Junio es el mes solar por excelencia. El solsticio de verano se da en torno al día 21 y es el momento del año en que el sol llega más alto sobre el horizonte: el día es más largo y la noche más corta. A partir de ese momento, cada día amanece un poco más tarde y anochece un poco más temprano, por lo que los días se van acortando y las noches alargando. Junio es un mes de crecimiento, las plantas más tempranas aún tardarán al menos cuatro semanas en notar esta reducción en las horas solares y empezar a florecer, mientras que las sativas más puras no florecerán hasta dentro de dos meses o más, ya que requieren noches de once o doce horas para desencadenar la floración, y eso no llega en nuestras latitudes hasta finales de agosto.
Las autoflorecientes
Las variedades automáticas más rápidas están listas en ocho a diez semanas desde la germinación. Son, sin duda, la forma más fácil, rápida y sencilla de obtener una cosecha en cualquier momento, sin tener que prestar atención al fotoperiodo que haya en ese momento. La producción de las variedades automáticas depende en gran medida de la cantidad de luz que reciben, tanto en intensidad como en horas. Los días largos y de sol intenso que se dan entre los meses de mayo y agosto son los más productivos, mientras que los días invernales, cortos y de sol lejano y débil, casi no son capaces de hacer crecer las plantas, que se quedan pequeñas y solo dan unos pocos gramos de cogollos. En otoño y primavera, los resultados son intermedios. Junio es uno de los mejores meses para sembrar autoflorecientes y cosecharlas en agosto: aún no han llegado las lluvias, los días son muy soleados y calurosos y las plantas crecen a una gran velocidad.
El cultivo de autoflorecientes reúne ciertas particularidades que conviene recordar. Estas variedades tiene una fase de crecimiento extremadamente corta y empiezan a florecer a las dos o tres semanas de germinar, cuando aún son muy pequeñas; por lo general, no tienen mucho más de un palmo de altura cuando empiezan. La mayoría del crecimiento lo realizan a la vez que florecen, y por eso es tan necesario que tengan muchas horas de sol directo cada día, ya que si la luz escasea el crecimiento es más lento, lo que se traduce en menor producción.
"Planta las autoflorecientes en la maceta definitiva para que se desarrollen sin interrupciones"
Con un ciclo de vida tan rápido es esencial que las plantas no se paren en ningún momento, y por esta razón no se recomiendan los trasplantes de macetas, ya que el choque del cambio puede frenar el desarrollo durante unos días. Es mucho más recomendable plantar las automáticas directamente en la maceta definitiva para que las plantas se desarrollen sin interrupciones. Con buen tiempo, mucho sol y buenos cuidados, las plantas autoflorecientes suelen alcanzar entre sesenta centímetros y un metro de altura, aunque las variedades más grandes pueden llegar hasta un metro y medio de altura. El ciclo de vida es muy corto, de solo dos meses y medio o tres. Como regla general, estas plantas necesitan una maceta de al menos diez litros de capacidad. Algunas de las variedades automáticas más pequeñas quizás tengan suficiente con siete litros de tierra, mientras que las más grandes podrían aprovechar hasta quince o veinte litros. Hay que abonar periódicamente y desde el principio para que siempre estén todos los nutrientes disponibles, pero usar dosis bajas para que no se acumulen en la tierra. El consumo de las plantas está relacionado con su tamaño y con sus características. Hay variedades que comen mucho y otras que necesitan muy poco. Lógicamente, las que más comen suelen producir más, pero es su genética la que lo determina. El tamaño también es importante: una planta de sesenta centímetros consume mucha menos agua y nutrientes que una de ciento cincuenta centímetros.
La planta no va a usar más nutrientes y producir más cogollos porque le añadamos más y más abono: si le damos mucho más de lo que necesita, lo único que lograremos es provocar una sobrefertilización y una reducción de la producción. Como estas plantas crecen y florecen prácticamente al mismo tiempo, es importante que reciban bastante nitrógeno durante toda su vida, no como las variedades regulares, que usan mucho más nitrógeno durante el crecimiento que durante la floración.
Floración forzada
Una de mis técnicas favoritas de todos los tiempos es forzar la floración de variedades normales, no autoflorecientes, para adelantar la cosecha y asegurarme de que la producción de los cogollos se lleve a cabo en el mejor momento, cuando la falta de lluvias y los días cálidos evitan la aparición de hongos como el oídio y la botritis. La enorme intensidad lumínica que se da en esos meses fuerza las plantas a producir resina en grandes cantidades para proteger a la planta de la radiación ultravioleta.
