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¿Controla alguien las drogas y las mentes?

Los seres humanos han ingerido plantas psicoactivas desde el alba de la humanidad. ¿Lo han hecho alguna vez en libertad? ¿Alguien controla y manipula nuestros placeres y deseos más recónditos?

Los seres humanos han ingerido plantas psicoactivas desde el alba de la humanidad. ¿Lo han hecho alguna vez en libertad? ¿Alguien controla y manipula nuestros placeres y deseos más recónditos?

El concepto de consciencia sigue siendo discutido en el seno de diversas disciplinas. Muchos autores, desde William James en su seminal obra Las variedades de la experiencia religiosa, han llegado a la conclusión de que no existe un solo estado de consciencia que podamos considerar normal. Hay muchas formas de estar en el mundo e interpretarlo. Precisamente para escapar de lo que se conoce habitualmente como estado normal de consciencia, la humanidad ha hecho uso de múltiples sustancias psicoactivas, que vienen siendo utilizadas desde la prehistoria.

Los antropólogos no se ponen de acuerdo a la hora de describir lo que hacían nuestros ancestros. Algunos tratan de extrapolar lo que hacen en la actualidad los pocos grupos de cazadores-recolectores que quedan y que se supone viven como lo hacía el Homo sapiens en la prehistoria. Este es un juego al que se presta mucho la psicología evolucionista o de corte darwiniano. Muchos consideran que lo que hace dicha psicología es crear historias que podrían incluirse en el género de la ficción.

Se suele hablar de que el hombre primitivo ha consumido sustancias psicoactivas desde tiempos inmemoriales. De hecho, los arqueólogos en ocasiones confirman haber encontrado restos y artefactos que lo demostrarían. Se supone que en estas épocas prehistóricas los hombres descubrieron por azar dichas sustancias e hicieron uso de ellas. Con una visión algo anarquista de la vida podemos creer que la gente iba por libre hasta que apareció la figura del chamán. Término este discutido por muchos estudiosos –pues solo debería hacer referencia a una figura propia del mundo siberiano–, pero que utilizaremos de forma general para entendernos, ya que la palabra chamán ha entrado en el lenguaje popular refiriéndose a un personaje que está en todos los continentes.

Control y drogas

 

El chamán, entre el sacerdote y el psicólogo

Se trata de una figura entre el sacerdote y el psicólogo. Lo deberíamos considerar el primer controlador de las drogas. Podríamos colegir que en un principio era un personaje respetado por sus primitivos conocimientos farmacológicos y por ser un guía a otros mundos. Pero como en el caso posterior de las religiones institucionalizadas, la gente acabaría entregando su experiencia a la interpretación de otro. En el caso de la psicología ocurriría lo mismo. Ahí se iniciaría, por un lado, el control de las mentes y, por el otro, el de las sustancias psicoactivas.

Incluso el santuario de Eleusis, que se ha considerado un espacio en el que la gente podía ingerir psiquedélicos –y recordemos que el propio descubridor del LSD, Albert Hofmann, abogaba porque se crearan Eleusis modernos donde la gente pudiera utilizar los enteógenos en libertad–, no era algo tan libre. Solo se podía ir una vez, tenías que ser griego y debías someterte a un ritual; como actualmente sucede en las veladas de ayahuasca del Santo Daime. Curiosamente, hay constancia de que un autor de teatro griego logró sacar los enteógenos de Eleusis y hacía veladas privadas.

El margen de beneficios que se obtiene con la ayahuasca es superior al de la Coca-Cola

Como vemos, el uso de psiquedélicos y otras drogas empezó a ser controlado desde sus orígenes: normalmente, por chamanes o castas sacerdotales; posteriormente, también por psicólogos y médicos.

Las cosas no han cambiado mucho. Actualmente se anuncian cursos con chamanes que cobran cantidades considerables por algo que en su origen era prácticamente gratis. El margen de beneficios que se obtiene con la ayahuasca es superior al de la Coca-Cola.

