familiares, ciudadanos y ongs internacionales. Singapour es uno de los países que todavía mantiene la pena de muerte como castigo por delitos realcioandos con las drogas.
El condenado es Nagaenthran K Dharmalingam, un ciudadano de Malasia con dificultades de aprendizaje y un coeficiente intelectual inusualmente bajo que fue arrestado en 2009 con un paquete de heroína atado a su muslo mientras entraba en Singapur. Según los detalles recogidos por The Guardian en el momento de la detención Nagaenthran, que en aquel momento tenía 21 años, dijo que lo obligaron a llevar el paquete y que desconocía su contenido.
La ejecución de la pena de muerte estaba programada para el pasado noviembre, pero se suspendió después de que se iniciara un proceso de apelación. Más tarde la apelación fue aplazada después de que el procesado diera positivo por Covid. Las protestas por su condena se han sucedido en las calles del país desde hace meses, y en diciembre la madre de Nagaenthran envió una carta a la presidenta del país poniendo de relieve que su hijo no podía mantener contacto visual, tenía dificultad para hablar con oraciones completas, a veces era incoherente y que no daba signos de entender la situación de su condena.
Varias ongs y organizaciones internacionales por los derechos humanos han criticado la condena y el caso ha llegado hasta la ONU, donde los expertos han dicho que la condena resulta desproporcionada para un caso de tráfico de drogas, pero que además es preocupante que no se hayan tenido en cuenta las limitadas capacidades intelectuales del procesado. Hace pocos meses ocurrió un caso similar en el país, en el que dos hombres fueron condenados a muerte por tráfico de drogas.