¡Creced, malditas!
El sector económico en que me muevo tiene ciertas peculiaridades que lo diferencian de otros mercados. Nada es público, todo se mueve en la sombra y por medio de contactos y conocidos.
El sector económico en que me muevo tiene ciertas peculiaridades que lo diferencian de otros mercados. Nada es público, todo se mueve en la sombra y por medio de contactos y conocidos. Si quieres comprar dos kilos de cogollos necesitas contactar con quien pueda vendértelos pero no puedes llamar a información telefónica y pedir un listado de cultivadores de marihuana, así que estás limitado a los que conoces.
Cuando una cosecha se retrasa el distribuidor se impacienta porque sabe que si se queda sin material sus clientes buscarán en otra parte y, si encuentran algo mejor, tal vez no vuelvan nunca.
Ya os conté el mes pasado nuestra aventura viajando a Holanda en busca de esquejes. Necesitábamos novecientos pero solo conseguimos setecientos veinte, así que tendríamos que apañarnos. En cuanto regresamos plantamos los esquejes en macetas de un litro y los pusimos a crecer bajo ocho lámparas de 600 vatios; hasta que no crecieran un poco no había ninguna necesidad de malgastar electricidad encendiendo más luces.
Un truco que pocos cultivadores saben es que en las dos primeras semanas de crecimiento casi no hay que regar las plantas. Después de trasplantarlas procuro mojar bien la tierra aunque sin empaparla, y luego ya no las vuelvo a regar hasta que se han secado casi completamente. Las raíces crecen mucho mejor en estas condiciones que con la tierra siempre húmeda, como suelen mantenerla los novatos, que siempre riegan antes de que las plantas lo necesiten. Un buen sistema radicular es el factor clave para el éxito del cultivo; las plantas producen tantos cogollos como nutrientes puedan absorber sus raíces, así que si las raíces son débiles las plantas no crecen. Para las raíces tan importante es el oxígeno como el agua o los nutrientes. Cuando se riega una planta la tierra se satura de agua y se reduce la cantidad de oxígeno disponible, pero conforme las raíces van absorbiendo agua la cantidad de oxígeno disponible aumenta. Es un grave error mantener siempre la tierra mojada, pues las raíces sufren por falta de oxígeno y el crecimiento se resiente. Además, regar más a menudo supone más trabajo, más gasto en abono y más sales minerales en el sustrato.
Tras dos semanas las raíces asomaban por los agujeros de drenaje y las plantas estaban listas para pasar a las macetas definitivas. Normalmente, si tengo suficientes esquejes pongo dieciséis bajo cada lámpara, en macetas cuadradas de siete litros de capacidad. Hace tiempo que uso este tamaño de maceta y número de plantas por lámpara; me va muy bien. Creo que el volumen de tierra es ideal para desarrollar plantas de menos de un metro de altura, que es lo que suelo buscar. Con dieciséis plantas por lámpara, al final de la floración todo está muy apretado y hay cogollos por todas partes. Desde el punto de vista de la facilidad de cultivo, sería mejor poner menos plantas para que cada una tuviera más espacio y estuvieran más ventiladas. Sin embargo, cuando el objetivo es lograr una producción alta es imprescindible llenar al máximo el espacio.
La pena es que con setecientos veinte esquejes para las cincuenta y seis lámparas tocaban a solo trece plantas por lámpara en lugar de las dieciséis que me gusta poner. Una vez plantadas en las macetas finales encendimos todas las lámparas y, para contrarrestar el menor número de plantas, decidí alargar en una semana extra la fase vegetativa con el objetivo de llenar bien el espacio disponible. Como mínimo, necesitarían dos semanas más antes de entrar a floración.
