Últimamente, las agresiones a mujeres –que muchas veces acaban en muertes y, en ocasiones, también se dirigen hacia los hijos en una horrorosa vuelta de tuerca– a cargo de sus parejas parece que van en aumento y están creando un gran pánico social comprensible. Pero normalmente las soluciones que se proponen carecen de efectividad, pues no tienen en cuenta la complejidad de la relación entre los sexos.
Como primera premisa debemos recordar un hecho evidente: los hombres pueden crear un hijo mediante el mero acto sexual, sin invertir mucho más; en cambio, las mujeres deben pasar por nueve difíciles meses de gestación para crear el mismo hijo.
Ante las agresiones a mujeres, la mayoría de las veces solo somos conscientes de la superficie del problema: engaños en las relaciones de pareja, políticos y famosos que abusan de mujeres, rupturas dolorosas, etc. Los científicos intentan comprender lo que está sucediendo. Las explicaciones populares echan la culpa al patriarcado y a la hegemonía y toxicidad masculina. Pero para comprender por qué los sexos entran en tales conflictos hemos de ir más allá de estas manifestaciones modernas y estas ideas que, no por comprensivas, son las más adecuadas.
La mujer a lo largo de la historia es la que elige, pero es esta selectividad de las féminas la que acaba creando resentimiento entre los hombres. Un aspecto que nos ayuda a comprender el conflicto sexual es darnos cuenta de que existe una batalla sobre el cuerpo de la mujer. Muchos psicólogos de corte darwinista dicen que todo se inicia con el esperma y el óvulo. Los hombres producen millones de esperma, que se rellena cada hora. Las mujeres solo tienen unos cientos de óvulos viables. El supuesto sexo débil contribuye muchísimo más que los hombres. Pero la asimetría no acaba aquí. La mujer incuba el óvulo fertilizado y le da sus nutrientes. El embarazo de las mujeres no es algo baladí. Estamos hablando de nueve meses duros que el hombre se ahorra.
La evolución genética es un proceso muy lento, mientras que la evolución cultural es rápida. Las adaptaciones psicológicas del ser humano han evolucionado a lo largo de millones de años y lo hicieron para resolver los problemas de nuestros antepasados. Cosas que tenían mucho sentido en otros contextos en la actualidad crean ciertos problemas.
Otro tema importante es que la mujer es la única que sabe al cien por cien que el hijo es suyo. Mientras que el hombre carece de esta seguridad. De ahí los celos masculinos y sus consecuencias muchas veces desastrosas y letales. Muchos hombres encierran prácticamente a sus parejas, usando tácticas que van de la vigilancia a la violencia.
Los hombres violentos puntúan alto en la llamada “triada oscura”: narcisismo, maquiavelismo y psicopatía. Cada uno de nosotros desciende de muchas generaciones de hombres que han mentido, engañado, seducido, abusado o matado en su camino al sexo, y de innumerables mujeres que han seducido, mentido o manipulado en su camino por conseguir privilegios económicos a cambio de permitir el acceso a sus cuerpos.
Los hombres suelen equivocarse a la hora de sobreestimar su deseabilidad en el mercado de las parejas. Los hombres interesados en el sexo casual engañan con pistas que prometen una relación a largo plazo porque funciona: utilizan el anzuelo de un interés a largo plazo para conseguir sexo a corto plazo. Curiosamente, algunas mujeres se sienten atraídas por los “hombres malos”, aunque normalmente la fachada de estos indeseables suele resquebrajarse con el tiempo. En realidad, con tanto engaño y explotación sexual en el mercado moderno de las relaciones de pareja, sorprende que haya gente que se comprometa a romances a largo plazo y al matrimonio.
Otro problema es el de los hijastros, que son un gran potencial de conflicto. Los mejores intereses evolutivos de una parte de la pareja chocan con los de la otra produciéndose tensiones que a veces desembocan en tragedias.
La mayoría de los hombres son infieles en pos de la variedad sexual debido a las grandes asimetrías en las inversiones parentales. Por supuesto, todo ello no justifica ningún tipo de violencia sobre la mujer, pero nos explica mucho mejor las causas sin ningún tipo de moralina.
Los hombres modernos han heredado adaptaciones que sirvieron a sus antepasados para sobrevivir y aparearse. Una de las claves era el atractivo sexual de las mujeres, una suerte de escaparate genético que, por desafortunado y dañino que acabe siendo, sigue imperando en las relaciones actuales. Se trata de un problema con profundas raíces biológicas muy difícil de solucionar de una forma sencilla.