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Triángulos, cuadrados, estrellas y ruedas, ¿cómo clasificar las drogas?

Hablar de las drogas como de un grupo homogéneo de sustancias con los mismos efectos y riesgos es una simplificación muy extendida en la sociedad. Para intentar poner orden y facilitarnos la labor, surgen los sistemas de clasificación de drogas basados en sus efectos, que, además de permitirnos conocerlas mejor, nos indican sus principales riesgos potenciales y cómo prevenirlos.

¿Qué tienen en común un barco, un coche, un avión y una bicicleta? No todos tienen ruedas ni motor ni se mueven sobre la misma superficie ni a la misma velocidad ni funcionan igual… Sin embargo, podemos decir que, en esencia, todos son vehículos cuya función es mover personas, animales o cosas. En cualquier caso, si queremos ir más allá de una descripción genérica, cometeríamos un error al referirnos a todos los vehículos en los mismos términos, sin distinguir sus diferentes funciones y características, sin tener en cuenta las distintas medidas de seguridad que debemos emplear antes de utilizarlos.

Lo mismo pasa con las drogas: cuando escuchamos hablar de ellas en conjunto, una de las primeras cosas que deberíamos tener presentes es que hablamos de un grupo muy heterogéneo de sustancias químicas que, si bien todas ellas actúan sobre el sistema nervioso y pueden alterar nuestra percepción, emociones, procesos mentales, comportamentales, etc., no todas lo hacen igual ni en la misma intensidad ni en la misma dirección ni, por supuesto, acarrean los mismos riesgos.

Como tampoco es posible ni funcional que, para poder hablar de las drogas y de sus efectos, haya que haberlas probado o estudiado una a una cuidadosamente. Necesitamos inevitablemente modelos de clasificación que ordenen lo que de común y diferente tienen: una manera de agrupar sistemáticamente las sustancias que nos permite conocer sus principales efectos y riesgos, y poder hablar, ahora sí con propiedad, de tipos de drogas.

Cómo clasifica las drogas la sociedad

Actualmente, es muy común que la población general se guíe por el sistema de clasificación dictado por el estatus legal de las sustancias, algo poco informativo y sin base científica. Esta aproximación tan primaria a las drogas básicamente nos dice que las sustancias se dividen entre un pequeño grupo de “drogas legales”, como serían el alcohol y el tabaco (que mucha gente ni siquiera considera drogas), y otro enorme de “drogas ilegales” (o simplemente “las drogas” para la mayoría), como serían la cocaína y el cannabis. Si preguntásemos por la calle acerca de cómo podemos clasificar las drogas ilegales de alguna manera, muchas personas aplican una subdivisión basada en su propia percepción subjetiva del riesgo que suponen, dividiéndolas entre drogas blandas y drogas duras, otra clasificación arbitraria y basada en la prensa o la opinión moralista de cada cual. Probablemente, algunas personas también aludirían a la habitual clasificación entre drogas naturales o sintéticas, que en contra de la creencia popular nos dice muy poco sobre sus efectos y sus riesgos. En cambio, si acudimos a un ámbito más académico, podemos encontrar respuestas más técnicas y generalmente relacionadas con las diferentes estructuras químicas de las sustancias, como triptaminas, feniletilaminas, catinonas, clasificaciones que tienen en su contra ser tremendamente complejas de manejar para fines prácticos o divulgativos.

Por suerte, para aquellas personas realmente interesadas en conocer de forma rigurosa pero simplificada las principales características de las drogas, existen desde la antigüedad las clasificaciones basadas en sus efectos, cuya riqueza y complejidad avanzan de la mano de la ciencia y de la experimentación.

Clasificación en base a efectos principales

Hasta finales del siglo pasado, la clasificación en base a efectos principales era muy sencilla y se limitaba a dividir las drogas en estimulantes, sedantes y alucinógenas, y podían representarse gráficamente en un triángulo, cuadrado o estrella, en función de si se añadían algunas categorías combinadas entre ambas como podían ser la de drogas estimulantes-psicodélicas o depresoras-psicodélicas. A este respecto, una muy buena disposición gráfica es la elaborada por la organización civil Espolea (México), bautizada como El Universo de las Drogas y accesible en internet.

Con el paso del tiempo, se fueron añadiendo y subdividiendo algunas de estas categorías básicas de forma cada vez más habitual; por ejemplo, el grupo de sedantes pasó a dividirse en depresores y analgésicos, pero fue a partir del año 2010, con la explosión del mercado de las research chemicals (nuevas drogas de síntesis alegales inspiradas en las moléculas ya prohibidas, y que se vendían libremente por internet y en smartshops durante el tiempo que tardasen en ser ilegalizadas), cuando empezaron a verse muy claras las limitaciones de una clasificación tan básica, en la que muchas de las sustancias quedaban abocadas a la sección de “misceláneas” u “otras”, o se colocaban en secciones mixtas, como ha sido siempre el caso de la MDMA (éxtasis), cuyos efectos se situaban en la intersección entre estimulantes y psicodélicas, o el propio cannabis, que solía colocarse entre depresora y psicodélica.