El problema de la falta de esquejes y el viaje a Holanda habían provocado que empezáramos el cultivo con una semana de retraso, pero al alargar una semana el crecimiento, la cosecha se retrasaría quince días respecto a la fecha que les había dicho a mis clientes, y dos semanas son un mundo. El tiempo siempre es dinero; pero cuando se trata de marihuana de primera calidad, la demanda siempre supera a la oferta y los distribuidores no dejan de apremiar al productor. Mis clientes iban a protestar, de eso estaba seguro.
Como cultivador, sin duda soy de los buenos. En realidad mis números son fantásticos: cosecho alrededor de medio kilo de cogollos secos por cada lámpara de 600 vatios (0,8 gramos por vatio), aunque en ocasiones he obtenido mayor producción, llegando algunas veces hasta los 700 gramos por lámpara (casi 1,2 g/W). Teniendo en cuenta que son grandes cultivos en los que no hay tiempo para cuidar las plantas individualmente, estoy más que satisfecho de mi producción. Aun así, la agricultura es siempre un negocio lleno de riesgo, da igual que cultives tomates o marihuana, en interior o en exterior. Las plagas, el clima, los ladrones o las fuerzas del orden son factores incontrolables que pueden dar al traste con meses de trabajo. Por eso todo el mundo tiene prisa por mover el producto cuanto antes, ya que el riesgo solo desaparece cuando la cosecha está vendida y tienes el dinero en el bolsillo.
En un cultivo de este tamaño, el trabajo no acaba nunca. Los primeros tres días fueron de actividad frenética trasplantando los esquejes y acarreando sacos de tierra. Si tienes una o dos lámparas y veinte o treinta plantas, el trasplante es casi una fiesta: llamas a un amigo, lías un par de canutos y pasas la tarde entre risas. En cambio, con cincuenta y seis lámparas y más de setecientas plantas la cosa cambia. A 11 litros de tierra por maceta son casi 5.000 litros de sustrato los que se necesitan, una cantidad absurdamente voluminosa. Cuando compramos la tierra tuvimos que decidir si queríamos sacos de 50 litros como siempre o unas nuevas balas de 250 litros que acababan de recibir. En saco, el litro salía a 12 céntimos, en bala a 8, así que compramos balas y nos ahorramos más de 200 euros. Claro que no pensamos en lo difícil que sería manejar balas tan grandes. Los sacos se pueden levantar fácilmente para ir rellenando las macetas, dejando que el sustrato caiga directamente desde el saco. Las balas solo se podían levantar entre dos personas y el sustrato estaba más compactado. Perdimos mucho tiempo en desmenuzarlo para ir rellenando las macetas. Trasplantar a las macetas definitivas resultó bastante pesado y poco práctico. Para el próximo cultivo probablemente pague los 200 euros extra y compre sacos, mi espalda lo agradecerá.
Cuando al final del tercer día acabamos los trasplantes y vimos el indoor lleno, respiramos satisfechos. Íbamos un poco retrasados pero ya estaba todo en marcha. En unas 10 semanas cosecharíamos cerca de 30 kilos, claro que hasta entonces había mucho trabajo que hacer... Por ejemplo, cada día hay que preparar un depósito de solución nutritiva de 1.000 litros para regar las plantas; además de mezclar agua del grifo y agua de ósmosis hasta lograr la proporción correcta, hay que añadirle 2 litros de abono orgánico de crecimiento, algunos aditivos especiales y ajustar el pH. No es nada fácil remover una cantidad tan grande de agua tras añadir cada producto para que se mezcle bien, ni siquiera con la ayuda de un palo largo. La primera vez que preparé 1.000 litros de golpe tardé casi media hora en ajustar el pH, ya que tardaba una eternidad en conseguir que el nivel se estabilizara tras añadir 100 mililitros de pH+. Al final se me ocurrió emplear una bomba de agua para remover la mezcla, se mete dentro del depósito y basta con ponerla en marcha para que en cinco minutos haga el trabajo, el tiempo justo de liar un porrito para amenizar la espera. ¿No os parece dura la vida del cultivador?