Por fin la juanita será legal en Canadá. La macoña se venderá bajo el amparo de la ley. Canadá se convertirá en el territorio más grande del mundo donde se podrá fumar un rico canuto sin ser arrestado. Después del 17 de este mes de octubre aún habrá que cuidarse, pues si te pillan fumando en un parque o en un lugar prohibido te va a caer una multa pesada.
La legalización en Canadá no es un asunto sencillo. Primero, por las sucias jugarretas que han hecho todos los niveles de gobierno para crear un cuasi monopolio alrededor de nuestra amada planta. Se han encargado de ir podando a la competencia, multándolos o encarcelándolos y, al mismo tiempo, dando permisos a sus amistades y socios para que puedan sembrar y distribuir productos cannábicos libremente.
Segundo, porque cada ciudad y municipalidad puede decidir si quieren tener dispensarios y tiendas que vendan marihuana y sus derivados. Cada día alguna municipalidad anuncia reglas o restricciones o, incluso, prohibiciones. Por ejemplo, la ciudad de yuppies y fugitivos políticos de otros países, West Vancouver, y la ciudad con la más alta densidad de chinos, Richmond, han anunciado que no quieren tener nada que ver con tiendas que vendan maría ni con cultivos personales. Lo que es una pena, pues en West Vancouver hay mucho terreno para cultivar. El suburbio de Toronto de Richmond Hill también ha dicho que no quiere saber nada de yerbas y drogas. Su alcalde, Dave Barrow, ha dicho: “Ellos [gobierno federal] no saben nada, nosotros no sabemos nada. No sabemos qué va a pasar ni cómo va a funcionar. No queremos ser anfitriones de una droga malévola”.
La municipalidad de Whistler, por otro lado, anunció que sí permitirá el cultivo personal, y está estudiando dónde poner un par de dispensarios para la cantidad inconmensurable de turistas que inundan la ciudad alpina durante todo el año. Sin embargo, aunque vivas en Whistler, si la administración de tu condominio decide prohibir el cultivo, tampoco podrás hacer crecer tus plantitas aunque la municipalidad te dé luz verde.
El gobierno federal va a permitir el cultivo de hasta cuatro plantas en casita, suficiente para tener un consumo moderado anual de buena calidad. Técnicamente, las ciudades ya no tienen que hacer ninguna ley para permitir el cultivo personal y los dispensarios, solo tienen que preocuparse por expedir licencias y establecer las reglas. Solo para prohibir se necesitan pasar leyes, y no solo a nivel municipal. Las provincias también pueden ponerse en plan facha. Para muestra, un botón: Manitoba y Quebec han decidido que prohibirán el cultivo casero restringiendo el acceso medicinal a sus habitantes, aunque sí habrá dispensarios.
La alcaldesa de Whistler estaba confundida, por eso pasaron la ley permitiendo el cultivo: “Entendíamos que podíamos pasar un addendum en la ley prohibiendo el cultivo residencial, pero no lo hicimos. Queremos lo contrario, así que estamos tomando pasos proactivos para lograrlo”, refirió la alcaldesa, Nancy Wilhelm-Morden.
Al otro lado del espectro está el pueblo vampiresco de Taber (Alberta), que han hecho todo lo que estaba en su poder para rebelarse contra la ley C-45, ya que, en palabras de su alcalde, el sombrío Andrew Prokop, la marihuana va a influenciar negativamente a la escasa juventud del pueblo y a comerse los ingresos de la municipalidad. Cabe resaltar, para entender un poco la mentalidad de estas comunidades rurales de cuellos rojos, que el pueblo prohibió la bandera de arco iris, símbolo de los homosexuales, y desde el 2015 está prohibido escupir, decir groserías y malas palabras e incluso gritar allí.
Para los que estén en lugares normales, sus únicas restricciones serán que las plantas tienen que estar ocultas de la vista del público, por lo que muchos están decantándose por el crecimiento indoor o de puertas adentro, causando un boom en la industria hidropónica. Por ejemplo, la compañía Northern Lights hace cajas personales donde caben cuatro plantas y tienen la pinta de un refrigerador. Incluye luces y ventilador, y ya vienen programadas para establecer un óptimo ambiente para el desarrollo deseado del cannabis o de los tomates.
Para pequeñas comunidades con administraciones más inteligentes, la industria podría ser un salvavidas. Muchos pueblos que se dedicaban a la deforestación ahora podrán tener una industria más sustentable. El pueblo de Merritt es un caso típico; ahora que ha perdido su aserradero, muchos habitantes están ansiosos de que se legalice la marihuana y puedan conseguir un trabajo con alguna de las compañías cannábicas. Harvest One Cannabis es una de estas compañías, que ya se ha establecido en Duncan, British Columbia, en el valle Cowichan, en la isla de Vancouver. La compañía espera emplear a los miembros de las Primeras Naciones para que no tengan que abandonar sus hogares, cuando complete su expansión de nueve millones de dólares.
En el vasto territorio canadiense habrá mucha confusión, pues, aunque sea legal, aún pueden multarte por fumar en público, ir directo a la cárcel por vender sin autorización o tener plantas de más o estar en la ciudad o pueblo equivocado.