Jarabes psicoactivos, refrescos con drogas
Los extractos, tinturas, elixires, jarabes o lociones elaborados a partir de plantas con efectos medicinales han sido la base de la farmacopea de casi todas las tradiciones médicas a lo largo de la historia.
Los extractos, tinturas, elixires, jarabes o lociones elaborados a partir de plantas con efectos medicinales han sido la base de la farmacopea de casi todas las tradiciones médicas a lo largo de la historia.
Milenios antes del descubrimiento de las endorfinas, encefalinas o receptores cannabinoides tipo CB2, los primeros médicos ya conocían las propiedades terapéuticas del opio y el cannabis, plantas sobre las que no han existido estigmas de tipo moral hasta principios del siglo pasado. La referencia más antigua al uso medicinal del cannabis se encuentra en el compendio de medicina china Pên-Tsao Ching (2237 aC), y existen abundantes referencias y recetas sobre extracciones de opio o cannabis en los libros de los Vedas, en textos clásicos de Herodoto y Galeno, en Las mil y una noches y en tratados médicos árabes de Avicena.
Se atribuye a Paracelso (1493-1541) la invención de la tintura alcohólica de opio, el láudano, aunque muy probablemente su mérito fue rescatar la fórmula de algún tratado de la antigüedad. El láudano se popularizó a partir del siglo xvii en distintas presentaciones según el tipo de bebida alcohólica y las especias añadidas: por ejemplo, el láudano de Sydenham se preparaba con vino de Málaga, azafrán, clavo y canela, mientras que el del abate Rousseau se hacía con miel y se dejaba fermentar con levadura de cerveza. Así, las preparaciones de opio para el tratamiento de distintas enfermedades fueron comunes hasta mediados del siglo pasado. El polvo de Dover se comercializó en el siglo xviii y consistía en un extracto seco de opio al que se añadía raíz de ipecacuana, una planta que hace vomitar y que evitaba que los pacientes se sobredosificaran. Y hasta 1910, las madres desesperadas por los llantos de sus bebés podían calmarlos con el jarabe de la señorita Winslows, con un contenido de morfina (65 mg en 30 ml) suficiente para dormir a un adulto.
También existían licores, aceites y extracciones ricos elaborados a partir de la planta del cannabis que eran utilizados para tratar multitud de dolencias. Se dice que la reina Victoria de Inglaterra utilizaba extractos de cannabis para tratar las terribles jaquecas que padecía durante la menstruación. No hay pruebas al respecto, pero sí está documentado que su médico personal, J.R. Reynolds, describía el cannabis en la prestigiosa revista médica The Lancet como “uno de los medicamentos más valiosos que tenemos, cuando es puro y se administra correctamente”. En España, Licor Montecristo de Haschisch, que según sus fabricantes “calma rápidamente y con seguridad los dolores de estómago y ayuda a la digestión y bebido en gran cantidad llega a producir una dulce embriaguez no peligrosa”, se fabricó de forma ininterrumpida en Albal, Valencia, entre 1897 y 1975.
El desarrollo de la química a partir del siglo xix permitió identificar, extraer y más tarde modificar los principios activos de las plantas. Partiendo de la morfina, que había sido aislada en 1803, los laboratorios Bayer comercializaron en 1897 un derivado de esta molécula tratada con anhídrido acético: la diacetilmorfina. Con el nombre comercial de Heroína, el fármaco se vendió libremente entre 1898 y 1910 en Europa y Estados Unidos para el tratamiento de la dependencia a la morfina y para la tos. El jarabe Glyco-Heroin, de Martin H. Smith Company, ampliaba las indicaciones a la bronquitis, asma, laringitis, neumonía y cualquier otro problema respiratorio. La cocaína, principio activo de la hoja de coca, fue aislada en 1859 y comercializada por el laboratorio Merck al año siguiente. Su efecto anestésico sobre las mucosas hizo posible el desarrollo de la cirugía en oftalmología y otorrinolaringología.
Todas estas consideraciones históricas son necesarias para entender el contexto y las circunstancias en los que un farmacéutico estadounidense llamado John S. Pemberton (1831-1888) comercializó en 1886 un jarabe que contenía nuez de cola y hoja de coca, y cómo esta terminaría siendo una de las bebidas más conocidas del planeta. La hoja de coca constituía un ingrediente habitual de jarabes y tónicos de la época por sus propiedades estimulantes. En Europa, uno de los más conocidos fue el vino de coca Mariani, popular entre celebridades de la época como la ya citada reina Victoria o el papa León XIII, quien llegó a prestar su efigie para la publicidad de la bebida.
Pemberton exportó la idea a Estados Unidos en un contexto histórico que determinaría el destino de su bebida. Por un lado entraban en vigor las primeras leyes contra el alcohol en ese país. Así que en lugar de un vino utilizó agua carbonatada (considerada como medicinal en la época) como base para su jarabe, indicado para la morfinomanía, problemas de nervios o de estómago, dolor de cabeza e impotencia, tal y como figura en el primer anuncio de Coca-Cola, publicado el 29 de mayo de 1886 en el Atlanta Journal. Por otro, los gobiernos comenzaron a legislar sobre los medicamentos y a crear agencias que controlaran la composición, etiquetado, distribución y publicidad de los fármacos. Las exigencias para considerar un medicamento como tal se hicieron más estrictas para distinguir entre los productos con indicaciones específicas y los tónicos, vigorizantes, reconstituyentes o productos alimenticios de dudosas propiedades curativas. Muchos de los fármacos que hemos mencionado se recetaban como panacea para todas las dolencias (gripe, tuberculosis, diarrea, cólicos…), aunque su eficacia estaba en relación con un efecto sedante o narcótico que hacía más soportable el curso natural de la enfermedad.
Como muchos otros remedios de la época, el jarabe de Pemberton no pasó el filtro y tuvo que dejar de venderse como medicamento. Su reconversión a bebida refrescante y éxito mundial se debe al empresario Asa Griggs Candler (1851-1929), quien compró a Pemberton la patente unos meses antes de su muerte y creó la Coca-Cola Company. Probablemente, Griggs le habría cambiado el nombre si hubiera sabido que la hoja de coca sería demonizada a lo largo del siglo xx. Pero no hizo falta, a día de hoy, su bebida sigue siendo la tercera marca comercial más conocida del mundo después de Apple y Google.
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