Hoy en día han entrado dos nuevos protagonistas: el estamento médico y las agencias de inteligencia. Si nos situamos en la época actual de las sustancias psicoactivas sintéticas, vemos que los controles se van multiplicando, desde los laboratorios hasta la DEA.

Es curioso el papel que por ejemplo ha tenido la CIA en el tema de los psiquedélicos. La Agencia Central de Inteligencia tenía conocimiento de los experimentos de los nazis con la mescalina en los campos de concentración. Estuvo siempre a la búsqueda de la droga de la verdad, utilizando de entrada la escopolamina o el pentotal sódico, con escaso éxito. Se trata de otra variante del control mental. Con la llegada del LSD se abrió un universo de posibilidades, y no debe extrañarnos que la mayoría de estudios que se hicieron con LSD en las décadas de los cincuenta y sesenta estaban, directa o indirectamente, financiados por la CIA. Es algo documentado en el libro Sueños de ácido, de Bruce Shlain y Martin A. Lee, y también en el más reciente A Terrible Mistake: The Murder of Frank Olson and The CIA’s Secret Cold War Experiments, de H.P. Alabarelli Jr.

No debemos olvidar tampoco el turbio episodio de cuando los laboratorios Eli Lilly, creadores del Prozac y relacionados con la familia Bush, sintetizaron ilegalmente LSD para la CIA; algo totalmente documentado.

¿Fue Ken Kesey el ‘candidato manchuriano’?

Según mi opinión, a la CIA, en el tema del LSD, le salió el tiro por la culata. Actualmente han aparecido varios libros de teorías conspiranoicas, como Drugs as Weapons Against Us, de John L. Potash, y Weird Scenes Inside The Canyon: Laurel Canyon Covert Ops & The Dark Heart of The Hippie Dream, de David McGowan, que vienen a decir, y no es algo novedoso, que la contracultura fue una creación de la CIA. Empiezan con la típica historia de que Ken Kesey se introdujo en el LSD en experimentos llevados a cabo por la Central de Inteligencia, algo que si bien técnica y literalmente puede ser cierto, no tiene nada que ver con que la contracultura fue una creación de los servicios secretos. El libro de David McGowan hace observaciones todavía más ridículas, partiendo de la base de que los padres de muchos músicos de rock eran militares de alta graduación, como los de Jim Morrison, David Crosby, John Philips y otros. Se mezclan datos y anécdotas para justificar teorías totalmente disparatadas, como la de que Ken Kesey era el “candidato manchuriano”; la creación, mediante un lavado de cerebro, de un espía asesino, sin que él fuera consciente de ello.

Hay que saber que la vida es polifacética y las personalidades cambiantes. Es cierto que muchos personajes de la contracultura se volvieron de derechas, pero no por obra de la CIA. Puede ser el caso de Jerry Rubin, que pasó de revolucionario yippie que quemaba dólares en el parquet de la bolsa, a convertirse posteriormente en inversor de esta.

La contrapartida inglesa de la CIA, el MI6, experimentó con LSD con soldados del ejército, obteniendo resultados ridículos; como hasta cierto punto lo es la teoría de un pueblo francés intoxicado al completo por la Central de Inteligencia con cornezuelo del centeno.

Lo que tampoco se suele explicar es que algunos agentes de la CIA se pasaron al enemigo y se convirtieron en hippies radicales. En muchos casos simplemente hay que ser consciente de que la naturaleza humana es imprevisible, que es lo que, en el fondo, hace la vida interesante.

Jerry Rubin: de revolucionario yippie que quemaba dólares en el parquet de la bolsa, a inversor en ésta

¿Quién mató a John Lennon?

Otras teorías afirman que el asesino de John Lennon, Mark D. Chapman, fue otro “candidato manchuriano”, como se expone en la obra Who Killed John Lennon?, de Fenton Bresler.

