Todo ello a pesar de que William James, uno de los padres de la psicología moderna y hermano del sin par novelista Henry James, en su clásico Las variedades de la experiencia religiosa, apuntaba ya a que podía haber varias clases de consciencia. De hecho, William James experimentó con la mescalina y con el óxido nitroso, lo que le ofreció pistas sobre estos estados, también conocidos como no-ordinarios de consciencia. Pero fueron pocos los que siguieron por esta senda. Habrá que esperar a las experimentaciones con psiquedélicos de la década de los años cincuenta y sesenta para recuperar el tema, rescatándolo de lo patológico. Aunque para muchos la división seguía no estando clara.
En la actualidad son muchos los investigadores, normalmente del campo de las neurociencias, que exploran unos fenómenos con anterioridad relegados a la desprestigiada disciplina de la parapiscología. Son muchísimas las universidades que dedican estudios a estos estados alterados de consciencia, no solo en el ámbito de las sustancias psiquedélicas, sino también de otros espacios como la meditación, en sus distintas modalidades.
Algunos estudiosos se han dedicado a investigar, por ejemplo, el fenómeno de la distorsión temporal que se produce en casos muy diversos, como ahogamientos o caídas desde una gran altura. Lo mismo sucede con la meditación, en que los practicantes informan de que el tiempo pasa “infinitamente” lento. Fenómeno descrito también por aquellas personas que han sufrido un grave accidente de tráfico, algo que suele darse en el setenta y uno por ciento de los casos, lo que también acostumbran a percibir los psiconautas, que pasan por momentos “eternos”, ya sean extáticos o terroríficos.
Hoy en día sigue presente el debate sobre las conocidas como experiencias cercanas a la muerte, que cuentan cada vez con una literatura más amplia y con base más científica. Todas estas experiencias siguen un mismo patrón en el que en los últimos momentos aparece una luz al final de un túnel. Siempre me he preguntado quién controla la puta luz al final del túnel. ¿Trascendental Endesa?
En el budismo tibetano existe todo un corpus dedicado a estos estados, que tiene su obra maestra en el conocido Libro tibetano de los muertos, que fue utilizado en una forma simplificada por Timothy Leary para describir el viaje psiquedélico.
Actualmente son muchos los neurocientíficos que alucinan, valga la expresión, con tratados budistas de hace siglos que describen con detalle la consciencia humana y sus distintos estados; manuales tántricos que pretenden conducir al practicante a la eternidad inmortal y dejan en pañales a la psicología occidental.
Sobre el tema de la eternidad y la muerte es curiosa la famosa proposición 6.4311 de Ludwig Wittgenstein del Tractatus logico-philosophicus: “Si consideramos que la eternidad significa no una duración temporal infinita, sino eterna, la vida eterna pertenece a quienes viven en el presente”.
En última instancia, la muerte es un acontecimiento futuro que no podemos experimentar, puesto que, como dijo Epicuro: “Mientras existimos la muerte no está presente y cuando la muerte está presente dejamos de existir”.
Está comprobado que la vida pasa más lenta, y los periodos de tiempo se alargan, en el caso de la gente que vive con más atención. En algunos momentos, que podríamos denominar místicos, se produce un acontecimiento que supera al individuo; la sensación de volverse uno con el universo mientras que al mismo tiempo el espacio y el tiempo se disuelven. Algunos psiconautas pueden vivir esto como un “mal viaje”. Se trata de un fenómeno curioso que puede experimentarse como éxtasis o infierno.
Repito, los estados alterados de consciencia empiezan a ser aceptados como algo digno de estudio. Y en algunos entornos no solo son temidos, sino buscados.
Es posible que al final descubramos que el único estado alterado de consciencia es el habitual.
Como dice un proverbio zen: “Viajero, sin dar un solo paso ya has llegado”.