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La nutrición vegetal: las tres técnicas para alimentar las plantas

La nutrición vegetal: las tres técnicas para alimentar las plantas
1 Las cosechas abundantes requieren una nutrición muy completa de las plantas.

En este artículo repasamos las distintas formas que tiene el cultivador de proveer los nutrientes a su plantación y que se pueden resumir en tres métodos: aplicar los abonos al suelo en forma sólida, disolverlos en el agua de riego o fumigarlos sobre las hojas. Cada sistema tiene ventajas e inconvenientes que conviene conocer.

Todos los cultivadores saben que las plantas necesitan abono, pero pocos saben que los dos elementos más abundantes en los tejidos vegetales –el carbono y el oxígeno– no provienen de los fertilizantes. Las plantas toman el carbono del CO2 de la atmósfera y el oxígeno del agua (H2O) que absorben principalmente por las raíces. Este proceso se realiza durante la fotosíntesis, para la que también es esencial la luz. Sin embargo, es indudable que la vida vegetal sería imposible sin la presencia de los otros catorce elementos minerales requeridos por las plantas. De estos minerales tres se requieren en cantidades considerables, los llamados macronutrientes o nutrientes primarios: nitrógeno, fósforo y potasio. De los tres nutrientes secundarios –calcio, azufre y magnesio–, se consumen cantidades medias. Por último, hay ocho minerales que las plantas requieren en muy pequeña cantidad, los microelementos: hierro, manganeso, zinc, boro, molibdeno, cobre, cloro y cobalto. Todos son necesarios y cualquiera que no esté disponible para la planta puede provocar carencias y problemas en su crecimiento y desarrollo.

El suelo fértil

"Enriquecer con abonos orgánicos el sustrato es la mejor opción cuando se cultiva directamente en el suelo"

Los bosques se riegan solo con el agua de la lluvia, que es prácticamente pura y no contiene abono, y las plantas y los árboles se desarrollan perfectamente. Los nutrientes se encuentran en el suelo, formando parte de la materia orgánica que se ha ido acumulando a partir de las plantas y animales que mueren, las hojas y frutos que caen de los árboles y la orina y los excrementos de los animales. Hay microorganismos del suelo capaces de captar nitrógeno del aire e incorporarlo al suelo, aumentando su fertilidad. Algunas rocas presentes en el suelo también contienen minerales que ciertos microorganismos aprovechan y los vuelven disponibles para las plantas. Siempre que el aporte de nutrientes al suelo por estos tres métodos (incorporación de materia orgánica, captación de nitrógeno atmosférico y liberación de nutrientes de las rocas) sea mayor al que consumen las plantas que crecen en ese mismo suelo, la fertilidad entendida como la capacidad de alimentar las plantas se mantendrá o crecerá.

En el cultivo de cannabis este método de fertilización se lleva a cabo mejorando el suelo antes de la plantación: incorporando distintas fuentes de materia orgánica (estiércol, humus de lombriz, compost, harina de sangre o huesos, guano de murciélagos o aves marinas), fertilizantes inorgánicos (abonos de síntesis química de liberación lenta o harinas de rocas ricas en nutrientes, como fosfatos o potasas) y enriqueciendo la vida microbiana del suelo con bacterias y otros microorganismos que favorezcan la captación y liberación de nutrientes.

Enriquecer con abonos orgánicos el sustrato tiene varias ventajas que lo convierten en la mejor opción cuando se cultivan las plantas directamente en el suelo. La primera es que solo es necesario hacerlo una vez, antes de plantar, a ser posible uno o dos meses antes para que los microorganismos se multipliquen y empiecen a hacer que los nutrientes estén disponibles para cuando se produzca la siembra. Durante el resto del ciclo de cultivo será suficiente con aportar agua en forma de riego cuando sea necesario y las raíces tendrán todos los nutrientes disponibles en cualquier momento. Es muy cómodo, pues no hay que preparar solución nutriente para cada riego ni preocuparse de la EC del agua ni nada parecido. Si se usan abonos orgánicos y se aplican unas semanas antes de la siembra, el riesgo de quemar las raíces por exceso de nutrientes es casi inexistente y el sabor y aroma final de los cogollos es de máxima calidad. La mayoría de los cultivadores considera que el cultivo orgánico logra los mejores aromas y sabores en los cogollos. Hay que tener más cuidado si se usan abonos de síntesis química, pues si se aplican en dosis demasiado altas sí pueden aparecer sobrefertilizaciones que no será posible corregir, ya que los abonos se encontrarán mezclados con la tierra y no se podrán retirar. Es esencial no pasarse con la cantidad de fertilizante que mezclamos con la tierra.

En el cultivo en macetas, la cantidad de tierra disponible es mucho menor y no resulta fácil añadir suficientes nutrientes como para alimentar a una planta durante los seis o siete meses que tardará en desarrollarse. Aunque es posible y recomendable fertilizar el sustrato antes de la plantación, hay que tener en cuenta que los nutrientes se agotarán pasados dos o tres meses como mucho y será necesario añadir más. Se pueden esparcir abonos orgánicos sólidos sobre el sustrato para que se vayan disolviendo con el agua de riego, pero este sistema no siempre proporciona una nutrición completa, pues falta tiempo para que las bacterias vayan descomponiendo la materia orgánica. Por eso el cultivador en macetas debe recurrir con frecuencia al segundo sistema de fertilización, el riego nutritivo.

Alimentar con el riego

El sistema más usado por los cultivadores de cannabis es disolver un abono líquido en el agua de riego. Es una forma de asegurarse que las plantas reciben un suministro constante de nutrientes y la mejor forma de alimentar plantas en macetas, ya que la falta de espacio y tierra provoca que tengan un sistema de raíces más pequeño y menos desarrollado que las plantas que viven en el suelo. Cuando una planta se siembra directamente en el suelo, sus raíces pueden extenderse en todas direcciones en busca de agua y alimentos, algo imposible en una maceta.