Si bien es cierto que la CIA está inmersa en el negocio de la manipulación mental, hasta ahora ha gastado ingentes cantidades de dinero con resultados muy pobres, por no decir nulos. No olvidemos sus absurdos experimentos de visión a distancia, en los que se gastaron millones de dólares creyendo que los rusos les llevaban la delantera. De hecho, las manipulaciones de la CIA son de lo más toscas, y solo han servido para alimentar esta clase de obras conspiranoicas y la creación de turbios personajes como Ronald Hadley Stark, conectado con la Fraternidad del Amor Eterno, la conocida como mafia hippie, que liberó a Timothy Leary –por supuesto, otro agente de la CIA–, al que se relaciona con los Weather Underground, las Brigadas Rojas y el IRA. Por no citar al enigmático Alfred Matthew Hubbard, el auténtico Captain Trips, amigo de Aldous Huxley, que muchos tildan de agente secreto y de quien se dice introdujo en el LSD a más de seis mil personas entre políticos, hombres de negocios, gentes de la CIA, diplomáticos y sacerdotes.

Jerry Rubin
Jerry Rubin, en su fase hippie

Todos estos personajes han servido como excusa para las teorías más disparatadas, que no tienen por dónde cogerse.

Lo que sí es cierto es que la CIA infiltró agentes en los ambientes contraculturales, normalmente personajes curiosos, algunos de los cuales eran heroinómanos que pasaron años en comunidades drogándose con el resto de hippies. En otro lugar he contado cómo Salvador Roquet fue detenido en Estados Unidos por dos agentes que el día antes habían participado en una potente sesión con LSD dirigida por el singular psiquiatra mexicano.

Jim Lowrey nos recuerda en su excelente obra Taming Untameable Beings cómo dos policías camuflados desmantelaron la escena contracultural de Nueva Orleans recopilando una lista de doscientos nombres, que puso al 90% de los hippies de la ciudad entre rejas.

Lo que nos tiene que quedar claro es que el mundo que rodea la ingesta de sustancias psicoactivas es, en ocasiones, bastante turbio. Pero la gracia del LSD es que se trata de una sustancia que no se casa con nadie y que han tenido que ir abandonando la mayoría de las agencias de inteligencia por ingobernable. Lo que consigue que quien se aventure en la experiencia psiquedélica lo pueda hacer con la absoluta libertad de que no puede ser manipulado, pero sabiendo que va a entrar en un espacio de mucha sugestibilidad en el que todo no es lo que parece y en el que va a tener que poner entre paréntesis sus convicciones más profundas. La sustancia es la que manda. El capitán es el mar.

 

¿Fueron Albert Hofmann y Alexander Shulgin agentes de la CIA?

En alguno de los últimos libros publicados sobre estas cuestiones se llega a afirmar, con contundencia, que Hofmann y Shulgin fueron agentes de la CIA. Todas estas conspiraciones forman parte de la naturaleza humana, con sus sesgos paranoicos. Ciertamente, la sociedad en que vivimos alienta estas maquinaciones y teorías confabulatorias, que no son difíciles de creer en los tiempos que corren.

Es evidente que ser una persona libre, en todos los sentidos del término, ha sido difícil en cualquier época, y en la actual va a serlo cada vez más.

Hemos tenido que obviar el tema peliagudo de otras sustancias como los opiáceos, que tal vez tratemos en una próxima ocasión; incluyendo la cuestión de la introducción de heroína en la comunidad afroamericana o en el mismo País Vasco para desactivar el radicalismo. Pero esto, como digo, sería motivo para otro artículo.

Respondiendo a la pregunta que nos hacíamos al iniciar este texto: ¿controla alguien las drogas y las mentes? Mi respuesta, aunque parezca paradójica, es que, por suerte, nadie; aunque todos lo intenten sin descanso.

Ilustración: Oscar Noguera

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