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Porque no todos los pollos son iguales

Ya hace tiempo que me asalta la pregunta: ¿por qué el cannabis es el único producto de consumo humano que cuando es ecológico, sostenible y respetuoso con su ciclo está infravalorado? 

Ya hace tiempo que me asalta la pregunta: ¿por qué el cannabis es el único producto de consumo humano que cuando es ecológico, sostenible y respetuoso con su ciclo está infravalorado? Comparémoslo, por ejemplo, con los huevos. Los tenemos de granja (0,95 €/docena), donde las gallinas son forzadas bajo luz artificial para una mayor producción; camperos (1,60 €/docena), de gallinas criadas en libertad, y ecológicos (2,25 €/media docena), de gallinas en libertad alimentadas con pienso ecológico. Suponemos que la falta de sol, la falta de movimiento y el estrés del animal repercuten en la calidad del huevo que ponen, y estamos dispuestos a pagar más por los huevos ecológicos que por los de granja. Sin embargo, pagamos marihuana de granja (una planta estresada para una mayor producción de THC, al igual que ocurre con las gallinas) a precio de huevo ecológico.

Sí, es cierto, a menudo los cogollos de interior son mucho más resultones que los de exterior. Del mismo modo, los tomates, las peras o las zanahorias del supermercado suelen tener mejor aspecto (y más uniforme) que los ecológicos. Entonces, ¿no nos estaremos dejando llevar por un criterio estético puro y duro?

Hoy en día sabemos que ninguna bombilla es capaz de reproducir el espectro de luz del sol y ningún abono hidropónico o sustrato es capaz de reproducir la complejidad bioquímica de una tierra rica en materia orgánica, lo que supone que el cannabis cultivado en interior sea más pobre en variedad y cantidad de sustancias activas comparado con el que se cultiva en exterior. Esto no quiere decir que haya una fórmula milagrosa para cultivar, sino que cada planta tiene una variedad y cantidad de sustancias activas determinadas por su genotipo, y no existe ninguna práctica que pueda hacerle producir más cantidad o variedad de estas, pero sí que las malas praxis del entorno pueden impedir que llegue a desarrollar todo su potencial (fenotipo = genotipo + entorno). Pero, además, las plantas en exterior no solo toman luz solar, sino que también están expuestas a la luna, a las estrellas, a los cambios climáticos y a muchos otros factores que no están presentes en el cultivo de interior y que dotan de mayor riqueza y diversidad a sus cannabinoides, la mayoría de los cuales desconocemos hoy en día qué función desempeñan.

Al mismo tiempo, en un mundo que se desvanece vertiginosamente, debemos cuestionarnos si el cultivo de interior es sostenible y respetuoso con el medioambiente. En este sentido, un interesante estudio publicado en Energy Policy nos invita a esta reflexión al concluir, de promedio, un kilo de cannabis cultivado en interior está asociado con 4.600 kg de emisiones de dióxido de carbono hacia la atmósfera. Desde la perspectiva individual, un único porro de interior representa 1,5 kg de emisiones de CO2. ¡La misma energía necesaria para producir dieciocho jarras de cerveza! Una barbaridad, vaya. En resumen, la planta cultivada en exterior presenta una mayor riqueza y diversidad en su composición, y es sostenible con el medioambiente. 

Pero, entonces, ¿por qué está menos valorado el cannabis de exterior? 

Existen dos creencias comunes. La primera, que el cultivo de exterior se trata de echar una semilla al suelo y regarla regularmente. Punto. Sin embargo, el cultivo de exterior también requiere de mimos y cuidados para obtener un buen resultado. La segunda creencia, en parte consecuencia de la anterior, es creer que la potencia (concentración de THC) en interior es mayor. No obstante, los resultados de análisis muestran concentraciones similares a las plantas de interior, desmontando así tal creencia. Además, recuerda que más THC no es igual a más placer. 

Y más allá de creencias, una realidad: la legislación sobre drogas fomenta y promueve el cultivo de interior frente al exterior, cuya visibilidad lleva aparejada una mayor probabilidad de tener problemas con la ley. Pero pedir que las leyes sobre drogas, a falta de regulación, tengan en cuenta su posible impacto medioambiental es, a día de hoy, como pedir peras al olmo.

Referencias

Mills, Evan (2012). “The carbon footprint of indoor cannabis production”. En: Energy Policy, vol. 46, julio, pp. 58-67.
Potter, David (2009). The Propagation, Characterization and Optimization of Cannabis sativa L. as a Phytopharmaceutical.

 

Este contenido se publicó originalmente en la Revista Cáñamo #253

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