La Rueda de las Drogas, un modelo de actualidad

La Rueda de las Drogas. Un nuevo modelo de clasificación de sustancias
Anillo exterior: sustancias psicoactivas establecidas
Anillo interior: nuevas sustancias psicoactivas (NSP)
[NSP/drogas establecidas • versión en español 1.0 • 11/09/2021]

En el 2012, en Reino Unido, de la mano de Mark Aldey, UK Drugwatch y varios foros de psiconautas, llegó un nuevo modelo de clasificación que logró resolver en gran medida las limitaciones de los sistemas antiguos mediante la creación de tres nuevas categorías como: empatógenas / entactógenas, cannabinoides y disociativas, actualizando el término alucinógenas a psicodélicas y el término analgésicas a opioides. Decidieron colocar estas siete categorías de sustancias en forma de círculo y así nació La Rueda de las Drogas, probablemente el mejor modelo de clasificación de drogas en base a efectos que tenemos a día de hoy (y disponible en sus múltiples versiones y traducciones, ahora también en español: http://www.thedrugswheel.com), que combina simplicidad y rigurosidad mediante la clasificación de la mayoría de las drogas establecidas y muchas de las nuevas sustancias de síntesis en estas siete categorías de efectos:

Estimulantes: aquellas sustancias que nos activan, energizan, euforizan, concentran..., en la mayoría de los casos mediante su acción sobre la dopamina y la noradrenalina. Algunos ejemplos serían cafeína, cocaína, anfetamina, metanfetamina, y en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas serían sustancias como MDPV (la supuesta droga caníbal) y alfa-PVP (flakka). Sus principales riesgos están en el plano cardiovascular y cerebrovascular, y en su adictividad.

Empatógenas / entactógenas: aquellas sustancias que tienen la peculiaridad de generar empatía y conexión con las demás personas, emociones positivas, bienestar, mediante la liberación de serotonina, principalmente. También suelen tener propiedades estimulantes y psicodélicas, pero no se distinguen por ellas. Las principales sustancias de esta categoría son MDMA (éxtasis) y MDA, y en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas estarían 6-APB (benzofury) y MDMC (metilona), entre otras. Sus riesgos suelen estar fundamentalmente en la temperatura corporal y el plano cardiovascular.

Psicodélicas: aquellas sustancias que alteran nuestra percepción y pensamiento, inducen visiones, expanden nuestra conciencia..., principalmente, mediante la activación de receptores de serotonina 5-HT2A. Algunas de estas sustancias también tienen propiedades estimulantes. Algunos ejemplos serían LSD, psilocibina, mescalina y DMT, y en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas estarían 1P-LSD y 25i-NBOMe. Sus riesgos son casi exclusivamente psicológicos y experienciales, excepto en aquellas que sumen los riesgos de un perfil estimulante.

Disociativas: aquellas sustancias que nos disocian o separan del cuerpo, anestesian, descoordinan..., principalmente, mediante el bloqueo de los receptores de glutamato y con propiedades psicodélicas. Algunos ejemplos serian ketamina, PCP, gas de la risa..., y en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas estarían MXE (metoxetamina) y 2-FDCK. Sus principales riesgos son psicomotores y psicológicos.

Depresoras: aquellas sustancias que nos relajan, desinhiben, sedan, euforizan..., principalmente, mediante su acción sobre los receptores GABA. Algunos ejemplos serían alcohol, ansiolíticos como benzodicepinas, GHB, y en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas, 2M2B y mebrocualona. Sus principales riesgos son de dosificación: mareos, coma, parada cardiorrespiratoria y adictividad.

Opioides: sustancias que producen analgesia, bienestar, euforia..., mediante su acción sobre los receptores opioides del cerebro. Algunos ejemplos serían heroína, morfina, codeína, tramadol..., y en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas, MT-45 y ocfentanil. Entrañan riesgos de dosificación, parada cardiorrespiratoria y son muy adictivas.

Cannabinoides: aquellas sustancias que producen calma, distorsiones sensoriales, creatividad y demás efectos cannábicos mediante su acción sobre los receptores cannabinoides. Algunos ejemplos serían los principios activos del cannabis (THC y CBD), pero en el campo de las nuevas sustancias psicoactivas estaría la retahíla de nuevos cannabinoides sintéticos como 5C-AKB48 y MDMB-4en-PINACA. Sus riesgos son principalmente psicológicos.

Siete categorías pueden parecer muchas o pocas según se mire, y de hecho habría argumentos para incluir alguna más, por ejemplo, para colocar las peligrosas sustancias delirógenas anticolinérgicas como escopolamina y difenhidramina (aunque por su elevado perfil de riesgo y escaso potencial recreativo tal vez sea mejor dejarlas fuera de la vista de nadie). Ningún sistema de clasificación basado en efectos será nunca perfecto, entre otras cosas porque la mayoría de las drogas producen múltiples efectos diferentes y el contexto de consumo y estado mental inicial del usuario pueden tener una gran relevancia a la hora de determinar cuál es el más sobresaliente. Al final, lo importante es que sea un modelo lo más informativo y útil posible, manteniendo cierta simplicidad y funcionalidad que lo hagan manejable en los contextos de consumo para la reducción de riesgos.

Conforme aparecen nuevas sustancias y el estudio de la psicofarmacología avanza, es probable que encontremos la necesidad de crear nuevas categorías o modificar las ya existentes, pero, para un conocimiento básico y bien estructurado de las drogas de uso recreativo más común por sus principales efectos y riesgos a nivel de usuario, a día de hoy, La Rueda de las Drogas es un modelo más que suficiente.

Referencias

Nuevas sustancias psicoactivas (NPS)”. https://energycontrol.org/tiposustancia/nuevas-drogas

¿Qué es el universo de las drogas?”. https://idpc.net/es/alerts/2016/01/que-es-el-universo-de-las-drogas

The Drugs Wheel: A new model for substance awareness”. http://www.thedrugswheel.com

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #286

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