En realidad, se usó como pretexto para perseguir a los mexicanos y a los negros, que fueron encarcelados por sus costumbres marihuaneras. Como sabemos, el uso del cannabis tanto medicinal como recreativo es ancestral. Sin embargo, el gobierno hizo hasta lo imposible por prohibirlo. Ahora, ochenta años después, algunos miembros del gobierno han despertado proponiendo leyes progresistas.
Hoy en día, más de la mitad de los estados ya reconocen sus usos medicinales y cada día se derriban más estigmas. Yo estoy seguro de que una vez salga el gobierno de Donald, el fascistoide, la marihuana será legal en todo el país. Tal vez habrá algunos estados en el cinturón bíblico, donde creen que la Tierra es plana, que tardarán más en normalizarla y comercializarla a todos los adultos.
Este año, el senador Cory Booker introdujo una legislación para legalizar la marihuana a nivel nacional. Si llegara a pasar su Marijuana Justice Act, cosa poco probable bajo esta administración, la ley del demócrata de Nueva Jersey también perdonaría muchas detenciones por posesión de marihuana e incluso castigaría a los estados que arresten desproporcionadamente a personas basándose en su raza con el pretexto de posesión de marihuana.
Uno se pregunta cómo llegamos hasta instancias tan extremas de prohibir una planta medicinal que era recetada comúnmente hace dos siglos. Los europeos y los americanos sabían de los beneficios medicinales de la marihuana, por lo menos desde principios del siglo xix. Entre los proponentes estaba Sir William Brooke O’Shaughnessy, un doctor irlandés pionero en la medicina cannábica en India que ya usaba extractos de cannabis para tratar cólera, dolores y náusea. Durante la segunda mitad de ese siglo se podían adquirir tinturas y extractos en las farmacias para tratar migrañas, inflamaciones, insomnio y todo tipo de dolores.
Después empezó la represión. La gente tiene como principal referencia la anteriormente mencionada acta firmada en el 37 apoyada por el maligno Harry Anslinger, pero en realidad pocos saben o ponen atención a los acontecimientos de principios del extinto siglo xx, donde el miedo y la ignorancia contribuyeron a esta restricción. Antes de dicha acta, más de veinte estados ya habían criminalizado la marihuana. Texas, Nuevo México, Colorado, Montana y Utah lo hicieron justo después de 1914. Durante la revolución mexicana hubo una gran migración de mexicanos que buscaban mejores condiciones de vida, tanto económicas como de seguridad. Como ahora, muchos trabajaban de peones en los campos de betabel, de algodón y demás trabajos que los blancos aún se rehúsan a hacer. Todos traían consigo la costumbre de fumar la marihuana para mitigar su hambre y mejorar su desempeño en las largas jornadas. Los oficiales en Texas y estos estados decían que la yerba los incitaba a cometer crímenes violentos provocando una sed de sangre. Después circularon rumores de que los mexicanos estaban dando la yerba asesina a los chavales del colegio y violando colegialas.
Otro grupo de estados del noroeste –Connecticut, Rhode Island, Nueva York y Nueva Jersey– comenzaron a prohibirla, ya que temían que todos iban a volverse marihuanos, cuando solo algunos negros y músicos de jazz la usaban. Se espantaron con los rumores de que venían del sur. Antes de 1931, más de la mitad de los estados ya tenían una prohibición estricta y criminal. En 1930 entró el tipo más nefasto que ha conocido el movimiento cannábico, el zar de la droga estadounidense Harry Anslinger, racista de hueso colorado que pregonaba a los cuatro vientos: “La mayoría de los que fuman marihuana son negros, hispanos, músicos de jazz y artistas. Su música satánica es creada bajo la influencia de la marihuana, y nuestras mujeres que la fuman quieren tener relaciones sexuales con negros e hispanos. Es una droga que causa locura, criminalidad y muerte; la droga más violenta en la historia de la humanidad”, declaró en ese entonces. ¿Era un Trump de antaño o Donald es un Anslinger reencarnado? Un año antes de que se firmara el acta maldita, salió la película Reefer Madness, donde se advertía a los padres que esta droga suicida era repartida a sus hijos adolescentes en fiestas de jazz. El gobierno desoyó todos los argumentos de los médicos de la época que aún la recetaban.
La improbable “ley de Booker”
El proyecto de ley fue denominado Ley de Justicia de Marihuana, y para ser aprobado tiene que atravesar el Congreso controlado por los republicanos y, en caso de pasar, sería vetado por los trumpistas, que han expresado públicamente su rechazo a la posibilidad de legalizar la mota. No es necesario que pase ahora, lo importante es que se ha creado un precedente que se utilizará cuando las condiciones y el clima político hayan cambiado a nivel federal.
La legislación de Cory Booker, exalcalde de Newark, empujaría a los estados a legalizar la marihuana para evitar las anteriormente mencionadas penalidades. Lo que se recaude de los castigos a los estados racistas se utilizaría para formar un fondo de reinversión comunitaria, al cual se le financiaría con quinientos millones de dólares anuales, independientemente de lo que se retenga a los estados que violen la ley. Dicho fondo se utilizaría para ayudar a las comunidades más afectadas por la guerra contra las drogas; cubriría entrenamientos y capacitaciones laborales, se construirían bibliotecas y centros comunitarios y juveniles. Se invertiría en servicios de educación y salud. Una ley demasiado progresista para Trump, Pence y Sessions, que están más interesados en reprimir a las mujeres y a las minorías.
“Por décadas, la fallida guerra contra las drogas ha encarcelado a millones de ciudadanos por crímenes no violentos –especialmente ofensas relacionadas con la marihuana–. Esto ha tenido un increíble coste en pérdidas de potencial humano, ha separado a familias y comunidades y ha gastado los dólares de nuestros impuestos”, ha declarado Booker. Añadió que su proyecto de ley “legalizaría la marihuana a nivel federal e iría mucho más allá para enmendar los fallos de la guerra contra las drogas. Este es el momento justo para llevarlo a cabo por la seguridad pública, y nos ayudará a reducir la sobrepoblación carcelaria”.
La “ley de Booker” no es el primer intento federal por descriminalizar la marihuana. El afamado y querido senador de Vermont, Bernie Sanders, introdujo una ley en el 2015 para terminar con la guerra contra las drogas. Tom Garrett (republicano de Virginia) y Tulsi Gabbard (demócrata de Hawái) propusieron una ley que se llamaba Ending Federal Marijuana Prohibition Act. También el representante demócrata de Colorado Jared Polis introdujo su Regulate Marijuana Like Alcohol Act. Ninguna tuvo éxito. La “ley de Booker” es la que va más allá para resarcir los daños de la prohibición.
De acuerdo con la Drug Policy Alliance (Alianza en Política de Drogas), los negros representan el 14% de los usuarios de marihuana, pero el 37% de arrestos por posesión. La American Civil Liberties Association (ACLU) afirma que los negros son arrestados por posesión cuatro veces más que los blancos, y en algunos lugares como Minnesota o Iowa hasta ocho veces más. Los estados se gastan 3,5 billones de dólares en perseguir la planta. Aun con todas las victorias alrededor del país en materia de legalización, los arrestos por marihuana superan los arrestos por crímenes violentos.
Hay que aprender de la historia y no repetirla. Este tipo de leyes progresistas tienen que triunfar por el bien de la humanidad, y Cory Booker parece un buen tipo para enfrentar a Trump en el 2020.