Se prendió el debate electoral en Colombia y, como suele pasar, meses antes de lo que la ley permite, solo se habla de candidatos, alianzas, estrategias y tiempos. Las próximas elecciones a la presidencia y al Congreso de la República tendrán como nunca la reforma de las políticas de drogas en el centro del debate. Seguramente, los políticos prohibicionistas en campaña o los que gobiernan volverán a mostrarnos el fracaso de la guerra contra las drogas como culpa de las drogas y no de sus decisiones políticas. Muchos seguirán creyendo que la misma fórmula pueda dar diferentes resultados. Allí no hay caso, morirán con las botas del prohibicionismo puestas.
Sin embargo, el cambio cultural y generacional que el profesor Juan Daniel Gómez planteaba está ocurriendo: no solo contamos con una nueva generación de políticos con ideas de cambio para dejar atrás el prohibicionismo y caminar hacia la regulación de los mercados, sino que contamos con una generación de jóvenes entre los 18 y los 35 años que han visto el fracaso innegable de la guerra contra las drogas y aceptan con tranquilidad que con educación, reducción de daños y autocuidado es posible convivir en paz en un mundo con drogas. Una generación de jóvenes que ha sido educada en reducción de daños, consumo responsable, regulación de mercados y derechos de personas consumidoras por proyectos como Échele Cabeza, que acaba de cumplir sus 10 años.
Políticos, técnicos, funcionarios, ciudadanos y medios de comunicación llevamos años apostándole al final de la guerra contra las drogas con evidencia, experiencia, valentía, alma corazón y vida, y ahora nos enfrentamos al reto de consolidar las propuestas progresistas. Cada vez la resistencia es menor, pero muchos prohibicionistas siguen dispuestos a todo con tal de mantener esta guerra a como dé lugar. Sabemos que carecen de argumentos, pero también que no van a dejar de infundir miedo y terror. Hablarán de catástrofes por venir, usarán imágenes degradantes y repetirán el famoso estribillo de “que alguien piense en los niños”.
Bienvenidos son todos aquellos que cambiaron de parecer, aquellos que en la batalla entendieron la locura de esta guerra y han acabado asumiendo el camino de la razón y la regulación de los mercados. Quien no cambia de parecer en la vida frente a la evidencia de los acontecimientos no es inteligente. Sin embargo, también hay mucho oportunista sin principios que ahora se adhiere a la cresta de la ola reformista, buscando subirse donde no cree y amarrarse a la burocracia a como dé lugar.
Hemos creado una corriente que ya no tiene vuelta atrás y, para materializar las reformas desde el Estado y el poder político, en las próximas elecciones deberemos elegir entre valientes progresistas, radicales prohibicionistas y hábiles oportunistas. ¡Alerta! Hay mucho en juego.