Este fue un caso más en el que se junta la injusticia social, el estigma de la marihuana, y las retorcidas leyes de los EE.UU sobre consumo y posesión de cannabis.
Worsley estaba de viaje desde su Arizona, donde reside, hasta Alabama para visitar a su madre. Iba junto a su mujer y llevaban algo de marihuana para uso medicinal que utiliza Worsley para tratar una herida de guerra. La marihuana iba perfectamente identificada como tal y había sido recetada por un médico.
Sucedió 2016. Durante una parada para echar gasolina apareció la policía de Alabama. Uy, un negro echando gasolina y con la música un poco alta: vamos a acosar. Y sí, la policía le indicó a Worsley que bajase la música de su auto. Este obedeció sin rechistar. Pero los agentes, que debe ser que lo que más les gusta es detener a afroamericanos, le pidieron registrar el coche. Worsley les dejó sin problema porque no hay nada que ocultar, debió pensar. Pero encontraron la marihuana y, pese a la receta y estar identificada como medicinal, se le detuvo en ese momento.
Desde entonces, Worsley cumple cinco años de prisión, de los que ya han pasado cuatro. No solo está condenado de manera injusta, seguramente ayudó que sea negro a pasar tanto tiempo en prisión, sino que ni siquiera ha podido acceder a su tratamiento.
Aunque tanto Worsley como su mujer, que inició una campaña para recaudar fondos para poder sacarlo de la cárcel, saben que fue un error llevar marihuana medicinal a un estado donde no es legal, no es de recibo que hayan tenido que pagar casi 80.000 dólares, han perdido la custodia de su hijo, la casa, la posibilidad de que su hijo s eduque y, por supuesto, la libertad. Es absurdo que uno arruine toda su vida por algo que es legal en un estado mientras que otro lo penaliza como si uno hubiera cometido un asesinato.