"Si empleamos noches de trece o catorce horas en lugar de doce, la floración se llevará a cabo en menos tiempo"
El método se denomina floración forzada porque se obliga a la planta a florecer en una época en la que no le tocaría hacerlo. Para lograrlo se emplea un truco muy sencillo que consiste en engañar a la planta para que crea que ya ha llegado el momento de florecer. Tengamos en cuenta que las plantas usan la duración de las noches para saber en qué momento del año están. Cuando las noches alcanzan una duración determinada, las plantas empiezan a florecer. Esta duración oscila, según las variedades, entre diez y doce horas y depende fundamentalmente de la latitud en la que se hayan desarrollado las variedades originales. Por ejemplo, las sativas ecuatoriales han evolucionado en países donde la duración de los días oscila muy poco arriba o abajo de las doce horas, por eso necesitan doce horas de noche para florecer, mientras que las variedades originarias de regiones más septentrionales como Afganistán o Marruecos pueden empezar a florecer con noches de solo diez u once horas. Por eso las índicas comienzan a florecer casi siempre antes que las sativas, porque necesitan menos horas de oscuridad. El truco para forzar las plantas a florecer antes de tiempo es alargarles las noches, y se puede hacer de dos formas, o moviéndolas a un lugar cerrado y oscuro como un armario o una habitación de la casa, o llevando a ellas la oscuridad por medio de un invernadero que se tape cada día con una cubierta completamente opaca que no deje pasar la luz. Otra opción que puede ser práctica con plantas pequeñas es cubrirlas individualmente. Se pueden usar cubos grandes de basura invertidos, macetas gigantes o incluso cajas de cartón. Una buena idea para facilitar el trabajo es sembrar en maceteros con ruedas que se puedan desplazar fácilmente hasta el lugar donde pasen la noche. Para lograr un comienzo inmediato de la floración en todas las variedades hay que darles doce horas diarias de oscuridad, a ser posible siempre en el mismo horario. El tiempo de floración de cada variedad es más o menos fijo, por lo que si la planta empieza a florecer un mes antes de lo normal también estará lista para ser cosechada un mes antes. Se pueden recortar horas de luz por la tarde, por la mañana o en ambas franjas, pero lo importante es que las horas de oscuridad sean seguidas e ininterrumpidas. Lo mejor es respetar siempre las horas de sol directo, por lo que en un cultivo que tenga sol por la mañana aumentaremos horas de noche por la tarde, y en un jardín que reciba sol directo por la tarde convertiremos en noche las primeras horas de la mañana.
Una ventaja añadida de florecer en los meses más luminosos es que, además de adelantar el comienzo de la floración, también se puede acelerar para que dure menos días. El acortamiento de la floración se logra alargando algo más las noches. Si empleamos noches de trece o catorce horas en lugar de doce, la floración se llevará a cabo en menos tiempo; podemos recortar una semana o incluso más. Hay que tener en cuenta que, a causa de este acelerón, las plantas tienen menos tiempo para florecer y esto reduce en parte la producción. Pero, si se hace en los meses más luminosos del año, la intensidad solar es tan grande que la reducción apenas se nota, y los cogollos engordan en seis o siete semanas lo mismo que engordarían en ocho o nueve durante el mes de septiembre u octubre.
La técnica más pesada pero al mismo tiempo la más fácil de llevar a cabo consiste en mover las plantas a una habitación en completa oscuridad cada tarde y volverlas a sacar por la mañana. Es el mejor sistema de asegurarnos que la noche sea totalmente oscura. En exterior no es fácil cubrir una planta y lograr que no se cuele nada de luz por una rendija. Recuerda que, si la oscuridad no es completa, la planta no considerará que es de noche. Una buena idea es hacer un invernadero, lo que nos proporciona una doble ventaja: las plantas permanecen a salvo de la lluvia y resulta mucho más fácil de cubrir completamente con un plástico opaco para lograr oscuridad absoluta.
Todas las plantas se estiran durante la floración, pero el cultivador puede controlar perfectamente la altura final decidiendo en qué momento fuerza la floración. Con una planta en maceta y en un balcón, es mucho mejor forzarla con apenas cincuenta o sesenta centímetros de altura para que sea fácil moverla cada día y no resulte muy visible desde la calle. En caso de plantas en macetas que se vayan a mover a diario, se recomienda forzar la floración cuando tengan entre cuarenta y ochenta centímetros de altura, pero no más.
Si las plantas están en un invernadero, se puede forzar la floración cuando son más grandes, pues la única limitación al crecimiento es la altura del invernadero. Nunca deben tocar el techo del invernadero, pues esto favorece la aparición de hongos. En exterior, en general hay que contar con que las plantas se doblan en altura durante la floración, aunque hay variedades que se estiran menos y otras más. La técnica del forzado cambia de golpe el fotoperiodo, algo que sucede normalmente en exterior, donde las horas de oscuridad se alargan unos minutos cada día. El cambio brusco produce un inicio más rápido y reduce un poco el crecimiento en altura de las primeras semanas de floración.