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Tusi

El último trócolo

El último y más sangrante ejemplo de mercadotecnia aplicada a la droga lo encontramos en eso que ahora se llama tusi, antes se llamaba tusibí y, a veces, se denomina, contra toda lógica, cocaína rosa. 

Hola. Que el mercado de las drogas no está exento, pese a su ilegalidad, de los engaños y peligros de la propaganda, las campañas de marketing, la publicidad camuflada y los bulos interesados, lo sabemos todos. Es un hecho. Siempre ha sido así, además, porque, por mucho que duela a los prohibicionistas, la droga, en nuestra sociedad de consumo, es un producto más, absolutamente normalizado. El último y más sangrante ejemplo de mercadotecnia aplicada a la droga lo encontramos en eso que ahora se llama tusi, antes se llamaba tusibí y, a veces, se denomina, contra toda lógica, cocaína rosa. 

Este popular producto procedente de Sudamérica, hemos de suponer y suponemos que originalmente sería esa maravillosa feniletilamina creada por el tito Shulgin que todos conocemos y amamos como 2C-B: el Tu Si Bi. Sí, pero no. Eso duró poco o poquísimo. Supongo que porque, comercialmente hablando, es un delirio pensar en un mercado amplio y generalista para una sustancia tan vocacionalmente minoritaria, por así decirlo, aunque añadas colorante de color de rosa. 

Aquello derivó pronto en un incierto mezclaíllo, con algo de ketamina, algún estimulante y, suponemos, lo que buenamente hubiera a mano. Ese producto, teñido de rosa como principal baza de product placement, es el que cruzó el charco y se asentó, contra todo pronóstico y contra el sentido común, entre nosotros. La campaña de lanzamiento, como ocurre siempre en estos casos, se la hicieron, sin coste adicional, la práctica totalidad de los medios de comunicación, que eficazmente vendieron los puntos fuertes de esta nueva y maravillosa droga, mientras nos advertían con gran dramatismo de sus peligros letales: la toman las élites, los ricos y famosos, está de moda y es cara. Los expertos nos dicen que fue en el 2014 cuando se detectó el tusi por estos lares por primera vez. Y probablemente haya sido una de las drogas que más rápidamente se ha popularizado y extendido de que tengamos noticia. A cien pavos el incierto mezclaíllo, con la garantía de Felipe Juan Froilán y del Pequeño Nicolás. 

Más allá de las barbaridades que, cíclicamente, nos van escupiendo los medios (“Cóctel explosivo que en ocasiones incluye el letal fentanilo”, “Un peligroso derivado del LSD”, “Droga con olor a fresa capaz de provocar efectos devastadores”, “Un derivado de la cocaína que es una auténtica ruleta rusa” o “Impredecible alucinógeno sintético”), en el 2025 podemos asegurar que la mayor parte de lo que se vende como tusi entre nosotros es un combinado de ketamina, MDMA y cafeína, en proporciones sumamente variables. Un dislate que, en ocasiones contiene también paracetamol, 4-CMC, anfeta, doxilamina y, rara vez, hasta ¡el mismísimo 2C-B! 

Claro, poner, pone, y añadiendo media docena de combinados alcohólicos y algunos canutos, el globazo es seguro. Caro y necio, pero seguro. Son tres cosas que combinan reguleras entre ellas y que a las prevenciones lógicas ante cualquier sustancia hay que sumar las derivadas de la mezcla, que puede tener mayor toxicidad. Si necesitan más información, ya saben que en la web de Energy Control la tienen abundante y fiable. 

Tras una rápida encuesta que he hecho a mi alrededor, constato que hay a quien le gusta por la keta, quien lo toma por el globazo torpe y absurdo y a quien le recuerda un poco al éxtasis. Todo ello saldría más barato y mejor tomando únicamente la sustancia de su predilección o mezclando todo lo que haya para los que buscan el globazo torpe y absurdo. Yo lo he probado poco, me ha gustado menos y me ha picado la tocha, pero, bueno, yo soy un rarito. 

Por supuesto, para el pequeño traficante un poco espabilao esto es una auténtica bicoca: dos o tres pastillas de X, cero coma tres de keta, un par de cápsulas de cafeína y colorante rosita. Te has gastado veinte pavos y, como poco, vas a sacar sesenta, con suerte, noventa eurazos. Sale a cuenta. Pues si al camellete le rinde, ya se pueden imaginar la rentabilidad para los grupos transnacionales de malhechores organizados en manos de los que ha dejado la Prohibición la producción, distribución, control de calidad y venta de las llamadas drogas ilegales. Un absoluto pelotazo. Yo me los imagino cantando a coro la tonadilla de Kaka de Luxe: “Pero qué público más tonto tengo / pero qué público más anormal”. Pero, bueno, eso son imaginaciones mías. Adiós. 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #332

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