"Los abonos líquidos contienen nutrientes en una forma química que las plantas pueden absorber directamente"

El abonar en el riego tiene la ventaja añadida de poder regular qué nutrientes y en qué cantidad llegan a la planta. Al principio, cuando las plántulas son pequeñas, se usa una dosis baja de nutrientes de crecimiento para no dañar las débiles raíces. Más adelante, conforme la planta crece y se fortalece, se puede ir aumentando la dosis. En el momento en que las plantas comienzan a florecer, se varía la proporción de nutrientes suministrada cambiando el abono de crecimiento por el de floración, ya que las necesidades de fósforo y potasio aumentan. En las últimas semanas antes de cosechar, se elimina completamente el abono y se riega solo con agua, con el fin de obligar a la planta a consumir los nutrientes acumulados en los tejidos, lo que beneficia el sabor final de los cogollos. Otra ventaja de los abonos líquidos disueltos en el agua de riego es que si las plantas muestran carencias nutritivas, basta con aumentar la dosis de nutrientes, y si sufren una sobrefertilización, se puede parar de abonar durante el tiempo necesario hasta que se corrige.

Los abonos líquidos contienen nutrientes en una forma química que las plantas pueden absorber directamente, al contrario que los abonos orgánicos sólidos, que necesitan que los microorganismos del suelo los vayan descomponiendo. Esto tiene la ventaja de que están disponibles inmediatamente y la desventaja de que si se aplican en exceso pueden provocar una sobrefertilización muy rápida, dañando las plantas y las raíces en cuestión de horas o días. Son prácticos, pero hay que usarlos con cuidado; aplicarlos frecuentemente pero medir bien las dosis. En general, es mejor usar dosis bajas (casi siempre es suficiente con la mitad de la dosis indicada en la etiqueta) en casi cada riego que una dosis alta una vez por semana. Otro inconveniente es que hay que ajustar el pH del agua de riego para que todos los nutrientes permanezcan disponibles para las raíces. Cuando se fertiliza directamente el sustrato con abonos orgánicos sólidos también conviene ajustar el pH del agua, pero no es necesario ser tan precisos.

La lluvia que nutre

Las plantas absorben normalmente el agua y los nutrientes a través de las raíces, pero también pueden hacerlo por las hojas. La fertilización foliar consiste en fumigar abono líquido disuelto en agua sobre las plantas, y es una gran técnica para completar la nutrición vegetal. Es recomendable usar agua destilada y una dosis baja de abono.

La pulverización foliar es la forma ideal de nutrir las plantas en circunstancias especiales, cuando las otras formas de nutrición son ineficaces o insuficientes. Las plantas con raíces enfermas que no son capaces de absorber los nutrientes necesarios y aquellas que se están recuperando de una plaga o una enfermedad se benefician claramente de una pulverización foliar. En tiempo frío, cuando las plantas transpiran tan poco que el sustrato no se seca, puede que no deseemos mojarlo más con un nuevo riego para no ahogar las raíces, pero podemos darles un extra de comida a través de las hojas.

En ocasiones, una acumulación excesiva de sales en la tierra o un desajuste importante del pH impiden temporalmente a las raíces absorber los nutrientes y, aunque el cultivador tome las medidas necesarias para corregirlo, puede tardar un tiempo en lograrlo. La fertilización foliar sirve para evitar la aparición de carencias nutritivas durante los días o semanas que pasen hasta que el pH vuelva a la normalidad o el exceso de sales sea eliminado.

A veces el problema del pH ocasiona la carencia de un elemento concreto. Esto sucede a veces con el hierro, un elemento que se insolubiliza en cuanto el pH sube un poco más de la cuenta. La pulverización con hierro quelatado logra una rápida absorción y corrige la carencia casi inmediatamente.

Está comprobado que los nutrientes pulverizados se aprovechan muy bien, ya que hasta el noventa por ciento consiguen ser absorbidos por los tejidos y utilizados por la planta. En cambio, de los nutrientes aplicados en el agua de riego, no más del diez por ciento acaban llegando al interior de los tejidos. Es importante tener en cuenta que la fertilización foliar no puede aportar todos los nutrientes que las plantas necesitan. Es un método complementario, pero siempre hay que combinarlo con el riego mediante abono o el enriquecimiento del sustrato con abonos sólidos. La fertilización foliar es ideal para aportar micronutrientes de manera inmediata y para complementar la aportación de nutrientes primarios y secundarios. Algunos minerales como el magnesio se absorben mucho mejor por vía foliar que radicular, hasta cien veces mejor. La carencia de magnesio es bastante habitual en cultivos de interior y resulta muy efectivo pulverizar un suplemento de magnesio por vía foliar para paliar la carencia sin tener que añadir más al agua de riego, algo que a veces provoca una carencia de calcio.

En épocas de un gran consumo de nutrientes, como en plena floración, la planta no es capaz de absorber todos los nutrientes que podría usar y suele hacer uso de los nutrientes que tiene almacenados en los tejidos y en las hojas más viejas, moviéndolos a las zonas en crecimiento para reutilizarlos allí. Como consecuencia, las hojas viejas se secan y se caen, lo que reduce algo la capacidad fotosintética de la planta. Fertilizando foliarmente se reduce este proceso y la planta no pierde tantas hojas.

La fertilización foliar de los cogollos debe hacerse de modo que se sequen rápido para que no aparezcan hongos. Lo mejor es fumigar pequeñas cantidades de líquido en días no muy húmedos y pronto por la mañana para que se sequen a lo largo del día.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #279

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